Nueva Orleans

«El duende es como un Espíritu Santo que se mete dentro»

«Hippytano», su último trabajo, une el sentir de Santiago con la música psicodélica

Diego Carrasco defiende la fusión del flamenco sin dejar de mirar por el retrovisor de la ortodoxia
Diego Carrasco defiende la fusión del flamenco sin dejar de mirar por el retrovisor de la ortodoxialarazon

El sueño del hippie con piso en el barrio sevillano de Nervión que tuvo Kiko Veneno no estaba en San Francisco sino en las «Tres Mil Viviendas» al vivir la anarquía real de los Amador. Dos maneras de entender el mundo hermanas que conjuga Diego Carrasco (Jerez de la Frontera, 1954) en su último espectáculo «Hippytano». Del Arco de Santiago a Haight-Ashbury se recorre un camino de compás bajo el signo de Pink Floyd y el oráculo de Tía Anica «La Piriñaca». «Creo que en este trabajo se resume muy bien el abanico de sonidos de nuestro barrio y quien lo escucha, sea de donde sea, termina bailando».

Cosas del «soniquete», «ese biorritmo que todos llevamos dentro y que a unos se le desarrolla más y a otros menos», inexplicable improvisación y genio, que marcan la trayectoria de un artista fuera y dentro de la ortodoxia que bebe del jazz negro de Nueva Orleans o de los cantes de fragua trianeros. «Santiago y Triana son primos hermanos, son lo más parecido que yo he visto del mundo, aunque en Jerez sea más gitano San Miguel. Pese a ello, nosotros nos parecemos mucho más, en la música y en la forma de vivir. Hemos tenido la suerte de aprender entre nosotros. Nacemos juntos y trabajamos juntos con el flamenco». Una música controvertida, difícil de descifrar en su máxima pureza, lo jondo, los cantaores feos, aunque «ahora está claro que estamos en una época en la que hay que hacer cosas de nuestro tiempo. Los que estamos buscando otros caminos no nos metemos con nadie y yo soy muy ortodoxo. Los palos ya están hechos pero hay cosas diferentes por crear».

Se acabaron los tiempos de la fiesta del señorito, de las «fatiguitas» y ahora los flamencos van a Japón, Holanda o Francia a mostrar «una música que está por encima de cualquiera. Tiene lo mejor, el duende que no tiene ninguna, está en los cuatro puntos cardinales, está en la tierra, en el agua, en el aire y en el fuego. Los gitanos que vivían en el campo cantaban diferente, el que estaba en la fragua, con el fuego y el martillo, lo hacía distinto, el de la mar, tiene otra manera. Nuestro oxígeno, el aire, el vino, todo va dentro. Un tú me das y yo te doy. La chispa que activa ese universo se llama el duende, la energía, «un momento determinado, alguien muy especial que tú lo ves y lo sientes. Es como una especie de Espíritu Santo que se te mete dentro».