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“El antihéroe siempre es más atractivo literariamente”

Juan Eslava Galán participa en los “Encuentros en Cajasol” que llevan por título “Recuperando la historia”

El escritor Juan Eslava Galán
El escritor Juan Eslava Galánlarazon

Juan Eslava Galán compite en velocidad con Lope de Vega. Dos o tres obras por año y siempre guarda alguna bala en la recámara. Jienense de Arjona (1948) y catedrático de Instituto ve con preocupación la atmósfera de unas aulas que dejó hace ya tiempo. «En busca del Unicornio», que escribió en 18 días atrincherado en un piso en Sevilla, lo puso en órbita hace treinta años. Buscó el tren, pasó y lo cogió. Atiende a LA RAZÓN en la sede de la Fundación Cajasol. Habla de literatura histórica y de su último libro: «La Revolución Rusa contada para escépticos».

–¿Hay mucha gente que se ha perdido la historia porque como le pasó a usted con Doctor Zhivago se quedó mirando a Julie Christie y por tanto no saben nada de la Revolución Rusa?

–(Risas). Perfectamente. Primero, porque el sistema de enseñanza español está en crisis. Además, la historia tal y como se impartía antes era una asignatura un poco desagradable. Por eso muchos de los lectores que están enganchados con mis libros me dicen que ojalá le hubieran enseñado la historia como yo la cuento. Una asignatura pendiente que tenemos los españoles es la historia.

–¿Para qué sirve saber de la Revolución Rusa?

–Entre otras cosas porque la Revolución Rusa ha determinado que el mundo sea como es ahora.

–Si hubiera tenido un hijo comunista, ¿qué le hubiera dicho?

–Le hubiera dado algún cogotazo. Y como no le interesaría heredar porque es comunista, pues lo hubiera desheredado.

–En el libro deja entrever una cierta simpatía por el comunismo...

–Bueno porque yo uso mucho la ironía y a veces el sarcasmo. Nunca, jamás, he tenido simpatía por el comunismo. En mi generación muchos han picado. Han sido comunistas y luego se han ido a la derecha derecha. Yo no estoy tan en la derecha pero no he picado. Nunca me ha convencido.

–¿Qué hubiera pasado si hubieran ganado los mencheviques?

–Es muy difícil aventurarlo, pero los mencheviques, dentro de que eran comunistas como los bolcheviques, eran mucho más moderados. Puede que el comunismo hubiera sido un tanto distinto. No obstante, lo que ha ocurrido en Rusia es que existía un jerarca bizantino y quitan al zar pero el que se queda es Lenin. Y a Lenin le sucede un autócrata todavía más asesino que es Stalin. Rusia ha tenido el pie quebrado de que el comunismo lo han entendido al estilo de los bolcheviques.

–Son personajes orwellianos a los que les va creciendo el rabito de cerdo igual que en «Rebelión en la Granja».

–Es la misma historia de la autocracia, que además llega a nuestros días. Putin no es más que un autócrata.

–Hay una serie de momentos chuscos de la humanidad que se han convertido en signo distintivo de sus libros históricos. En este último, la ofensiva de Rusia a la armada japonesa que cuenta en el capítulo «El Perro Loco se va a los puertos». Y en «la Segunda Guerra mundial contada para escépticos» el hundimiento de un submarino porque un militar tira de la cisterna.

–Ya existe mucha literatura histórica de sesgo académico y siempre se van a la parra porque como son quienes son y están en la Universidad pues tienen que escribir para colegas, pero en España nadie escribe para la gente, para los que con sus impuestos costean la Universidad. Algo que no ocurre en Inglaterra, por cierto. Aquí faltan divulgadores. Y yo he encontrado un niño de empleo como dicen ahora. Obviamente me baso en la misma bibliografía, pero escribo para la gente, para que la gente se entere. Y si encuentro el más mínimo trazo de humor sé que aligera la lectura.

–¿Qué pensarán los académicos de la historia si leen que «los rusos quedaron en la Guerra de Crimea como Cagancho en Almagro» o que «a Guillermo II le gustaba un tiroteo más que una remonta»?

