Andalucía
Aferrada a la podredumbre
En la entrevista-felpudo de cada Navidad, antes del mensajito de estadito en su televisioncita, Susana Díaz insistió en definir a Manuel Chaves y a José Antonio Griñán como personas «honestas y decentes» cuyo juicio por desfalco propicia el «ataque salvaje» de la oposición. Se conoce que el ámbito presumiblemente periodístico de una comparecencia permite licencias que no se tomará en su comunicación institucional. La presidenta, sin embargo, se excede en la encendida defensa de sus predecesores hasta el punto de cometer un error que cualquier psicoanalista de pacotilla no dudaría en señalar como una broma del subconsciente: tanta carga quiso conferirle a la condición intachable de Manolo y Pepe, en efecto, que excavó en su (limitado) acervo hasta hallar epítetos más potentes que «honrados», término que se aplica de cintura hacia arriba, sin encontrar más que lo que su abuela le habría dicho a una muchacha casadera: «Honesta y decente». Le faltó añadir aquello de «limpia», una cualidad que se apreciaba mucho en las austeras viviendas militares que los jerarcas socialistas conocieron en su niñez. Aunque el mal resultado de Iceta ha relanzado sus ambiciones nacionales, en barbecho desde el revolcón de mayo, a Díaz le sigue restando credibilidad entre la militancia al norte de Despeñaperros la certeza de que ha maniobrado para descafeinar la obligatoria asunción de responsabilidades por la gestión bandolera que perpetró el PSOE-A mientras se creyó impune. Convergencia ha debido refundarse dos veces para no desaparecer del mapa, el PP explotó en Madrid y Valencia... pero la Junta de Andalucía sigue enrocada en indefendibles teorías exculpatorias. Cuando reconozcan la existencia del foco infeccioso, será demasiado tarde para impedir la amputación.
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