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Átomos para la paz

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Los comienzos de la energía nuclear no fueron, precisamente, pacíficos. Y, aunque hoy la fisión de átomos se usa en todo el mundo sólo para generar energía eléctrica, la puesta en marcha de esta tecnología estuvo siempre unida al escenario militar. Fue así hasta un 22 de agosto de 1950. Ese día el reactor de grafito de las instalaciones científicas de Brookhaven, en Estados Unidos, alcanzó criticidad. Es decir, el número de neutrones producido por la fisión coincidió con el número de electrones absorbidos y fugados del reactor. En otras palabras, se había puesto en marcha la primera reacción nuclear en cadena con fines pacíficos de la historia.

El BGRR (Brookhaven Graphite Research Reactor) era una pequeña instalación de hormigón color crema y arquitectura racionalista en el Condado de Suffolk, a unos 120 kilómetros de Nueva York. Desde su construcción estaba claro que sólo se iba a utilizar con fines experimentales civiles. Refrigerado por aire y utilizando grafito como moderador, estaba aislado absolutamente del entorno para evitar cualquier interacción biológica. El combustible original utilizado fue uranio natural. Pero en 1958 la instalación se adaptó para utilizar uranio enriquecido. Con él podía operar a una media de 28 megawatios de potencia.

El reactor estaba confinado en un cubo de 7 metros de altura. Dentro de él se realizaron docenas de experimentos en medicina, biología, física nuclear, ingeniería... En buena medida, podemos decir que si hoy conocemos isótopos para la radioterapia, centrales nucleares para la generación de energía o aparatos de diagnóstico por imagen que detectan cánceres en los primeros estados de su formación, es gracias al impulso de la ciencia realizada en Brookhaven. Su legado, por lo tanto, ha llegado mucho más allá en el tiempo de lo que duraron sus escombros.

Porque la vida del BGRR no fue muy larga. Operó sólo 18 años más después de aquel agosto de 1950. En 1972 se habían completado las tareas de extracción de todo el combustible nuclear que almacenaba y el edificio entró en fase de apagado de seguridad. Desde 1977 a 1997, diferentes partes de la instalación fueron transferidas a otras instituciones, como el Museo de la Ciencia de Brookhaven. Las tareas de desmantelamiento definitivo comenzaron en 1999 y se prolongaron hasta 2012. Sólo a partir de ese año se puede considerar que no queda rastro del reactor nuclear en el que se inauguró la era pacífica de la fisión.