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El día en el que Von Bismarck salvó la vida al rey Alfonso XII
La red internacional de espías alemanes interceptó una operación que tenía en su punto de mira al rey y a la infanta Isabel
La red internacional de espías alemanes interceptó una operación que tenía en su punto de mira al rey y a la infanta Isabel
Investigando en el Archivo del Palacio Real para mi libro «Infantas» (Plaza y Janés), descubrí un manuscrito de una veintena de folios cuyo encabezamiento llamó poderosamente mi atención: «Secretísimo», estampó con tinta negra su autor, Francisco Merry y Colom, embajador de España en Berlín. Fechado el 1 de abril de 1875 en la capital alemana con el membrete de la Legación de España, el despacho advertía del asunto a tratar: «Sobre el complot contra la vida de S. M. el Rey y su Alteza la Princesa de Asturias». El destinatario de tan alto secreto de Estado era Antonio Cánovas del Castillo, presidente del Consejo de Ministros. El mismo que alentó de manera decisiva la restauración monárquica en España, culminada con el golpe de Estado del general Martínez Campos en Sagunto.
Reconstruyamos ahora fidedignamente esos mismos hechos que han permanecido ajenos a los historiadores. Todo empezó la mañana del 31 de marzo de 1875. A las diez y media, el embajador español en Berlín recibió la visita inesperada de un mensajero en su residencia del hotel Royal.
El criado le tendió una tarjeta de presentación que decía: «Conde de Bray Steinburg, secretario de la Embajada de S. M. el Emperador de Alemania».
El conde de Bray dirigía entonces en la sombra el Gabinete privado de Otto von Bismarck, canciller y artífice de la unificación alemana. Nada más presentarse, dijo ser amigo del príncipe Adalberto de Baviera, hijo del rey Luis I de Baviera y esposo de la infanta de España Amalia de Borbón, a través de los cuales había conocido a la reina Isabel II en el exilio de París.
El diálogo entre ambos dignatarios discurrió en estos términos:
–El Príncipe Bismarck [informó el conde] me ha dicho que es usted un hombre de honor, amante del rey y de su familia, y que goza de la confianza de su gobierno, razón por la cual me ha ordenado que contactase directamente con usted.
–¿Y bien? [empezó a impacientarse el diplomático español].
–Usted no ignora que el Príncipe está muy bien informado de lo que sucede en otros países gracias a nuestra red internacional de espías. Hace unos días, él recibió aviso de uno de sus agentes secretos en Madrid, alertándole de que los carlistas y federales tramaban un atentado contra la vida de S. M. el Rey de España y de la condesa de Girgenti [título adoptado por la infanta Isabel tras su boda impuesta con Cayetano de Borbón, conde de Girgenti y hermano de Francisco II, el proscrito rey de las Dos Sicilias].
- Agente de confianza
Y añadió:
–Para cerciorarse de tan grave asunto, el Príncipe Bismarck en persona envió a Madrid a un agente de su máxima confianza, apellidado Regray. El mismo que destacó en su día en la capital para averiguar quiénes habían asesinado al general Prim. Aquí tengo los despachos de Regray y los del cónsul alemán en Bayona. Compruebe usted mismo si no su asombrosa coincidencia [afirmó, entregándole una carpeta].
Francisco Merry y Colom ojeó sigilosamente los documentos. El caso era, en efecto, gravísimo. La conspiración parecía estar ya en marcha. Nada más enterarse Bismarck, hizo llamar al conde a Londres, donde estaba en comisión de servicio. El propio canciller le indicó luego que la ejecución del atentado se había adelantado por la actitud del general carlista Cabrera.
Von Bismarck insistió en que nadie más que Cánovas del Castillo debía estar al corriente del asunto para no arriesgar las vidas del rey Alfonso XII y de la infanta Isabel. Acto seguido, señaló a los instigadores, empezando por el obispo de Urgel, monseñor Caixal y Estradé, quien al parecer había sufrido ya varios destierros por simpatizar con la causa carlista y oponerse a los decretos liberales del gobierno; además, en la tercera guerra carlista fue nombrado Vicario General Castrense de las tropas del pretendiente.
Manuel Ruiz Zorrilla, ex presidente del gobierno con Amadeo de Saboya, era otro de los implicados en el complot, según Bismarck, dado su enconado enfrentamiento con Cánovas y su oposición sistemática a la restauración monárquica en la persona de Alfonso XII. Los conspiradores estaban en París, donde se les vigilaba ya estrechamente para que no pudiesen regresar a España.
Lo que sucedió después es público y notorio. La providencial intervención, y por qué no decirlo también, el interés político del primer ministro Otto von Bismarck bajo el reinado de Guillermo I de Alemania preservó las vidas de Alfonso XII de España y de su hermana la infanta Isabel sin que ninguno de los dos lo supiera.
El rey Alfonso XII estaba ya curado de espanto desde que sufrió su primer atentado, el 25 de octubre de 1878. En aquella ocasión, el tonelero anarquista Juan Oliva Moncasi le disparó hasta tres veces a la altura del número 93 de la calle Mayor. Pero montado en su caballo, al frente de un séquito militar, Alfonso XII salió milagrosamente ileso. Al año siguiente, el rey volvió a ser encañonado por otro anarquista, el panadero Francisco Otero, autor de varios disparos también fallidos contra el monarca y su segunda esposa, la reina María Cristina de Habsburgo, mientras regresaban a palacio en un carruaje descubierto tras un paseo por el Retiro. Pero antes de ambos regicidios frustrados hubo otro ignorado hasta hoy que pudo acabar con las esperanzas e ilusiones del floreciente trono de los Borbones, el cual acabamos de desvelar. La buena estrella salvó así a este monarca amenazado de muerte.
@JMZavalaOficial
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