Política

Andalucía

Los bichos de Kichi

El alcalde de Cádiz fue condenado por asegurar que el PP suministró agua contaminada «a sabiendas» / Foto: Efe
El alcalde de Cádiz fue condenado por asegurar que el PP suministró agua contaminada «a sabiendas» / Foto: Efelarazon

Hay bacterias modelo y hay políticos modélicos. Entre las primeras, los biólogos han encumbrado a la Escherichia Coli, un ser vivo que habita en abundancia en el aparato digestivo de los mamíferos y que, en multitudes, ajeno al equilibrio de su función en el organismo, provoca infecciones con manifestaciones diarreicas. Entre los segundos, está Kichi, el alcalde de Cádiz. Los microbiólogos del mundo han usado la Escherichia Coli con la fruición con que los fisiólogos del mundo han podido experimentar con los conejillos de Indias. Son tan sencillas estas bacterias, tan comunes y disponibles, que aislarlas en una placa de Petri se produce en un laboratorio casi sin querer. En el bar La Escalerilla, limítrofe al barrio de Loreto, un parroquiano saca de la cartera una foto firmada de José María González, Kichi, y recita una retahíla a compás que no se asemeja en nada a un rezo cuaresmal.

«Si alguno quiere guerrilla, puede salir ‘achocao’, después no venga la madre diciendo que le he pegado». No es todavía la una de la tarde. Al sol hace calor, aunque el viento está hoy fresco. Luis come embutido y bebe una copa de fino. Es viernes de abstinencia, pero como si no fuera el día de la barbacoa del Carranza. «En esta zona es más sano beber vino que agua», dice, aludiendo al problema de contaminación bacteriana que sufrió el agua del grifo en el barrio de Loreto. Fueron unos catorce días potencialmente diarreicos de octubre de 2014.

La venganza se sirve pastosa. Y ahora la historia parece un guión escrito por el PP para sacarle los colores al alcalde. Kichi arreó con saña a su antecesora en el cargo, Teófila Martínez, a quien señaló, frente a una asamblea de miles de vecinos de Loreto, por haber permitido el caudal de agua corriente contaminada en las casas «a sabiendas» de su putrefacción. La Audiencia Provincial condenó al edil lenguaraz por calumnias contra la ex alcaldesa y el expresidente de la empresa municipal del agua, Ignacio Romaní, ahora portavoz popular en la oposición.

«¿A que no hay ningún Ayuntamiento en España que haya tenido trabajando a un violador?», se pregunta retóricamente Fernando, otro parroquiano de La Escalerilla que tampoco repara la abstinencia. Uno de los encargados de elaborar el informe de Aguas de Cádiz que puso en entredicho a la anterior Corporación, Ricardo Alonso, fue contratado en 2016 en la misma empresa municipal hasta que escuchó su sentencia. Alonso ha sido condenado por liderar la Manada de Villalba y el PP le pide explicaciones al alcalde, a quien se le han quedado los intestinos más bien revueltos.

«Cuatro campos tengo en Rota, cuatro bodegas en Conil, pero por culpa del Kichi, to-pa-ti, to-pa-ti, to-pa-ti», vuelve a recitar Luis, recordando, asegura, a una antigua chirigota de «abejitas y bichitos», enfatiza con ridículo. «A los políticos, al final, les curan la vergüenza con jarabe del malo», dice, y menciona a Ruiz-Mateos y a Pedro Pacheco. «Y a éste, y al otro, ya lo han condenado dos tribunales serios», remacha.

Uno baja de La Escalerilla, bordea el estadio Ramón de Carranza, que aún se llama así pese al propósito de rebautizarlo de los gritones de la memoria histérica, pasea por la frontera de lo que fue el barrio de La Laguna y se topa con el parque Virgen de Loreto. Aunque mucho más allá de la muralla de Puerta de Tierra, en el otro confín de la ciudad, el barrio de Loreto es muy de aquí. Diríase que más que ciertas zonas sofisticadas del centro. De una farmacia sale Manuel, un jubilado del barrio. «Mucho antidiarreico se vendió entonces en Loreto; había quien no paraba el caño ni con tapones», Manuel en memoria del brote bacteriano que obligó a las autoridades municipales a suministrar agua embotellada.

Hoy no hay rastro de malas aguas en Loreto, tanto es así que los camareros sirven el agua del grifo sin hacer chistes. Luis sostiene que se le van olvidando las letras de las antiguas comparsas al ritmo que se le fueron olvidando las oraciones. Apenas recuerda el Padrenuestro y el Ave María, dice. Lo que no se le va a olvidar, avanza, es la cantidad de «chuflerías» que le ha escuchado decir a Kichi, «aunque luego no ha sido tan nefasto como parecía en la campaña electoral».

Ahora llega otra campaña. Y llegan más mítines. Y más visitas de los políticos por todo el barrio. «Son capaces de venir aquí y todo», dice Luis, impostando el temor de Dios con un tono modélico y examinando el vello de la anchoa del modo en que un biólogo estudiaría el bacilo.