Arqueología

Albañil en paro y recolector del pasado arqueológico de Marchena

Manuel González Blanco posa junto a los restos hallados en su pueblo
Manuel González Blanco posa junto a los restos hallados en su pueblolarazon

Miles de piezas desde el Mioceno al neolítico han sido coleccionadas por Manuel González Blanco, de 52 años, albañil en paro, quien las encuentra sin excavar en sus paseos por el entorno más próximo a su pueblo, la localidad sevillana de Marchena.

Hachas de piedra, puntas de flecha y de lanza, agujas de hueso, abalorios, dientes de jabalí y piezas de sílex labradas forman parte de esta colección junto a fósiles de ostras gigantes y docenas de dientes del tiburón gigante del Mioceno denominado «megalodón», de veinticinco metros de longitud. González Blanco reconoció a Efe que está convencido de haber hallado los terrenos que son «el colmo de un paleontólogo», los de un poblado neolítico cuyos habitantes reutilizaban los fósiles y las piezas del Mioceno como abalorios y como herramientas, ya que, afirma con seguridad, en las proximidades de Marchena el hombre de la Edad de Piedra no disponía de otros materiales duros y cortantes, por ausencia de rocas. La colección integra docenas de piezas taladradas que se utilizaron como adornos, desde conchas de almeja fosilizadas hasta vértebras de tiburones arcaicos igualmente taladradas por el centro para ser ensartadas.

González Blanco, autodidacto capaz de conversar durante horas con los paleontólogos y arqueólogos que han acudido a visitar su colección, ha decidido darla a conocer públicamente porque ninguna institución presta atención a sus hallazgos. Según su relato, lo más que le han dicho es que no coja más piezas del campo porque las «descontextualiza» pero él –que ha ido adquiriendo conocimientos a medida que engrosaba su colección, leyendo manuales de paleontología, monografías sobre fósiles y recabando información en internet– asegura que «el contexto no existe» puesto que encuentra todas los restos en tierras de labranza y en escombreras.

De hecho, su afición a los fósiles, que ha cultivado desde que era un niño, le ha ayudado a afrontar y superar con éxito problemas personales con su particular sistema de búsqueda: largos paseos acompañado por su perra «Linda» por el entorno de Marchena después de cada chaparrón, en cuanto cesa la lluvia. González Blanco asegura que su intención es donar su colección y que la disfruten los escolares –si es en su pueblo, mejor, para que sus vecinos conozcan una historia que va desde la Edad de Piedra a los remotos tiempos en que la actual Marchena estaba cubierta por el mar–.