Andalucía
La huelga en atención primaria, el último capítulo de la crisis sanitaria
Expira una legislatura en la que los médicos y pacientes perdieron el miedo a protestar
Los médicos de atención primaria de Málaga están llamados mañana a la huelga, el último capítulo de una crisis sanitaria que ha marcado a fuego la legislatura que ahora expira. La jornada coincide además con una efeméride que explica el descontento de pacientes y profesionales: se cumplen dos años de la primera manifestación convocada por Jesús Candel «Spiriman» en Granada, una protesta que, independientemente del personaje y sus polémicas, marcó un hito en la gestión sanitaria de la Junta porque la ciudadanía comenzó a mostrar abiertamente su rechazo a los recortes.
La sanidad pública le ha estallado en las manos a la presidenta de la Junta, Susana Díaz, incapaz de reconducir la situación pese a los reiterados anuncios de contratación de más profesionales –el último, 1.306 sanitarios en la atención primaria antes de que acabe el año–. Por primera vez en la historia de la autonomía andaluza, en la mayoría de las capitales, se han sucedido manifestaciones ante el deterioro progresivo de las prestaciones sanitarias: demoras en las listas de espera, saturación en los hospitales y déficit endémico de profesionales. Un descontento que nació a pie de calle y al que los partidos de la oposición no han tenido más remedio que sumarse, pero que no han liderado porque los colectivos y plataformas más beligerantes están abanderados por médicos, enfermeros, auxiliares y pacientes.
En 2016, cuando prendió la llama, la Junta se encontraba inmersa en el controvertido proceso de fusión hospitalaria. Se unieron áreas y departamentos dejando en el camino profesionales y servicios. La fusión avanzaba en Huelva y en Sevilla, donde fueron nombrados gerentes únicos en los hospitales de ambas ciudades. Pero el punto de inflexión lo marcó Granada. Lo que era una buena noticia para la ciudadanía, la apertura del segundo hospital más grande de España, el complejo del Parque Tecnológico de la Salud (PTS), se le volvió en contra al Servicio Andaluz de Salud (SAS) como un bumerán. Todavía quedan en las retinas de los granadinos las imágenes de aquel verano de 2016. Se habilitaron carriles para que ambulancias y taxis trasladaran a los pacientes de un centro a otro. Luego, el caos se apoderó de la asistencia, con hospitales «mutilados» y servicios dispersos.
En este contexto emergió con fuerza la figura de «Spiriman», el popular médico de urgencias que canalizó el malestar generalizado y denunció los efectos perversos de la fusión en las redes sociales. Convocó las manifestaciones más multitudinarias que se han visto bajo la Alhambra, hasta el punto de poner en jaque a la Administración. El descontento se hizo tan virulento que a comienzos de 2017 tuvo que dimitir el entonces viceconsejero de Salud, Martín Blanco, y el gerente del SAS, José Manuel Aranda. Luego, la Junta derogó el decreto de fusión y en la crisis de gobierno acometida por Díaz en junio de ese año no renovó al entonces titular de Salud, Aquilino Alonso.
La batalla no había hecho más que comenzar, aunque la figura de «Spiriman» entró en declive por su voraz dialéctica. De hecho, acaba de ser citado a declarar por presuntas injurias y calumnias a Díaz y al fiscal de Granada.
Los traslados de pacientes desde Huelva a Sevilla por la ausencia de una unidad de ictus, la «fuga» de médicos del hospital de Motril o la polémica por los sueldos de los facultativos son otras manchas de la autoproclamada «joya de la corona».
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