Sevilla
España versus el rencor
La profesora María Elvira Roca, que es filóloga puntillosa, deberá explicar por qué el título «España. ¿Mito, o realidad?», con esa coma en apariencia impertinente antes de la conjunción, es lo único desacertado de las jornadas que organiza estos días en Sevilla la Fundación Cajasol y en las que participó ayer para ofrecer un diagnóstico audaz sobre la perenne coyunda entre el nacionalismo periférico y el anarquismo agrario andaluz: «El nacionalismo es un cáncer que necesita un cuerpo o territorio para anidar. Se alimenta del odio a España y da igual que esté radicado en un sitio o en otro», dijo para ponerle el pie a la foto que hemos visto mil veces de Sánchez Gordillo o Cañamero o Reina abrazados a Otegi o a una señera estrellada. Antonio Escohotado, la primera cabeza del país, los había motejado un minuto antes como «nihilistas», tal es su furor destructivo; y Alfonso Guerra, quien luce espléndido al hablar si hacemos un ejercicio de amnesia selectiva para olvidar que presidió la comisión constitucional del Congreso que apenas limó el «estatut» zapatético del primer «tripartit», clavó en la conferencia de apertura el dardo en el centro de la diana, tres veces: «La izquierda no tiene el fuste que necesita para desprenderse del prejuicio del franquismo» (...) «No se puede honrar a un símbolo nacional sin que te caiga encima el anatema de facha, que es el preferido por los impostores de la izquierda de salón» (...) «Ciudadanos va a ser premiado en toda España por haber hecho un discurso español en Cataluña». El veterano político reivindicó, en fin, al país de don Quijote y de los donantes de órganos frente a la «España de la infamia» que sufrimos en Alsasua o en algunos colegios catalanes... y que merece los vítores de la masa, «esa bestia que ruge», azuzada por los populistas.
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