Andalucía
«Los políticos tienen miedo de que los jóvenes pensemos»
Antonio Salvatierra pone voz a los andaluces de su generación que sufren la precariedad laboral
La Red Andaluza de Lucha Contra la Pobreza y la Exclusión Social (EAPN-A) realizó recientemente una radiografía de la comunidad autónoma que no debería dejar indiferente a ningún político que aspire a un escaño en las elecciones del próximo 2 de diciembre. Según la entidad, más de tres millones de andaluces rozan la pobreza. Centrándonos en el empleo, fundamental para reducir las tristes estadísticas de exclusión y necesidades severas, Andalucía es, junto a Extremadura, la región con los salarios más bajos, concretamente un 21,1 por ciento inferiores a la media nacional. Otro dato que invita a la reflexión es que tres de cada diez trabajadores andaluces no superan los 327 euros al mes, lo que indica el empobrecimiento grave a pesar de tener una nómina.
En este contexto, los jóvenes constituyen un colectivo especialmente castigado. El paro juvenil alcanzó el año pasado el 49,1 por ciento, una de las tasas más altas de las regiones de la UE y a bastante distancia de la media estatal, que se situó en el 38,6 por ciento. Según EAPN-A, «hay una infrautilización de la mano de obra disponible, provocando que la población joven recurra a empleos precarios resultantes en la pérdida de derechos laborales, como se está denunciando en los últimos tiempos respecto al modelo de la economía digital».
Antonio Salvatierra tiene 21 años y ya ha experimentado las dificultades para acceder a un puesto de trabajo. La voz de Antonio es la de miles de jóvenes que intentan abrirse hueco en una sociedad que cada vez se lo pone más complicado. Vive en Mairena del Aljarafe (Sevilla) en un piso compartido, estudia Bachillerato y trabaja en un restaurante de comida rápida 12 horas semanales. «Desde los 16 años estoy encadenando trabajos porque me hace falta el dinero para vivir. He trabajado de camarero, dando portes, de mantenimiento...». Ahora su objetivo es ser militar o guarda forestal.
En la Fundación Mornese recibe asesoramiento laboral y ha participado en un curso de inserción, que le abrió la puerta a su dedicación actual. Considera que los jóvenes están «desmotivados» actualmente, aunque insiste en la necesidad de la formación para aspirar a un buen puesto de trabajo.
Él también ha sufrido el azote de la crisis, de la que asegura que «estamos saliendo poco a poco». «Hace cuatro años a la gente le costaba más salir a la calle, no iba a los bares por ejemplo. Ahora la cosa ha cambiado». Sin embargo, los trabajos «siguen siendo precarios, de pocas horas y te aseguran menos horas de las que echas realmente». También hay empresarios que «miran por sus trabajadores, pero si se pueden ahorrar dinero, lo hacen».
Por ello, duda de la propuesta de fijar el salario mínimo en 900 euros al mes. «Ojalá sea así, pero va a costar mucho. Yo lo firmaría». Asegura que la medida se podría llevar a efecto pero «a muy largo plazo. Ahora es imposible».
Se aproximan las elecciones autonómicas y Antonio desconfía de los políticos. «Sus mensajes son para agradar a los votantes. Hay un abismo entre lo que prometen y la realidad». Y un pensamiento que comparten otros muchos de su generación: «Tienen miedo de que pensemos». «Están ahí gracias a nuestros votos y pagamos impuestos. Tenemos mucho poder para decidir qué es lo mejor para nosotros».
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