Lucas Haurie

España duele

España duele
España duelelarazon

Nada más parecido a la paz de los cementerios que la quietud en las horas centrales del día de este domingo agosteño, cuando se escribe arrullado por el aire acondicionado y se observa por la ventana la ciudad vacía, como desertizada tras haber sufrido un ataque con bombas de neutrones. Ha venido el puente de la Virgen demasiado bien colocado en este 2013 como para renunciar a las tentaciones playeras, quien todavía pueda permitírselo; y quien no, se deja mecer en casa por las frigorías y el televisor, angustiado por la horrible certeza de que ahora tiene incluso peores perspectivas que hace un año. La expresión «tocar fondo» perdió su sentido mucho tiempo atrás y por más que los exégetas interesados de la macroeconomía lo anuncien, bajo nuestros pies aún no se percibe el final del abismo. Se dice, con razón, que el pesimista es sólo un optimista informado... que encima ahora debe añadir a su desazón los insultos de quienes desde el gobierno rapiñan por turnos sus últimas esperanzas: antes antipatriotas, ahora agoreros pero siempre exprimidos con el único fin de mantener los privilegios de la casta política. Baja la prima de riesgo, sí, pero se mantiene la tasa de paro y se dispara el déficit. También podrían medirse máximos históricos en el índice de tristeza, de noventayochista dolor de España y de quevedesca contemplación de los muros de la patria «si un tiempo fuerte ya desmoronados». La emigración es como el veraneo en la playa: todo el que puede, hace la maleta y se pira. Nos quedamos, melancólicos e hipnotizados por la tele, quienes no tenemos más remedio.