Moda
El Museo del Traje revive a Tino Casal
La galería rinde homenaje al cantante por el 25 aniversario de su muerte con una exposición de 200 piezas personales del artista, icono de la movida madrileña
La galería rinde homenaje al cantante por el 25 aniversario de su muerte con una exposición de 200 piezas personales del artista, icono de la movida madrileña
La mañana del 22 de septiembre de 1991 todo un país lloró la noticia de su muerte. Amanecía ya cuando Tino Casal se disponía junto con tres amigos a subirse en el coche que los llevaría de vuelta a casa tras una noche de fiesta en una conocida discoteca madrileña. Ocupó el asiento del copiloto y, sin abrocharse el cinturón de seguridad, emprendió el viaje que acabaría con su vida a los 41 años. El exceso de velocidad quiso que aquel automóvil se estrellara contra una farola en las inmediaciones del Puente de los Franceses, sobre el río Manzanares, lo que, unido al descuido de seguridad por parte del artista, acabó con Tino como única víctima mortal de aquel funesto accidente.
Aquel día murió la leyenda y nació el mito de un asturiano que desde niño mostraba ser merecedor de lo que ya en la cima de su carrera se le llegó a considerar: el David Bowie español. «Desde muy pronto pinté los pechos de Sara Montiel, mientras los demás niños daban patadas a un balón», confesó quien fiel a la estética «kitsch» y rompedor de esquemas llenaba las pistas de «Eloíses» que se multiplicaban a la par que escalaba puestos en las listas de éxitos, convirtiéndose en todo un icono de la movida madrileña.
Título que se ganó ya pasados los años 70, al volver de Londres, adonde se marchó unos años antes decidido a empaparse del que fue su ídolo, Bowie, precursor de lo que se llamó el «glam rock». Tino supo impregnarse de las vanguardias estéticas londinenses y, con extravagantes vestimentas coloridas, rostro maquillado y cabello cardado, regresó a España abanderando la «contra imagen» del «macho-rock» imperante entonces y dando un uso masculino y provocativo a elementos de la indumentaria tradicional femenina.
Precisamente es el fastuoso atuendo del artista el motivo de «Tino Casal, el arte por exceso», nombre de la exposición que hoy ha inaugurado el Museo del Traje de Madrid como homenaje al asturiano en el 25 aniversario de su muerte. «En un tiempo en el que muchos participaron de la mascarada como parte inseparable de la cultura de transición, Casal llevó el reto hasta sus últimas consecuencias. Con él llegaría el escándalo, una frivolidad furiosa que exigía nuevos aires, una perspectiva distinta sobre las cosas», dice el cartel de la muestra, compuesta por conjuntos, complementos, portadas de discos, fotografías y obras de arte del asturiano.
200 piezas
En total, 200 piezas personales, la mayoría préstamos de su familia, aunque también procedentes algunas de varios artistas vinculados a la corta pero intensa vida de Casal, entre ellos, el cantante Paco Clavel o los diseñadores Francis Montesinos y Antonio Alvarado. Y es que, habiendo realizado estudios artísticos en su Oviedo natal, Casal, además de cantar, esbozaba portadas de discos, pintaba cuadros, diseñaba accesorios y hasta esculpía esculturas. «La figura de Tino Casal ejemplifica bien esa amplificación de la importancia de la imagen, encontrándonos en su caso con un compendio de influencias que ilustra los flujos culturales de la posmodernidad», continúa explicando el cartel de la exhibición.
Así, inconformista y polifacético como nadie, quiso colaborar desinteresadamente con diseñadores, fotógrafos y muy especialmente con cineastas de La Movida, entre ellos Pedro Almodóvar, por aquel entonces joven promesa cinematográfica que auguraba entenderse no sólo con los ideales del ovetense sino también con sus amigos, entre ellos Fabio McNamara. Por ello, no dudó en dar parte de sus ahorros al manchego para financiar sus primeros filmes: «Pepi, Luci. Bom y otras chicas del montón» y «Laberinto de pasiones». Tal fue su implicación que en esta última llegó a prestar al protagonista, Imanol Arias, una americana roja, dejando evidencia de querer marcar huella en todas las vertientes artísticas del momento.
Se marchó con muchos proyectos en mente, entre ellos, un nuevo vinilo en Japón y el estreno teatral de «El fantasma de la ópera», porque si algo demostró Casal en el ocaso de La Movida fue saber reinventarse. Aspiraciones que quedaron enterradas con aquel fatídico accidente, que también le impidió ver cómo al día siguiente los escaparates del país ponían a la venta un álbum recopilatorio de sus éxitos.
Hoy, 25 años después de su prematura desaparición, el Museo del Traje certifica que el mensaje de Casal sigue más vivo que nunca. Hasta el 19 de febrero tendremos el privilegio de sumergirnos en el variopinto universo de Tino, la leyenda de un genio sin precedentes.
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