Andalucía
El retranqueo de la clase media en la app
La actividad económica conlleva un proceso de destrucción creativa. Aunque la expresión suene muy dura es la descripción de un proceso humano de supervivencia. Los cambios tecnológicos disruptivos provocan la decadencia de formas de producción tradicionales al tiempo que nacen otras nuevas. También las catástrofes naturales o bélicas provocan grandes cambios en la actividad económica, por ejemplo, suelen favorecer las acciones caritativas o solidarias pero también la aparición de los mercados negros para los bienes escasos y racionados. Las crisis económicas masivas como la iniciada entre 2007 y 2008 deben ser vistas como una suerte de catástrofe natural; no hay riadas ni inundaciones pero millones de personas pierden su modus vivendi como si el ciclón se hubiese llevado su granja o taller. Igual que las inundaciones y las guerras dejan huellas difíciles de borrar también lo hacen las crisis económicas. La última lo ha hecho en forma de reducir muy extendidamente los salarios promedio de la población. Si en la época del boom inmobiliario se acuñó el término «mileurista» para señalar despectivamente a los «perdedores» o trabajadores menos valorados en el marcado laboral, ahora el sueño de centenares de miles de estudiantes españoles es lograr un empleo a cambio de poco más de mil euros.
Una de las principales consecuencias de lo anterior es la pérdida de poder adquisitivo de la clase media. La clase social que logró la estabilización política de las sociedades occidentales en el siglo XX y sobre ella se desarrolló el modelo económico de producción y consumo de masas. El retranqueo de la clase media nos advierte de la pérdida generalizada del poder adquisitivo de la parte de la sociedad más numerosa. Modestia aparte, el término es mío y nace del «retranqueo» de los pasos de Semana Santa en las iglesias consistente en mover el paso unos pocos metros una vez que ya está completamente ornamentado hasta ubicarlo en la posición desde la que se iniciará la procesión. Tradicionalmente era un movimiento del paso o trono hacia atrás.
La pérdida generalizada de poder adquisitivo de la clase media lleva a la pregunta vertiginosa de ¿quién compra ahora todo aquello que masivamente se fabrica? Por ejemplo, en 2006, antes del inicio de la gran recesión y ante la aparición de los servicios «low cost», Massimo Gaggi y Edoardo Narduzzi publicaron su libro «El fin de la clase media y el nacimiento de la sociedad de bajo coste».
Si la economía es destrucción pero también creación, hay que explorar dónde está la creación una vez que resulta evidente que la crisis ha sido la destrucción. No es exactamente ese el sentido de la destrucción del que hablaba al principio pero el símil es aceptable. En auxilio de la clase media retranqueada han aparecido dos cambios económicos clave; la generalización de la economía colaborativa y la economía circular.
La economía colaborativa ha existido siempre pero ahora es una pieza más de la revolución digital. Ya no compartimos nuestras cosas sólo con los conocidos sino también con personas de las que no teníamos noticia. La economía colaborativa da lugar a negocios entre individuos iguales (denominados pares por los expertos) que tienen como objetivo compartir bienes y servicios durante un breve periodo de tiempo. Estos negocios tienen cuatro elementos comunes: 1) se instrumentan sobre plataformas on line a la que se accede dese el teléfono o la tablet; 2) son relaciones entre pares ya sean individuos, familias o empresas (peer-to-peer o P2P); 3) las relaciones tienen un carácter temporal y 4) el intercambio de activos, recursos o habilidades se realiza de manera muy dinámica. Parte de estas transacciones implican un pago monetario pero otras no. Alex Ruiz hizo un muy interesante análisis de este fenómeno en el número 145 del informe mensual de CaixaBank Research. La consultora PwC identificó en 2016 cuatro áreas principales; los servicios de alojamiento entre iguales, los servicios de transporte, los servicios a los hogares a demanda, los servicios profesionales a demanda y las finanzas colaborativas. El mismo informe cifró en 4.000 millones de euros las ganancias para las plataformas para el año 2015 en Europa.
La economía colaborativa incluye actividades tan dispares como «experiencias gastronómicas» que consisten en ir a comer a casa de un particular a quien no se le exigen los estándares que ha de cumplir cualquier establecimiento de restauración. También ofrece visitas turísticas guiadas por algún residente local que se ofrecen fuera del circuito convencional de las agencias de viajes. Los sistemas de reputación o puntuación de los oferentes de estos servicios vencen las reticencias de los usuarios a aceptar cenar en casa de un particular que no está obligado a cumplir estándar sanitario alguno. Si los usuarios anteriores no salieron satisfechos ya se ocuparán de dejar sus comentarios negativos en la red, estigmatizarán al oferente y pocos se atreverán a recurrir a sus servicios.
Para un economista, la economía colaborativa permite optimizar el aprovechamiento de recursos infrautilizados (viviendas no habitadas, asientos libres o espacios no utilizados en vehículos de transporte de mercancías). Esto es muy bien recibido por los consumidores que tienen una fuerte preocupación por la preservación medioambiental y conecta a la economía colaborativa con la economía circular; otro de los grandes cambios a los que se aferra la clase media retranqueada para su supervivencia.
La economía circular describe un sistema económico que se basa en modelos de negocio que reemplazan el concepto de «final de vida» por la reducción, reutilización, reciclado y recuperación de materiales en los procesos de producción / distribución y consumo. Es el modelo de las 4 R. ¿Quién no ha heredado ropa de algún familiar o hermano mayor? Hay un nexo entre la economía de colaborativa y la economía circular a través de la «reutilización» de cosas ya usadas. También lo hay con otra «R» de la economía circular cual es el reciclado que permite sustituir materias primas vírgenes por otras procedentes de residuos. Esto es muy bien recibido por la parte creciente de la sociedad con una conciencia ecológica acentuada.
Vivimos cambios de los que se denominan disruptivos. Tiempos de una mixtura entre lo viejo que cambia y lo nuevo que rompe. Tiempos en los que se retranquea la nómina, avanza la industria de los sensores y la inteligencia artificial, sustituimos muchos puestos de trabajo por robots y quienes los conservan, ya retranqueados, sacian el arraigado hedonismo consumista comprando en «Wallapop». A saber si lo que se compra es un costal «en perfectas condiciones» a muy buen precio y listo para los ensayos de costaleros.
* José Manuel Cansino es catedrático de la Universidad de Sevilla y profesor de la Universidad Autónoma de Chile
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