Italia

Esto es vida

La Razón
La RazónLa Razón

El montaje «O» del Circo del Sol es unos de esos prodigios artístico y gimnástico que sólo la compañía quebequesa es capaz de realizar. Con el cuerpo aún encogido por los vertiginosos chapuzones de los acróbatas, el sueño llamaba a filas por encima de la fiebre del sábado noche, ya que la final del Mundial se emitía a las 8AM (hora de Las Vegas). La reserva para un brunch opíparo era al mediodía, con tiempo de sobra para repartir las felicitaciones de rigor a la parentela francesa. Si la palabra kitsch tiene alguna vez sentido, lo adquiere aquí. Con vistas a la célebre fuente del Bellagio, que replica las casas anexas al lago de Como y el «jet d’eau» sobre el Leman, su hermano ginebrino, sabía a victoria el espresso y lo que vino detrás: «pâtisserie mignone», burrata de búfala, bresaola, quesos parmesano y pecorino, jamón San Daniele, pizzetta frita, berenjenas alla parmigiana y un bufé de postres. Tan lejos de Italia y tan cerca de los sabores de aquellos veranos romanos de la infancia. Mis contertulios dominicales, que han adoptado como actitud vital una enojosa ¡¡y en ocasiones enojada!! adustez, no aprobarán tampoco el paseo posterior por galerías climatizadas, de hotel en hotel a cual más estridente en su tematización, ni mucho menos el remate de la tarde en el jardín de las piscinas, que simula una villa toscana con sus cipreses cortados en cilindro, en compañía de unas camareras macizas que dispensan daiquiris y una novela de misterio apasionante, sí, un superventas no apto para letraheridos. (Me cago en el arte y ensayo, o sea, también en los intelectuales a la violeta.) ¿Hortera? Tal vez. ¿Primario? Seguro; pero resulta que las vacaciones son el periodo más importante del año, dicho sea con excusas hacia las psiques más sofisticadas. Ha sido un día (casi) perfecto. Casi.