Granada
«Días como aquellos»: Juan Ramón y Lorca con la memoria llena de Granada
Alegre Heitzmann revive la estancia de los dos grandes poetas en la ciudad durante el verano de 1924
Alegre Heitzmann revive la estancia de los dos grandes poetas en la ciudad durante el verano de 1924
Junio de 1924, cuatro personas viajan en un vagón desde Madrid hacia Granada. Doce horas desde que el tren salió de la estación de Atocha hasta que se detuvo al pie de Sierra Nevada. Ese trayecto es el preludio de unos días inovidables para todos ellos. De los cuatro, dos ejercerán de anfitriones en su tierra, los otros dos viajan por primera vez a la ciudad que «sufre». Son Juan Ramón Jiménez, Zenobia Camprubí y los hermanos Francisco y Federico García Lorca. Su periplo, así como los años que siguieron a aquel hito, se revive en «Días como aquellos. Granada 1924. Juan Ramón Jiménez y Federico García Lorca». Reconocido con el Premio Álvarez Domínguez Ortiz de Biografías, el escritor Alfonso Alegre Heitzmann recrea la relación de los nuevos poetas con el maestro de Moguer y su incidencia en el despegue de la generación del 27. «Juntos colaboraron en la revista «Índice», un proyecto de Juan Ramón, al que define como «verdadero maestro de esa generación».
El Nobel quedó «conmocionado» tras su paso por la ciudad. «Nosotros no hemos olvidado nunca aquellos días de Granada, en que ustedes nos acompañaron tanto, haciéndonos un doble paraíso de su ciudad maravillosa –evoca en una carta a la familia García Lorca–. Días como aquellos se viven pocas veces en la vida». La estancia transcurrió entre el 21 de junio y el 3 de julio de 1924. Ya el mismo trayecto despertó su inspiración: «Sueño profundo con Granada en un tren llegando a Granada». Alegre Heitzmann ofrece detalles singulares de la preparación del viaje, en el que confluyeron en un mismo espacio Manuel de Falla, Federico García Lorca y Juan Ramón Jiménez, y alrededor de ellos otros ilustres personajes como los pintores Hermenegildo Lanz y Manuel Ángeles Ortiz, Emilia Llanos, Ángel Barrios... Reconstruye lo ocurrido a través del epistolario de unos y otros, de Zenobia, de Falla, de Pedro Salinas, de amigos comunes a los que transmitían su emoción, y de extractos de las memorias de Isabel García Lorca, la pequeña del clan, figura clave, una niña en aquel tiempo y a la que bautizó con el sobrenombre de «hadilla del Generalife» en la dedicatoria de su romance a los jardines de la Alhambra contenido en el libro «Olvidos de Granada».
Juan Ramón Jiménez era un escritor reconocido cuando la recomendación de Fernando de los Ríos cruzó su destino con el joven Lorca. Los dos quedaron extasiados en aquel encuentro: «''su'' poeta vino, y me hizo una excelentísima impresión. Creo que tiene un gran temperamento y la virtud esencial, a mi juicio, en arte: entusiasmo». Así relataba el por carta aquella primera tarde de muchas en que Lorca lo visitó en su casa. Y el granadino, a sus padres: «Ayer estuve con Juan R. Jiménez que le encantaron mis cosas hasta tal punto que me rogó se las dejase para leérselas a su mujer. Es un hombre muy neurasténico y muy entretenido», dice de él. Juan Ramón le empuja a publicar, igual que a otros «buenos nuevos» –como los define–como Espina, Salazar, Guillén...
Años después llegó el vacío inexplicable. Alegre apunta cómo Lorca eludió nombrar a su amigo en una conferencia sobre el «Romancero Gitano» en la Residencia de Estudiantes (en 1935), pese a haberlo evocado dos años en una acto similar en Buenos Aires y Montevideo, como depositario de la actualización del romance.
La tragedia de la guerra empañó aquellos días una década después. Los exilios obligados para evitar lo inevitable para el granadino les sobrecogen. Según sus investigaciones, no fue hasta finales de septiembre de 1936, llegando el matrimonio a Puerto Rico, cuando Juan Ramón y Zenobia supieron del asesinato de García Lorca. «No puedo creer que hayan matado a un poeta por el hecho de ser poeta. Yo no lo quiero creer», reconocía profundamente apenado en una entrevista. «¿Es verdad, Manuel de Falla, Fernando de los Ríos, Luis Rosales, hombres y amigos nuestros de las dos Granadas?», se preguntaba. Dos Granadas que, todavía hoy, siguen haciéndose sufrir la una a la otra.
En los «Olvidos de Granada» Juan Ramón recogió sus impresiones. Se publicó 34 años después de que lo concibiera y 55 después del encuentro. Junio y julio certificaron la amistad entre los dos genios. La peripecia de aquel texto no pudo compartirse hasta 1979, cuando Giner de los Ríos, su depositario, por fin logró publicarlo. En una carta nunca enviada a «Isabelita» García Lorca el moguereño confiesa: «Este viaje ha sido para mí decisivo. Mi porvenir, como mi pasado, está en Andalucía y sólo en Andalucía. Los andaluces tenemos que quererla tanto que por nosotros se derrame en todo el mundo, no universalizándose ella –para tu hermano Federico el conmovedor– si no andalucinando nosotros el mundo entero».
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