Andalucía

Después del shock

El «vamos a llevarnos bien» se mantiene por encima de los cacareos ante los micrófonos

El «vamos a llevarnos bien» se mantiene por encima de los cacareos ante los micrófonos

El resultado electoral del PP en las generales ha cubierto de incertidumbre la celebración de los primeros cien días del «Gobierno del cambio». Tan confiados estaban en que Pedro Sánchez iba camino de la autodestrucción que se olvidaron de que en mayo había que aprobar los presupuestos de la mano de Vox. Casado después de perder los 137 escaños que heredó de Rajoy se quedó en estado de shock. De verse como presidente del Gobierno a conseguir unos resultados devastadores en sólo unas horas no debe ser un trago fácil para nadie. Todos menos los populares tenían motivos para la algarabía, incluso Cs, que con una leve mejoría aposentaba a Rivera como referente del frente conservador en España.

Identidad hipotecada es el término que la psicología coloca en aquellos individuos incapaces de tomar las riendas de su vida y que repiten comportamientos copiados de sus congéneres. Eternos niños con cargos de responsabilidad. Ya saben, eso que se dice frente al espejo a los 12 años: «Seré abogado como papá», pero sin gracia alguna cuando se rozan los cuarenta... En la zona de confort se vive bien hasta que el agua empieza a subir y alcanza la altura del cuello. No nos dimos cuenta, pero el barco ha empezado a escorarse sin que haya contrapeso posible a la marejada. La ola vino y nos hundió. Aquello de la izquierda dispersa, del voto fragmentario, de la consolidación de la papeleta conservadora, no ha sido suficiente en unas elecciones con una movilización social histórica. Se partía de la ecuación falsa de que como la gente se quedó en casa no ganó Susana Díaz. Pues salieron y el lunes el PSOE tenía la Presidencia del Gobierno asegurada. En Andalucía el golpetazo ha sido aún peor para la formación de Moreno Bonilla, que ha quedado relegada al tercer puesto por detrás de los naranjas, con las urnas listas para las municipales y gobernando la Junta con el paraguas de Vox y Cs. Las cosas.

El «vamos a llevarnos bien» se mantiene por encima de los cacareos ante los micrófonos y Vox le ha dado el «ok» a la rebaja fiscal y al plan para acabar con los aforamientos. A la hora de la verdad, le dan la razón a Bendodo cuando saca la cara para que no parezca que se les acaba la fiesta sin probar el primer bocado del pastel. Llega otra hornada de elecciones, la segunda vuelta, que se va luchar con el cuchillo para determinar si finalmente el bloque de derecha es capaz de unir fuerzas para posicionarse como alternativa frente a la izquierda movilizada.

Cuando Casado volvió a pensar que en el centro está el espacio perdido se le escapó la palabreja que ha empañado los primeros cien días de la dupla Moreno/Marín. «La ultraderecha». Abracadabra, el conjuro se lanzó y en nuestra salita de estar comenzaron a afilarse los cuchillos. Ojito con lo que dicen de Santiago Abascal, que nos ponemos de lado y se acabó el cambio. Juan Bravo tiene perfiladas las cuentas y Bendodo le da cuartelillo al juez Serrano, no nos vayamos a cargar la foto, no seamos cainitas, no matemos a la gallina antes de poner el huevo. Pronto, el extintor, que se nos quema el taburete de las tres patas de San Telmo y nos quedamos sin espectro político. Con la marejada entre los socios de Gobierno coge carrerilla el PSOE desmochado el 2-D para tratar de recuperar el terreno perdido. Le ha vuelto la sonrisa en el rostro a más de uno porque cuando gana el PSOE gana el partido, aunque el futuro de Díaz y del aparato municipal dependa aún más del poder de Sánchez en Ferraz. El diálogo es ya de ganador a perdedora y además ven salir sin anestesia del organigrama «juntero» al ex ministro Bernat Soria, que cobraba 150.000 euros al año con un plus de exclusividad de 5.000 euros que se pasó por la pipeta y la probeta. Otra más de las víctimas de las auditorías, que ya aflora un panorama desolador de duplicidades y enchufismo como retrato de una época que hoy parece remota.