Ciencias humanas
¿Quién fue el primer humano que puso la mano en el fuego?
Disculpen el juego del título. Ciertamente es imposible saber qué individuo plantó por primera vez su zarpa en una llama. Pero ¿se puede averiguar desde cuándo hacemos hogueras? No sería descabellado pensar que aquellos pioneros también lo fueran en la desgracia de quemarse.
Sabemos que hace unos 1,8 millones de años el cerebro de los Homo erectus comenzó a crecer al tiempo que disminuía su aparato digestivo. Pero no tenemos constancia de que ya entonces aquellos seres fueran capaces de dominar el fuego. Aunque muchos expertos consideran que precisamente la disminución tamaño del estómago y el aumento del cerebro se debió a la introducción de alimentos cocinados en la dieta. Hasta hace muy poco el resto más antiguo de utilización de hogueras databa de sólo hace 250.000 años. De ser así, la teoría del crecimiento del cerebro por culpa de la cocina se desvanecería.
Pero más recientemente algunos hallazgos paleontológicos han adelantado algo más el primer uso de hogueras de la historia. La evidencia actual más antigua sobre esta práctica se ha encontrado en los yacimientos de Swartkrans, en Suráfrica. Se trata de un grupo de restos óseos con claras muestras de haber sido quemados. Junto a ellos aparecieron algunas herramientas y otras pistas que sugerían que los huesos habían sido manipulados. Tiene cerca de dos millones de años. En Kobi Fora (Kenia) se han hallado tierras de más de un millón de años que adquirieron un color especial sólo posible tras el contacto con llamas. No podemos saber con certeza si esos restos responden al uso controlado y continuado del fuego o fueron episodios aislados y accidentales. Pero sí es probable que aquellos individuos ya hubieran podido probar las excelencias de la comida cocinada y descubrieran sus virtudes organolépticas. Habrían puesto, sin duda, más de una vez la mano en el fuego. Pero ¿qué les atrajo?
Cuando un grupo de proteínas en un trozo de carne se calienta o se mantiene almacenada durante mucho tiempo se produce un complejo sistema de reacciones químicas que se conocen como reacción de Maillard. Como resultado de esas reacciones se generan en el alimento melanoidinas que le confieren una coloración variable entre el amarillo y el marrón. Es lo que llamamos «dorar» al fuego. Otro efecto secundario de esta reacción es la producción de compuestos aromáticos que resultan muy agradables al olfato y el gusto humano. Es probable que algunos pioneros erectus descubrieran por azar el agradable sabor de la carne tostada y trataran de reproducirlo. El fuego ablandó los alimentos y catapultó la evolución de la inteligencia humana hacia nuestra obsesión actual por la gastronomía.
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