Andalucía

Lo que hay tras el 10 en el desempleo

Lo que hay tras el 10 en el desempleo
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«Esa tasa es la lacra de la que nuestra economía no logra librarse y que hubiese estallado en revuelta sin la prestación por desempleo, la familia y la economía sumergida».

Más de diez puntos porcentuales de diferencia existen entre la cifra de parados andaluces y la media nacional. Diez puntos porcentuales que resumen en una cifra de aséptica estadística el drama de miles de rostros. Un drama pertinaz porque pertinaz es el diferencial de paro andaluz sobre el conjunto nacional y pertinaz también, el diferencia español respecto a la media de nuestros socios europeos. Es la lacra de la que nuestra economía no logra librarse pero que en Andalucía alcanza niveles que hubiesen estallado ya en revuelta social si no fuese por tres elementos sobresalientes y algún otro latente.

Los tres elementos que sobresalen son el sistema de prestaciones por desempleo (algo que sólo se sostiene en la cohesión nacional y solidaridad), la red familiar que, pese a lo maltrecho de la institución y los ataques que viene sufriendo, sigue siendo una eficaz barrera frente al hambre y la miseria, y el nivel de economía sumergida. En este último caso no existen datos regionalizados –al menos que yo conozca– pero las estimaciones disponibles mantienen a España en el triunvirato europeo «ex equo» con Grecia e Italia y en torno al 25% del PIB.

El otro elemento, latente en esta ocasión, es una venenosa dosis de indolencia que no admite métrica pero que nos adormece en un imaginario de todo a 100, de sociedad desresponsabilizada en la que la tasa de paro juvenil de los andaluces rebasa el 60% y entre las andaluzas de 20 a 24 años, casi alcanza el 70%, según la Encuesta de Población Activa del tercer trimestre de este año.

La sociedad desresponsabilizada es fruto de un asistencialismo mal entendido. Ese asistencialismo que se arroga lo público sobre la premisa de la desconfianza en la capacidad de autosuperación del ser humano está muy extendido en toda España. Pero en Andalucía es más acentuado si cabe. El porcentaje que representan los asalariados del sector público andaluz sobre el total de los empleados es del 20% mientras que en el conjunto nacional se cifra en el 16,8%. Este mismo hecho se puede leer desde otro punto de vista.

Esa otra perspectiva es la que nos da idea de la musculatura del sector privado de la economía en cuanto a su capacidad de generación de empleo. El 64,9 % del total de ocupados en España trabaja como personas asalariadas en el sector privado. Esa misma cifra en Andalucía se queda en el 59,9%.

Por sectores, el análisis no arroja grandes alegrías. La industria en Andalucía absorbe sólo al 9% de los asalariados frente al 15% a nivel nacional. Andalucía tiene un peso determinante del sector servicios en el que naturalmente computa la mayor parte del sector público. Medido por el peso de las personas contratadas alcanza el 81%; cuatro puntos más que la misma cifra a nivel nacional.

El perfil educativo ofrece pistas importantes sobre este diferencial. Lo hace siempre pero especialmente en mitad de un nuevo enfrentamiento que vuelve a situar al sistema educativo en mitad de la pugna política. Nada hemos aprendido de los países que, además de tener tasas de desempleo muy inferiores, hace tiempo que hicieron de su sistema educativo una cuestión de Estado al abrigo de las banderías políticas.

El peso de la población activa con sólo estudios primarios es superior en Andalucía que en el conjunto de España (14% frente al 11%). También lo es el de las personas con la primera etapa de la educación secundaria (34 % frente al 29%). El porcentaje de quienes han alcanzado la segunda etapa de la educación secundaria es casi el mismo pero se invierte cuando comparamos a la población activa más formada. En este caso, el porcentaje de andaluces con estudios superiores (excepto doctorado) es marcadamente inferior al de la media nacional (29% frente al 35%).

Quien huyendo perezosamente de las cifras se contentase con algunos titulares, podría encontrarlos en éstos. La población activa en Andalucía debe mejorar su formación si quiere reducir su elevada tasa de paro juvenil. El tejido industrial andaluz sigue sin tener la capacidad de generación de empleo que tiene a nivel nacional. Lo anterior recomienda hacer las maletas para buscar empleo fuera y esto no es necesariamente malo; lo perverso es la indolencia de esperar encontrar trabajo en el barrio o en la oficina de debajo de casa para subir a desayunar con mamá. Por último, el sector público contribuye a explicar el mayor peso del sector servicios de Andalucía y en buena medida es el resultado de una concepción paternalista de lo público que ha tratado de compensar la falta de iniciativa privada. Un intento de compensación que no digo que no haya sido inspirado por la buena intención de quien con el dinero público ha creado unos puestos de trabajo que el sector privado no ofrecía, lo que escribo es que no es ése el camino hacia una economía competitiva ni un sector público sostenible.

* José Manuel CANSINO/ Profesor Titular de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla