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Viri, a Mariano: «Necesitas unas gafas más modernas»
Fue la primera persona a la que llamó el presidente tras el ataque de Pontevedra: «Tranquila, estoy estupendamente». Ironías del destino, hace semanas que su esposa le había encargado unas lentes nuevas y que, como una premonición, ya luce
Fue la primera persona a la que llamó el presidente tras el ataque de Pontevedra: «Tranquila, estoy estupendamente». Ironías del destino, hace semanas que su esposa le había encargado unas lentes nuevas y que, como una premonición, ya luce
Fue la primera persona a la que llamó tras el desgraciado ataque del que fue objeto en Pontevedra. Mariano Rajoy, magullado y dolorido por la bofetada del infame radical que le agredió, habló con su esposa Elvira. «Tranquila, Viri, estoy estupendamente», le dijo el presidente desde el coche que le trasladaba a un nuevo mitin en La Coruña. Rajoy no quiso, ni por un momento, suspender su agenda de campaña y ordenó a su equipo que desligaran el incidente del debate político. Ironías del destino, hace semanas que Elvira le había encargado al presidente unas gafas nuevas, dado que las tres dioptrías habituales le habían aumentado. «Necesitas unas más modernas», le había dicho a su marido tras la última revisión óptica con un oftalmólogo de confianza. Como una premonición, las nuevas lentes salieron de inmediato desde Moncloa hasta Barcelona, donde el presidente las luciría en el atril de una conferencia. «Miren ustedes, ya tengo la mirada en plena forma», confesó Rajoy al grupo de personas que le saludaba en el acto electoral.
La anécdota refleja el carácter decidido y la complicidad existente entre Mariano Rajoy y su esposa. «Le da sabios consejos», aseguran en el entorno del presidente, donde muy pocos, al margen de la actividad política, hablan con Elvira Fernández Balboa. Entre ellos, el jefe de gabinete y director de campaña, Jorge Moragas, la secretaria de Estado de Comunicación, Carmen Martínez Castro, y la ministra de Fomento, Ana Pastor. A todos ellos les considera amigos personales desde hace muchos años, sobre todo en la dura etapa de la oposición, cuando desde la pérdida de las elecciones tras el atentado del 11-M muy pocos confiaban en la remontada de Mariano. «Ella nunca olvidó a quienes en aquel momento estuvieron a su lado», aseguran en este entorno. Añaden que, desde su papel inmensamente discreto, siempre en la sombra, Viri es la mejor y auténtica confidente del presidente.
Ni secretarias personales, ni gabinete propio, ni intendencias de primera dama. Elvira aborrece el protagonismo, el derroche y la presunción. Ella es una mujer de su casa que en contadas ocasiones aparece públicamente con el presidente. «Eso es muy americano y nosotros somos de Pontevedra», asegura con ironía gallega Mariano Rajoy cuando se le pregunta por las apariciones de otras compañeras de candidatos. De hecho, en esta campaña, Elvira no ha estado en ningún acto electoral, pero sí en el solemne funeral de Estado por la muerte de los dos policías asesinados en Afganistán. «Ella cumple a la perfección su papel institucional y se aleja de la marejada política», dicen en Moncloa.
Ello no impide que aconseje a su marido en algunos aspectos de la vida cotidiana y su proyección pública. Por ejemplo, en las últimas apariciones de Rajoy en algunos programas de gran divulgación televisiva, como fue el de Bertín Osborne, que batió todos los récords de audiencia. «En su casa, y tú, en la de todos», le dijo Elvira a su marido con sutileza gallega como sugerencia para acudir al programa. Según fuentes de Moncloa, la opinión de Elvira fue decisiva para que Rajoy estuviera en este espacio de enorme audiencia y que propicia una imagen muy cercana del personaje invitado. La figura de un hombre familiar, en la cocina, en las entretelas domésticas, y esa entrada en los hogares de millones de españoles, fueron vistos por el ojo inteligente de Elvira. «Mi mujer me ha dicho que venga aquí», reconoció el presidente en la entrevista con Bertín, de la cual están muy satisfechos en el equipo de campaña del PP.
Todos los funcionarios de Moncloa, algunos ya muy veteranos, coinciden: es sencilla, muy cercana y está pendiente de todo. La más educada, austera y supervisora al milímetro. Así definen a Elvira Fernández Balboa todos cuantos trabajan en el palacio presidencial y han tratado con ella en estos cuatro años. Ella sigue reacia a hablar de sí misma y huye de las entrevistas como el agua del aceite. Es guapa, sin estridencias. Elegante, pero muy discreta. Y familiar hasta la médula, orgullosa al hablar de sus dos hijos, Mariano y Juan: «Son buenos chicos, toco madera». Siempre reservada, pero afable, Elvira ha dotado a la residencia presidencial de un estilo propio. Mucho más de «ir por casa», asegura el personal monclovita.
Frente a sus dos inmediatas antecesoras, Elvira renunció a su trabajo externo. A Carmen Romero y Ana Botella les apasionaba la política y ambas tenían mucha vida propia fuera de La Moncloa. No es el caso de la mujer de Rajoy, que ha dedicado estos tres años a imprimir un calor de hogar a la residencia del jefe del Gobierno. Cuando se le pregunta por qué ahora el personal monclovita habla tan bien de ella, se limita a decir con modestia: «Es normal, estoy aquí muchas horas». Cierto. La esposa de Rajoy no pierde un minuto, supervisa todos los detalles, ha ahorrado en el presupuesto y se ha convertido en lo que todos llaman con admiración «una educada y perfecta gobernanta».
