Política

Andalucía

Canibalismo «off the record»

Susana contra Pedro
Susana contra Pedrolarazon

«¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?» Anidaba la simiente en el seno del ser humano después del primer asesinato. Con el fratricidio de Abel se levantó la veda y hasta ahora, a cada poco se le corta la cabeza al vecino para seguir hacia adelante. No hay otra, hijos de Caín, la maldad sobrevivió en el arca con el resto de los animales que poblaron la tierra a lo largo de los siglos. Los malos de las películas siempre se llevan a las chicas más guapas y las malas nos gustan más, debió pensar el padre de los dos hermanitos antes de probar la manzana prohibida. Cosas del paraíso y del destierro cuando aún no nos daba vergüenza mostrarnos sin la hojita de parra, pero ya éramos perversos y malévolos. Tanto como ahora, cuando nos dormimos pensando cuál es la mejor manera de meter el dedo en el ojo, de joder la marrana, de salirnos con la nuestra.

Dos azucarillos, mejor que uno, para degustar un café a media tarde, para escuchar confesiones sinceras y vaticinios catastróficos ante las próximas elecciones. Entre sorbito y sorbito, con media sonrisa, el mazazo que te pega Pedro Sánchez se saborea mejor. Dos cucharaditas más, por favor, que hay tragarse que los ministros vayan por delante en las listas sí o sí, aunque a mi gente eso no le guste. El granero andaluz del socialismo, lo que queda, aspiraba a mantener su poderío nacional pese a perder la Junta. «¡No hija no!». Aquellos tiempos de bonanza con los escaños llenos, aquella cabra que se presentaba y ganaba la cabra, todo pasa, todo pasa, hasta que Sánchez le ha visto las orejas, al lobo no a la cabra, y le ha dicho a Susana Díaz aquello de «la única autoridad soy yo». ¿Que no quería café?, pues dos tacitas que la noche electoral es muy larga, un café de esos de velatorio. De no conocer otras cosas, uno llega a pensar en aquello de la masa de la sangre y se acaba sin ver la realidad. ¿Tozudez? Por lo bajini, sin quemarse los labios con los sorbitos, se confiesa que el partido es el partido, que el PSOE está por encima de todo, que se lleva la rosa y el puño en el ADN, aunque del barco quede poco más que la cáscara ideológica que lo envolvía. Qué mal sientan ciertas imposiciones cuando hay que poner buena cara, mantener el tipo y defender que la militancia es la militancia, pero cuidado que viene VOX y saca más de 40 diputados en el Congreso. «Pedro, que viene el lobo y ya no hay caperucitas».

Dicen que lo del ADN se cura o en el diván del psiquiatra o en la barra del bar, pasando o pensando en la doble hélice que nos empuja a tener el pelo rizado, la voz aflautada o un carácter agrio acabados de levantar. «Lo siento señora, es cosa del ADN, no me culpe por no dejarle pasar la primera en el ascensor». Cuando se abre un cajón en una consejería y aparecen todas las cacas del anterior inquilino se acuerda más de uno del ADN de más de una. Tus castas te pueden jugar malas pasadas después de 40 años o incluso milenios, si no que se lo digan a los investigadores que han descubierto que los vascos sólo han mantenido intacto el suyo desde los últimos 3.000 años. Nada se sabe de aquellos pastores mesolíticos que hace 12.000 años levantaron la ikurriña por primera vez en Euskal Herria. Sorpresas de la paleontología, cargarse 8.000 años de un plumazo da para que se caiga más de una «txapela». No está mal, pelotaris desde la Edad de Hierro, no está mal, que los andaluces ya practicaban el canibalismo en el Torcal de Antequera en el Neolítico Antiguo hace 7.000. Lo nuestro era cosa de familia, nos matábamos de puertas para dentro, con sigilo y sin dar portazos, pero le dábamos un buen bocado a la pierna rolliza de la hermana, que la cosas estaba muy mala entonces por las cuevas de Málaga. Cosas de la civilización, ahora en lugar de eso, nos vamos de la política a la empresa privada sin dar ni un porrazo en la mesa, antes de que nos coman en nuestra propia casa.

«En esta profesión hay que comer muchas gambas para ganarse las habichuelas», lema con el que los periodistas justifican los mangazos a los que hay que asistir de vez en cuando para lograr el pan nuestro de cada día. Añoranza de las comilonas de gañote de la época dorada del «Efecto Touareg» con relojes gordos, mucha gomina y toda la poca vergüenza, toda es poca, de la especulación inmobiliaria de antes de la crisis. Cuántas fatiguitas quitaron esos «eventos» de gambas gordas, jamón y servilleta de tela en los mediodías para presentar el nuevo pelotazo urbanístico. Nostalgia, pura nostalgia en el desierto de la «cosa está cortita», donde no se pesca ni un mal canapé de queso fundido con salmón de plástico. Antonio Núñez de Herrera y Andrés Martínez de León se dieron una escapada en agosto de 1930 para disfrutar de la inauguración en Cádiz del Hotel Playa. Fueron tres automóviles desde Sevilla y 15 periodistas. 15. Un mangazo de verdad. «¿Hace falta decir que allí mismo en el Hotel (sic) nos obsequiaron nuestros amigos espléndidamente, con cervezas y vinos y mariscos? ¡Beberlo –que no es errata-, beberlo para creerlo!», se lee en el precioso volumen que recoge toda la producción del periodista en la editorial El Paseo, que defiende sagazmente David González. Ayer en su Campanario natal se rindió el merecido homenaje a uno de los periodistas fundamentales de Andalucía durante el primer tramo del siglo XX, mientras que en Coria del Río una exposición recuerda el genio creativo del padre del personaje «Oselito». Dos nombres propios, dos vidas paralelas, ahora recuperadas en sendas acciones ejemplares, que en cierta medida sucumbieron ante el fértil y cainita ADN de los españoles.