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Myanmar: Mabel Lozano y su pasión por oriente

Un país que conserva todas sus costumbres intactas

La incombustible Mabel Lozano cuidando de un elefante en Myanmar, Antigua Birmania
La incombustible Mabel Lozano cuidando de un elefante en Myanmar, Antigua Birmanialarazon

Un país que conserva todas sus costumbres intactas.

«Soy una enamorada de Oriente. Hace mil años, en otra vida, cuando trabajaba como modelo, viví en Tokio. Te digo en otra vida porque llevo 12 años siendo directora de cine y todavía hay quien me describe en sus textos como modelo..., alucino, ¡con lo mayor que soy!». Lo cuenta entre risas porque verdaderamente lleva más de una década detrás de las cámaras, y no delante. Y lo hace centrada en un tema tan sangrante como es la trata de blancas y el tráfico de mujeres. En octubre estrena película documental, «El proxeneta», en la que por primera vez un proxeneta, condenado y sentenciado, ideólogo de la trata de blancas en nuestro país y dueño de los más importantes macroburdeles españoles, cuenta en primera persona cómo son los hilos que mueven el negocio y el crimen organizado que los manejan. Un testimonio único e inédito que lleva a la pantalla con la misma entrega y pasión con la que lo narra todo. Realidades que duelen pero que deben ser contadas. Finalizado el montaje y antes del estreno, se marchó de vacaciones con su familia y de ahí su referencia a Oriente. «Nos fuimos 15 días a Myanmar, que es la Antigua Birmania. Como te decía, me fascina Oriente y quería mostrárselo a mis hijos, que ya son adolescentes, y me apetecía que la primera vez que fueran lo hicieran conmigo». Así fue. Versada en la zona, le quedaba Birmania por visitar y cumplió su deseo. «Hasta hace muy poco era una dictadura militar y ha estado cerrado al turismo, por lo que es un país que conserva todas sus costumbres intactas. Es muy virgen, de una amabilidad extrema, mayoritariamente rural, y se vive el budismo con gran religiosidad. Todo es una preciosidad. ¡Lo hemos recorrido entero! Hemos dormido en la montaña, bañado con elefantes, recorrido los lagos en barca, visitado las pagodas... Una inmersión total. Y a mis hijos les ha fascinado. Yo lo disfrutaba mucho a través de sus ojos, pero también a través de los míos, porque hacía tiempo que no viajaba a Asia y me he encontrado con un país extraordinario. Noble. En muchos pueblos veías a las mujeres arando con bueyes y a la gente desplazándose en carretas porque no conocen la maquinaria, y mis hijos se quedaban alucinados. En Yangon sí se veía evolución porque es una ciudad más abierta al mundo, pero aun así está todo por hacer y por construir. Qué viaje más maravilloso. Los olores, los colores, los sabores... Ha sido una experiencia extraordinaria». Y con ese recuerdo vivirán hasta el próximo verano: «Nosotros hacemos un solo viaje al año. No tenemos ni tiempo ni dinero para andar siempre por ahí, así que ese gran viaje anual va variando. Cuando los niños eran pequeñitos íbamos a países europeos y ahora ya podemos aventurarnos más. Este año era el momento del gran salto. Y el que viene haremos la Ruta 64 de Estados Unidos. Nos apetece muchísimo».