–(Risas). Eso obviamente es de mi cosecha. A un historiador académico no se le ocurriría. Yo lo digo así y el lector se entera perfectamente.

–¿Se ha perdido el humor?

–El humor es necesario, somos demasiado solemnes. El español siempre ha tenido ese problema y no sabe cambiar de registro, pero no siempre ha sido así. Quevedo escribe «Política de Dios» y se pone solemne, pero también escribe el tratado del pedo. Eugenio D’ors tiene una anécdota muy ilustrativa. Dictaba los artículos a su secretaria y cuando terminaba le decía: «¿Señorita, se entiende bien?». Si la respuesta era afirmativa, respondía: «Pues oscurezcámoslo». Y así le daba otro repaso para ponerlo más difícil. Yo le doy otro repaso para ponerlo más fácil.

–En el libro aparece el Maestro Juan Martínez. ¿Es un antídoto Chaves Nogales contra el trincherismo político?

–La pena es que Chaves Nogales murió con poco más de 40 años. Si hubiera vivido 30 años más...La claridad de juicio que tiene y la claridad de estilo es encomiable. Yo soy un forofo de Chaves Nogales y tengo todos sus libros anotados y subrayados porque creo que es fundamental.

–¿Chaves Nogales retoma la estela de Larra?

–Larra hizo un periodismo literario, costumbrista, pero son suspiros de monja comparado con lo que hace Chaves Nogales.

–¿El periodismo ha estado más fascinado por el comunismo que por otras veleidades conservadoras?

–El periodismo reciente desde luego. El periodismo que se hizo de derechas era tan carca que obviamente la gente se iba a lo otro. En general, no solo los periodistas sino los intelectuales se han decantado siempre más por la izquierda. Incluso, como dicen en los catecismos, faltando a la verdad. Porque que sospecharan que eras de derechas era muy sospechoso...

–¿Qué puede aprender Pablo Iglesias de este libro?

–A lo mejor aprende algo porque necesita aprender mucho. Es un populista leninista. La gente lo ha votado para vengarse de la clase de políticos corruptos que hay en la izquierda y en la derecha, pero creo que las aguas volverán a su cauce.

–Hay un capítulo en su libro de «La Segunda Guerra Mundial contada para escépticos» que se titula «Salvajadas de seda y jade» en el que cuenta que los japoneses matan a 12 millones de personas. Sin embargo, esta parte de la historia permanece oculta.

–A los occidentales nos da igual lo que pase con los orientales. Tenemos una sensibilidad distinta. Si descarrila un tren en Kathmandu y mueren 400 personas... qué más da, es una cifra. Pero si ocurre algo aquí más cerca pues nos echamos las manos en la cabeza. El mayor asesino en la Segunda Guerra Mundial sin duda fue Stalin, más incluso que Hitler. Pero como son rusos, casi asiáticos, los que éste se cepilló dejándolos morir de hambre, pues no tiene tanta importancia. Somos eurocéntricos.

–Su obra está llena de antihéroes. Lo es el acemilero Juan Castro en «La Mula» y lo son muchos de los personajes de su último libro. ¿El antihéroe es más atractivo literariamente?

–Ulises siempre es más atractivo que Aquiles. Y en literatura siempre funciona mejor. En estos libros de historia también hay que buscar el antihéroe porque así se busca el anticlímax.

–¿La única vía es el capitalismo?

–Creo que ha servido de algo el comunismo y el anarquismo. El capitalismo del siglo XIX era absolutamente brutal, el obrero estaba machacado. Después, debido al peligro de las insurrecciones de los anarquistas, pues el liberalismo tuvo que ceder, y en lugar de que el patrón se llevara el 95 y el obrero el 5, pues se puso en marcha un sistema de impuestos, y que el obrero esté contento con el 20 y el patrón con el 80. Ése es el mundo capitalista en el que vivimos. El obrero sigue igualmente jodido, pero no hasta el punto de estallar. Por eso es a mí me preocupa que el PSOE esté tan desunido. Para el buen funcionamiento de España creo que debe de haber un partido de izquierdas que contrapese a la derecha y un partido de derechas que contrapese a la izquierda. Cuando falla un contrapeso, el otro partido se va al extremo al que tiene querencia.

