Libros

Libros

Felipe Benítez Reyes: «La esencia de Walter Arias sigue intacta»

«El novio del mundo», editado por la Fundación Lara, vuelve a las librerías veinte años después

El escritor Felipe Benítez Reyes
El escritor Felipe Benítez Reyeslarazon

La Fundación José Manuel Lara acaba de reeditar «El novio del mundo» veinte años después de su salida al mercado editorial. Dos décadas en las que su autor, Felipe Benítez Reyes (Rota, 1960) se había despojado de la presencia obsesiva de Walter Arias, protagonista de la obra, que dio hasta para crear clubes de seguidores e incluso la aparición de alter egos en busca de royalties. Vida canalla, unas gotas de Freud y buena literatura.

–¿Le ha gustado volver a encontrarse con «El novio del mundo»?

–Bueno, para cualquier escritor volver a leer lo propio siempre supone una situación incómoda, porque no sabes lo que te vas a encontrar. También varían los argumentos estilísticos, pero me interesaba ver si los elementos narrativos se mantenían y observé que sí, que sostenían el paso del tiempo.

–No me diga que después de veinte años se ha acabado la fuerza de Walter Arias.

–No lo sé, pero la opinión del autor sobre sus libros no tiene mucho que ver con la realidad, pero bueno, es uno más de los muchos libros que he escrito. Uno no tiene un apego especial a lo que escribe.

–Sí es verdad que la novela, en cierto modo, fue una obra de culto.

–La verdad es que sí en el sentido en el que encontró a un grupo de lectores que le tenían simpatía. En ese aspecto se le puede considerar de culto, aunque realmente lo es siempre que la novela se venda poco y guste sólo a un determinado grupo de gente.

–Pero también lo es cuando el propio libro, como tal, rompe las fronteras de la propia narración.

–También es verdad, porque en su momento sí es cierto que eso ocurrió y que el libro se ha seguido leyendo durante estos años. Por eso se ha reeditado, era una manera de darle una segunda vida a ese hombre. A ver qué tal le va.

–¿Y cómo espera que vaya?

–Pues no lo sabemos aún, es muy pronto, pero habrá que ver cómo se instala en los nuevos lectores y como se interpreta a este personaje.

–¿Walter Arias mantiene su actualidad?

–Supongo que sí, si mantiene la actualidad Don Quijote, ¿por qué no el mío? Es verdad que el personaje tiene mucho de atemporal aunque algunos detalles sí que han pasado, pero la esencia de Walter Arias sigue intacta.

–¿Ha cambiado mucho la novela, como género, en estos veinte años?

–Es un género que tiene un afán permanente de novedad, a veces para bien, a veces para mal y a veces para regular. No lo sé, pero lo fundamental para una novela es que sea una historia que el lector entienda por verosímil y que éste decida implicarse en ella. El éxito de la novela consiste en crear un espacio de ficción que construya una realidad paralela basado en la verosimilitud. Creo que eso es lo fundamental, aunque los procedimientos y los ritmos de la narración sean otros. Si no ocurre eso, no ocurre nada.

–Walter Arias se le apareció al conocer a un tarambana de la noche de Madrid, el nombre lo tomó de la tarjeta de dos taxistas y el arranque se le ocurrió en la sala de espera de un aeropuerto. ¿Esos mecanismos de creación tan triviales le siguen funcionando?

–Pues sí, siempre he confesado que los detonantes de mi narración son muy pequeños, son casi insignificantes, pero sobre todo detalles extrapolados de una realidad a otra. Un pequeño detalle que he observado o visto, imaginado, que me sirve para montar luego una historia. No soy un novelista de escribir la novela con una panorámica previa para a partir de ahí montar una historia, sino que trato de salir de pequeños detalles que luego se trenzan poco a poco, formando esa especie de mural.

–¿Es verdad que los personajes se le rebelan?

–Más que rebelarse, se ponen un poco complicados. A veces le tienes que mantener una coherencia que no es la tuya, por lo que entonces encuentras problemas con ellos. El problema de una novela como ésta, en primera persona, es que el autor invade el territorio del personaje. Creo que debe de tener un territorio propio, pero una vez que está configurado el autor lo que debe hacer es darle coherencia.

–En este caso reconoció que incluso Walter Arias se metió en sus «derivas de pensamiento».

–Sí, fue una especie de intruso con el que tuve que convivir una temporada. Es un carácter muy vehemente, con unas fórmulas de pensamiento muy peculiares y de tanto invadir sus ideas acabó él en las mías.

–¿Le costó mucho deshacerse de él?

–Al poco de publicar el libro, no fue un huésped demasiado pesado.