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Javier Ipiña o el príncipe Carlos Hugo de Borbón-Parma
Bajo este alias trabajó en una mina asturiana hasta que fue descubierto
Bajo este alias trabajó en una mina asturiana hasta que fue descubierto
No sé lo que opinarán los carlistas, pero creo que podemos considerar una «misión política» o de propaganda la que llevó al príncipe Carlos Hugo de Borbón-Parma a Asturias, a principios de los sesenta del pasado siglo. Ya en 1956 se había instalado secretamente en casa de un obrero vasco, fundador de los Sindicatos Libres, Pedro Ulaortua. Así vivió una larga temporada en Bilbao sin que nadie llegase a adivinar su verdadera identidad. Carlos Hugo de Borbón-Parma y Borbón-Busset, nacido y educado en Francia, fue, en efecto, enviado por su padre a España, donde vivió algún tiempo de incógnito. Desveló oficialmente su identidad en el acto carlista de Montejurra, Navarra, el 5 de mayo de 1957, en el que se proclamó «Príncipe de Asturias y fiel a mi padre, el Rey». Utilizó los títulos de duque de San Jaime y de duque de Madrid. Por ello, Francisco José de Habsburgo y Borbón –hermano de «Carlos VIII»– interpuso una querella contra él. Sin embargo, fue sobreseída pues tanto los tribunales como la Diputación Permanente de la Grandeza de España consideraron que esos títulos llamados «de pretensión», que toman los reyes y pretendientes para sí mismos, no se rigen por la legislación nobiliaria.
El 2 de julio de 1962, desde la Estación del Norte, de Madrid, Carlos Hugo partió hacia el norte. Iba a trabajar en la mina «Sotón nº 4» de la Duro-Felguera, a 600 metros bajo tierra. En la estación se reunieron siete estudiantes que no se conocían entre sí, cuyo único afán común era conocer cómo era el trabajo en una mina de la cuenca del Nalón. Se trataba de: Honorato Morante Mejías y Luis Rivas Gómez, licenciados en Derecho; Francisco Cabeza Coca, perito industrial; Francisco de Godoy y Godoy, facultativo de minas; Celestino García Marcos, opositor a cátedra de Derecho; Juan José Ruiz Sánchez, licenciado en letras y Javier Ipiña, que no era otro que el mismo príncipe Carlos Hugo, quien tras la renuncia de su padre Don Javier de Borbón-Parma en 1975 se convertiría en pretendiente a la Corona de España, y luego en Duque de Parma en 1977 a la muerte de su progenitor. Por entonces ya reinaba Don Juan Carlos I.
Un día, en La Felguera, unas chicas se negaron a hablar con Don Carlos Hugo y su compañero García Marcos, diciendo «no vamos con mineros». Todo acabó cuando un periodista, Jaime Peñafiel, fotografió al príncipe al salir de la mina. Así acabó este curioso incógnito. Según Juan Balansó, Peñafiel fue enviado para identificar a Don Carlos Hugo, mezclado entre los mineros asturianos. A la salida del pozo el príncipe se tenía que sacar un pañuelo rojo con el que enjugaría el sudor de su frente. Aquella sería la señal para «descubrirlo casualmente» y empezar a gritar con aire de asombro: «¡Ah, Vuestra Alteza aquí, qué sorpresa...!». Fue el 31 de julio de 1962 cuando la prensa nacional desveló que el príncipe había estado trabajando de incógnito durante un mes en una mina asturiana, bajo el pseudónimo de Javier Ipiña.
El mismo Carlos Hugo escribió: «Nadie se dio cuenta de mi verdadera personalidad. Por la noche, después del chigre, descansábamos en lo que llamábamos la residencia, una especie de dormitorio tipo barracón familiar. Los sábados por la noche o los domingos por la tarde, siempre que librábamos, íbamos al pueblo a bailar. Una vez ocurrió que una chica me dijo que ella no bailaba con mineros. Le dije que era estudiante. “Sí, sí”, me contestó, “pero un estudiante-minero”. Era la hija del representante de Avecrem en la zona». Y también relató él mismo cómo le descubrieron: «Un día, alguien descubrió mi verdadera personalidad y vino un fotógrafo que quería comprobar la veracidad de la noticia. Y me reconoció. Fui a ver al ingeniero jefe y le dije que, efectivamente, era la persona que los periódicos señalaban. Y en estas condiciones, ya no tenía sentido seguir en la mina, porque ya nadie iba a hablar conmigo libremente. Nos despedimos y volví a Madrid».
Su carácter
Carlos Hugo, fue uno de los príncipes contemporáneos académicamente más preparados, aunque muchos consideran que tergiversó la esencia del Partido Carlista, transformándolo en «socialista autogestionario», llegándose a presentar en coalición con Izquierda Unida en las elecciones de 1986, sin embargo para entonces, y desde 1980, Carlos Hugo ya se había dado de baja del partido. Doctor en Derecho por la Sorbona y en Ciencias Económicas por Oxford, trabajó en el Deutsche Bank y fue profesor en Harvard. Su actividad política le hizo chocar con el Franquismo que le expulsó de España. En los noventa reactivó las órdenes dinásticas de su Casa, dedicó más tiempo al ducado de Parma, del que era titular, y repartió títulos entre sus hijos.
La fecha
8 de abril de 1975
Fue el 8 de abril de 1975 cuando Don Javier, padre de Don Carlos Hugo, renunció a sus correspondientes derechos a la Corona de España. Aún entonces vivía el dictador Francisco Franco y nuestro protagonista se convirtió así en pretendiente carlista y presidente del Partido de ese nombre. La deriva socialista autogestionaria de esa formación le enemistó con su hermano menor Sixto, que encabezó la Comunión Tradicionalista Carlista, la cual intentaba conservar la pureza de la causa.
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