–El terreno educativo lo ha vivido a pie de obra. En el libro hace alusión a los españoles «damnificados por la Logse».

–La enseñanza en España es un desastre. Partimos de esa base. Creo que el problema principal no está en los enseñantes, que están más preparados que hace 30 o 40 años. El problema es que los padres han hecho dejación de su educación. Al hijo hay que educarlo en casa y los padres han dejado de educar al hijo. Entonces digamos que los mandan sin domesticar al instituto o a la escuela y el profesor que está muy bien preparado para impartir unas enseñanzas no puede impartirlas porque se pasa la hora tratando de poner orden. Hasta que la familia no recupere su obligación no se va a arreglar la enseñanza por mucho dinero que se invierta en ella.

–Hablando de hijos, ¿cómo ve los hijos que le salieron a la Revolución Rusa? Cuba o China.

–Uno puede ser comunista o admirar, como hacen muchos progres españoles, a Cuba. Pero cuando visitas Cuba necesariamente se te tiene que caer el palo del sombrajo. Si sigues admirando la revolución cubana es porque hay una cuestión romántica, pero no ves la realidad. Pero todavía hay románticos que siguen con el mismo rollete.

–Se cumplen 30 años de la publicación de «En busca del Unicornio», por el que ganó el premio Planeta. ¿Cómo ve todo este tiempo en perspectiva?

–Siempre he dicho que yo soy el más beneficiado por el Planeta, aunque Terenci Moix me llevaba la contraria porque a él el premio lo había sacado de una depresión. A mí el premio me hizo un hombre. Tenía 14 novelas en el cajón sin pensamiento de publicarlas y desde que gané el Planeta ya no tuve ningún problema, incluso publiqué una de esas 14.

–¿De qué escritores se siente más heredero?

–Un escritor siempre le debe a lo que lee y a lo que vive. Por eso es raro que haya un novelista de menos de 40 años que sea bueno. Un poeta sí puede serlo, pero a un novelista le hacen falta experiencias en la vida. Yo he leído mucho a los clásicos. Cervantes por ejemplo lo releo continuamente. Y también el Siglo de Oro. La poesía actual la entiendo menos que la de Góngora o San Juan de la Cruz, que son mis favoritos. Hay autores como Pío Baroja, Valle Inclán o Ramón J. Sender que me han influido mucho.

–Valle Inclán que por cierto hace un género en sí mismo de las acotaciones. Y en su caso ha elevado a género las notas al pie. En el libro de la Revolución Rusa hay uno sobre el amante de Catalina II en el que señala que era un tipo muy versátil porque igual le gustaba una misa cantada con monaguillos capados que una orgía.

–La verdad es que me van saliendo casi espontáneamente. Hay cosas que no caben en el texto porque si no se distrae al lector. Y lo aprovecho en las notas. Hay lectores que me dicen que primero leen el libro y después las notas, como si fueran dos libros.

–¿Se considera más lector o escritor?

–Cada vez más lector. Muchas veces el cuerpo me pide solo leer. Pero uno tiene que pagar facturas y esas cosas.

–¿Cuál es el siguiente libro?

–Tengo uno prácticamente hecho que el título provisional es «Cataluña para charnegos». Una serie de lecciones serias para un charnego que quiere ser catalán perfecto e independentista.

El libro clave de su vida: 18 días escribiendo de día y de noche

Eslava Galán escribió «En Busca del Unicornio» en 18 días. Cuenta el proceso: «Hubo una huelga de alumnos a principio de curso y entonces vivía solo. Tenía un piso en Sevilla, muy cerca de El Corte Inglés. Estaba noche y día escribiendo la novela. De día escribía a máquina y de noche, para no despertar a los vecinos, a mano. Y una vez al día salía a comprar comida al Corte Inglés. El resto lo dedicaba a escribir. Estaba embebido en la novela».