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Historia de España en clave espiritual
Alberto Bárcena hace una lectura del pasado de nuestro país a través de su defensa del catolicismo en el ensayo «La pérdida de España»
Al historiador Alberto Bárcena ha buscado las claves identitarias de España y ha encontrado que la religión es una de las características comunes. Una tesis que ha volcado en su ensayo «La pérdida de España» (Editorial San Román). «Tomé el título de un romance medieval castellano que iba sobre la invasión musulmana y la caída del reino visigodo. Es la primera vez que se pierde nuestro país, porque, también, es la primera vez que su territorio tiene un gobierno propio y está unificado. Puede decirse que es independiente y una nación soberana, pero esto termina en 711». Sostiene que, aunque «quedaron núcleos de resistencia» en el norte de la Península, solo se completó su recuperación con los Reyes Católicos. Un hecho que se consumó no solo desde el punto de vista territorial, sino «también desde el espiritual». «Lo que caracteriza a la nación española es su identificación con la Iglesia Católica. Después de ese momento pudo perderse más veces, como, por ejemplo, durante la invasión napoleónica, que, incluso nos impuso un rey extranjero».
–¿Cómo se extendió después?
–La desamortización va en esa dirección. Se pretende desarticular la Iglesia e, incluso, se llevan a cabo matanzas de frailes en las calles y trae consigo la pérdida de la identificación católica. El gran caballo de batalla es la defensa y el ataque a la Iglesia Católica. Esa acometida a la unidad católica durante el siglo XIX a su vez se prolonga en el XX, durante la Guerra Civil, cuando estuvimos a punto de convertirnos en un país satélite de la Unión Soviética, aunque tampoco se consuma. Ha habido también pérdidas parciales. Con los Reyes Católicos se abrió un nuevo horizonte de España en América, pero con las pérdidas de ultramar estuvimos a punto de perder esa clave de nuestra identidad. Esta, en realidad, es una historia de España en clave espiritual y, por eso, también te das cuenta de que los territorios se pueden volver a tomar, pero no los valores de la identidad.
–¿Cuándo este aspecto se convirtió en parte de nuestra identidad?
–En el siglo IV todo el imperio romano es católico. Es algo que impone Teodosio el Grande, que asegura que la religión del imperio es el cristianismo y el catolicismo. Ya desde entonces se adoptó esta confesión. Los visigodos no imponen el arrianismo, sobre todo porque son minoría y porque la mayor parte de la población que vivía en Hispania entonces es católica. La unidad la impone Recaredo, que es quien proclama que en nuestro país hay una sola religión, el catolicismo. Pero en realidad esta decisión suponía volver a lo que había, ya que barren la herejía arriana y adoptan la fe del país que han conquistado. Desde entonces existe una vocación por parte del español de identificar su destino con la defensa de esta fe. Por eso durante toda la Edad Media los Papas consideran la Reconquista como una cruzada, y es la única que realmente es una cruzada victoriosa pues logra recuperar la unidad católica y nacional.
–¿Y la influencia musulmana?
–Existen cristianos que resisten la presión y aguantan aunque sea pagando un impuesto por serlo. Hay que tener en cuenta que durante ese periodo podías mantener tu fe, pero se te duplicaba la presión fiscal y con la condición de que el culto fuera privado. Después también hubo persecuciones y mártires. Pero España, desde la meseta hacia el norte, aguantó. Precisamente, uno de los incentivos mayores de los cristianos era la conciencia de que esa tierra era la suya, en el sentido de que eran católicos, que trataban defender una unidad, aparte de que conservaban ese referente de la España visigoda y la identidad hispana. Esto servirá para crear esa conciencia de la patria perdida. De hecho, en los momentos cruciales los cristianos se unen, como ocurrió en las Navas de Tolosa, donde todos combatieron por la misma causa. Cuando acabó la Reconquista, que coincide con el descubrimiento de América, lo que se produce es la evangelización, una obra única en el mundo.
Bárcena reflexiona, entonces, sobre lo que sucede hoy, cuando las fronteras, que tantas guerras han desencadenado en el pasado, se derrumban. «Creo que existen valores que se deberían rescatar. La identidad no ha cambiado. En realidad, España es un país que ha mantenido la tradición hispánica y ha sido católica hasta el siglo XXI a pesar de las modas o las influencias de las revoluciones culturales. Y en esencia continúa siendo así.
–¿Cómo encaja esa clave de identidad que comenta con la Unión Europea?
–Todos sabemos que el tipo de moral de la UE es relativista. Pero eso en la esencia española no tiene cabida. Esta dictadura del relativismo es una realidad en Europa; el proyecto mundialista, el mundialismo, que todo esté gobernado desde un solo lugar, aspirar a tener el mínimo número de gobiernos.En Europa, por ejemplo, uno. Pero eso diluye las entidades nacionales. Hay que unificar en la medida de lo posible, pero con límites, es decir, que no se pierdan las patrias aunque se hagan concesiones a la UE. En caso de ceder con ello desaparecería la identidad de una nación. Los europeos tienen bases culturales reconocibles, peculiaridades, pero no para formar un solo estado, un gobierno único, que iría en detrimento de la libertad de cada país, de las culturas.
–¿Cuáles serían las consecuencias?
–La libertad saldría perjudicada. Si se produjera esa unidad, en lo moral se nos impondría un criterio, un relativismo moral, los llamados los nuevos derechos, que no vienen a sumar, sino a reemplazar a los ya existentes. Y eso es lo que predomina en Europa y trata de imponerse.
«En defensa de España»
Alberto Bárcena,
SAN ROMÁN
480 páginas,
20 euros.
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