- «Siempre en su sitio»
Es lista y muy mañosa, dicen quienes a diario tratan con ella. Suele acompañar muy pocas veces al presidente, pero cuando lo hace se comporta como una gran señora. «Jamás interviene cuando no debe y está siempre en su sitio», afirma un miembro del servicio de protocolo de Moncloa. Le gusta hacer los deberes con sus hijos, que aún estudian en el Instituto Británico en Madrid, tras unos cursos en Inglaterra, y permanece muy unida a su familia. Viri es la mayor de tres hermanos y los vecinos de la zona donde vivían en Galicia la recuerdan como una joven seria, natural y disciplinada. Su madre siempre presumía de hija, contaba que era muy estudiosa y tenía unas manos buenísimas, hasta el punto de que se hacía sus propios apaños con la ropa. Ello revela la sencillez de la esposa del jefe del Gobierno, a quien todos en Mon-cloa definen como «una gran señora, la más educada de todas», en palabras de alguien que lleva muchos años trabajando en el complejo presidencial.
Elvira supervisa personalmente la intendencia doméstica y vive pendiente de sus dos hijos y de su anciano suegro, al que adora. El padre de Rajoy tiene ya 94 años, está fantástico de cabeza pero requiere cuidados. Ahí está su nuera para que nada le falte. La actual dama monclovita tiene poco que ver con Carmen Romero, Ana Botella y Sonsoles Espinosa. Ni tampoco con las actuales compañeras de los candidatos. Alejada por completo de la política diaria, sumamente discreta, ahorradora por convicción, no realizó ningún cambio en la residencia familiar y se limitó a desempolvar algunos muebles aparcados en el almacén. Su perfil es el de una esposa dedicada por completo a su familia, dispuesta a lo que sea por apoyar a su marido. Confidente de Rajoy, ambos han pasado muchas cosas juntos, algunas muy duras. Por ejemplo, la muerte prematura de su primer hijo, los insultos durante la tragedia del «Prestige» y la derrota electoral. Ella siempre estuvo a su lado y sacrificó su anonimato en el balcón de Génova, tanto en los malos momentos como en la victoria.
Su vida diaria es la de una ejemplar madre de familia. Rajoy madruga mucho, el despertador suena hacia las siete de la mañana, y ella a veces le acompaña en la práctica diaria de una buena sesión de cinta gimnástica. Los fines de semana, con un discreto equipo de seguridad, la pareja practica senderismo por los montes de El Pardo, algo que ya hacían cuando vivían en el chalet de Aravaca. Después, el desayuno es sagrado, que siempre hace con su marido y los niños, si algún viaje oficial no lo impide. Esa buena cuajada con cereales, que tanto le gusta al presidente, zumos de frutas y café, junto a la lectura del resumen de prensa. Es una mujer que sigue de cerca la actualidad, aunque nunca opinará en público de nada. Sus convicciones, arraigadas, las guarda para sí misma. Esa manera de ser, tan galaica y reservada, es algo que la hace muy complementaria con su marido. Un hombre que habla poco, observa mucho y actúa cuando casi nadie lo espera. Ella es como Mariano Rajoy, una gallega en estado puro.
Esta Nochebuena las pasarán «donde Dios quiera», dice la esposa del presidente, sabedora de que todo estará marcado por los resultados electorales. Pero lo previsto es acudir a su casa de siempre en Sanxenxo, porque la familia Rajoy es de tradiciones firmes. Elvira tiene un gran instinto y su marido confiesa que le dice «verdades como puños», cuando es necesario. Culta, le encanta el cine, la lectura y es profundamente religiosa. «Se nota que tiene principios y valores, no es altanera, se aprende mucho de ella», comentan en su círculo más cercano. Elvira intenta en lo posible llevar una vida normal, sin alharacas. Tiene una bonita figura, es delgada desde siempre y supervisa todos los menús de La Moncloa: familiares y oficiales. Le gustan las comidas sencillas, casi siempre verdura y pescado, con algo de vino blanco gallego. La tierra tira mucho.
No gasta demasiado en ropa, pero hay algo que le encanta: los collares largos. Es lo que más valora que le regalen porque ella los luce desde hace tiempo. En estos cuatro años, ha sido fiel reflejo de una primera dama austera, distinguida, familiar y con los pies en la tierra. Gallega, reservada y honesta, Elvira Fernández Balboa es la prolongación perfecta de Rajoy. Como él mismo dijo, su mejor «media naranja». A las duras y las maduras. En este mes de diciembre cumplen su aniversario de bodas y piensan celebrarlo con la mayor discreción, en la intimidad familiar. Le han dolido mucho los ataques personales a la honradez de su marido porque son austeros a ultranza. Y algunos se lo han escuchado decir en los últimos días: «Mariano, los golpes bajos no podrán contigo». A cada cual, lo suyo. Pero de dinero, a Elvira y los suyos, ni una duda.
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