Mario Vargas Llosa

Patricia Vargas no cede a la separación

Patricia Vargas no cede a la separación
Patricia Vargas no cede a la separaciónlarazon

La esposa del premio Nobel se resiste a dar por zanjado su matrimonio pese a que su entorno ya le ha aconsejado que busque abogado para una compleja separación.

Sí, Isabel Preysler (64 años) está ilusionada con el premio Nobel, Mario Vargas Llosa (79 años), que más que ser un escritor multipremiado es un viejo amigo. Han salido y seguirán haciéndolo. El escritor hace 48 horas aclaraba: «Lo único que confirmo es que estoy separado». Ambos son lo suficientemente maduros como para haber tomado la decisión de permitir que la revista «¡Hola!» publicase una foto de una de esas citas. No se han escondido, ni fue la primera vez que salían. Era cuestión de tiempo que se supiese. Ella está viuda desde hace ocho meses y ha sido un ejemplo de atención y cuidados a su esposo Miguel Boyer. El que quiera achacarle que ha sido un duelo corto, es libre de hacerlo –para gustos los colores–, pero nadie puede negar que ha sido la mejor compañera que el político pudo tener hasta el final de sus días. Lo ha cuidado. Estuvo a punto de convertirse en casi una ermitaña, en una cueva de oro, pero ermitaña.

Que Vargas Llosa y su esposa Patricia han tenido sus baches es otra realidad y que han durado 50 años, también. Pero cuando el tren se va alejando y aunque extrañe por las edades esta decisión tan radical. A estas alturas con todo lo que se han aguantado. ¿Para qué se separan?. Nada más y nada menos que para poner fin a una relación y empezar o retomar otra. Eso es lo que ha ocurrido.

El problema de Patricia es que, cuando uno no quiere ni verlo ni creerlo, se agarra a un clavo ardiendo y cree que, como otras veces, pasará. No cede ante una separación y se pone un antifaz para no ver que esta vez sí va en serio. Así ha sido. Pero llegó la portada de «¡Hola!», que es «inocente» porque no hay ni besos, ni efusiones, ni aparentemente nada más que dos personas que se conocen desde hace 30 años que han quedado para almorzar. Pero la sorpresa está contenida en un par de líneas, en las que se afirma que el escritor está separado. Ahí surge el tsunami, el huracán y la madre de todas las batallas. Preysler, la reina de corazones, ilusionada y no con un espejismo, sino con el Nobel, con mayúsculas, que encima es atractivo y coqueto.

Pueden pasar cientos de cosas en la sociedad española: que un okupa sea el responsable de la Policía que hace una año le desalojaba, que el Rey le revoque a su hermana Cristina el uso de su título de duquesa y que se marche Casillas del Real Madrid, pero si Preysler se ilusiona, la ciclogénesis explosiva se dispara entre los ciudadanos.

Desde el notición, Isabel permanece en una especie de «arrestro domiciliario» hasta que amaine la tormenta. Ella sabe cómo hay que actuar. Su experiencia vale un cum laude. Vargas Llosa ayer estuvo en la Universidad de Alicante, de la que es doctor honoris causa, y no habló de Preysler, sino de Venezuela. «La situación del país es un desastre. Prácticamente la libertad de crítica ha desaparecido y la represión a la oposición es cada día peor, como ha comprobado Felipe González, que ha sido maltratado de manera realmente vergonzosa».

El apoyo de los hijos del escritor

Por su parte, Patricia que firmaba su comunicado en Madrid, está recibiendo el apoyo de sus hijos Morgana, Álvaro, y Gonzalo, el que fuera novio de Genoveva Casanova. Aún tenemos la imagen de la ex condesa de Salvatierra paseando con muletas por un Estocolmo nevado y unos zorros rojos prestados por el peletero Miguel Marinero. Y también se recuerda cómo en el baile post-entrega de los premios Nobel se marcó uno con el que pudo haber sido su suegro escritor. Un hombre que siempre ha sabido apreciar la belleza femenina. No en balde un novelista necesita vivencias para nutrir sus relatos. Por ejemplo, le gusta subir a los escenarios para interpretar sus propias obras de teatro junto a Aitana Sánchez-Gijón, una mujer muy bella por dentro y por fuera.

Volviendo al tsunami Preysler-Vargas Llosa, además de confirmar que sí, que salen juntos, hay que recordar que ambos son adultos libres. A Patricia Vargas Llosa –ella en su comunicado sigue firmando como Vargas, lo de Llosa es normal porque el escritor y ella son primos– le ha costado entenderlo y de ahí que esa portada esté dirigida a ella. Esa exposición de los hechos públicamente urbi et orbi es inapelable. Ante eso puedes lanzar tu último comunicado desesperado pero nada más. Es un órdago con envido a la grande y final de partida. Ahora se tiene que busca un buen abogado, que hay patrimonio y fuerzas encontradas.

Desde que Isabel en 1986 fuera enviada por «¡Hola!» a entrevistar a Mario Vargas Llosa a Missouri surgió un flechazo. Dicen que entre ellos «hay química desde ese primer encuentro», pero en ese momento ambos estaban felizmente casados. Tras aquella entrevista nació una bonita amistad que han compartido con sus parejas respectivas, Patricia y Miguel. Ambas parejas habían comido, cenado, coincidido en vacaciones, los hijos de ambos se conocen y, por supuesto, Vargas Llosa ha estado en casa de Isabel.

Amistad entre sus hijos

Entre los hijos de ambos no existe amistad porque son de generaciones diferentes, pero sí han coincidido en alguna ocasión y se conocen. Quizás hay más relación con Morgana que con Álvaro y Gonzalo. Y sí, todo ha ido ocurriendo con normalidad y naturalidad. Sólo hay un «pero»: el disgusto de Patricia que «ruega respeto por su privacidad» y está sorprendida «y apenada por las fotos que han aparecido en una revista del corazón». Ha tenido que encontrarse de sopetón con la portada de la revista y eso le habrá hecho reflexionar. Lo siguiente es empezar a pensar en la compleja y costosa separación, aunque ella se empeñe en no querer ver lo evidente. «Hace apenas hace una semana estuvimos con toda la familia en Nueva York celebrando nuestros 50 años de casados». Quería dar a entender que dos que celebran unas bodas de oro no están separados, pero no es verdad. Ahora empieza un nuevo libro con las páginas aún en blanco.