Lucas Haurie
Celia y Micaela
A la paridad, al afán obsesivo por aplicar la matemática donde no ha llegado el sentido el común, le sobran adeptos entusiásticos igual que le sobra la letra final, cuya amputación convierte al término en mucho más significativo: parida. De cuatro vicepresidentas rodearon ayer Patxi López para esta legislatura que veremos a ver cuánto dura. La tercera magistratura del país será este hombre, recuérdese, que fue incapaz en su etapa como lehendakari de prescindir de Txusito Eguiguren, histórico jerarca del socialismo vasco con aficiones tan cafres como potear con etarras o romperle a su esposa un paraguas en la cabeza, suceso acreditado por una sentencia judicial. Tolerancia cero con la violencia de género: claro, claro... Andalucía, para no romper con su tradición folklórica, aporta la mitad de las componentes del gineceo con Celia Villalobos (PP) y Micaela Navarro (PSOE), promesas de las quintas de 1949 y 1956, respectivamente, que representan mejor que nadie, ejem, la voluntad renovadora de los partidos mayoritarios. La enganchada al Candy Crush, o sea, seguro que hallará muchos puntos de concomitancia con la plenipotenciaria de Gaspar Zarrías, el señor de los ERE, porque ambas conocen las Cortes desde el siglo pasado. Si el (deseable) entendimiento entre las fuerzas constitucionalistas consiste en repartirse sillones entre los/las de siempre, casi mejor embarcarse en el proceso constituyente que reclama Pablo Iglesias. Total, la fuga de votantes hacia todo tipo de opciones extravagantes va a seguir siendo masiva porque lo que esta gente parece no comprender es que el personal está hasta las narices de que le tomen el pelo. Es imposible que el parlamentarismo español no tenga nada mejor que ofrecer.
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