Historia

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“Espanya ens roba” en andalú

La Razón
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La semana del 28-F la sigue, como se suelen suceder en las criaturas el sarampión y las paperas, la del 8-M. El final del invierno, o sea, es definitivamente la temporada alta de las supercherías progres en esta desdichada tierra de María Santísima, que no tenía bastante desgracia con la epidemia mundial de feminismo, sino que ha desarrollado también el virus endémico del regionalismo agresivo. Erguido en Cataluña como único muro de la nación frente a la barbarie periférica, Ciudadanos se ha convertido también en una honrosa excepción andaluza, oídos los bramidos del resto del arco parlamentario al sumarse con una sola voz al «Espanya ens roba». Acaso mudando el tono de queja por el duende de un quejío, que para eso presumimos de hechos diferenciales como castillos. Casi nadie se sustrae a la tentación susanista de hacer país, tampoco el PP, pero ninguno de los firmes reclamantes de la independencia financiera –libre de la generosa tutela del FLA– ha explicado cómo pretende afrontar las billonarias cuentas de la Junta sin volver a caer por el abismo del déficit hasta estamparse en la sima de la bancarrota. El nacionalismo totalitario es un cáncer que afecta primero a la economía para hacer luego metástasis en el resto de la sociedad, empezando por símbolos como el himno, que algunos ayuntamientos izquierdosos ya pervierten amputando de su letra la palabra España. Y hacia el infierno ya explorado (las taifas moras, los cantones de la I República...) del empequeñecimiento localista nos conducen estos reyezuelos autonómicos, los ejercientes y los pretendientes, con inconsciencia del peligro de un chófer beodo cualquiera. Del mujerismo y sus variopintas ocurrencias de género, del género tonto, habrá tiempo para hablar en próximas entregas.