Sevilla
Manuel Llanes: «Queremos seguir descubriendo cosas»
Este espacio escénico sevillano encara la temporada «más completa y variada» de los últimos años, con propuestas «radicalmente contemporáneas»
Lleva 23 años al frente de uno de los espacios más innovadores del panorama nacional en el campo de las artes escénicas y en este tiempo ha logrado mantener un estilo propio fuera de los cánones habituales de la cartelera. El Teatro Central de Sevilla es una isla dentro de la oferta cultural andaluza a donde llegan quienes buscan ampliar las miras y las expectativas estéticas sobre un escenario cuya misión es romper moldes e ideas prejuiciadas.
–Viendo lo que va a pasar en los próximos meses por el Teatro Central uno se acuerda del título de Fernando Quiñones, «La gran temporada».
–(Risas). La verdad es que estamos, con toda humildad, bastante contentos. Ya lo dije en el momento de la presentación, luego el público dirá lo que le parezca porque para eso es soberano, que es la temporada más completa por la cantidad actores, actrices, coreógrafos, bailarines, directores, etcétera de los últimos años. También es la más variada y completa porque contamos con casi toda la variedad de lo que en la actualidad se presenta en las artes escénicas. Como siempre es muy inteartística, que es la marca del Central. Cuando en 1992 nace como un teatro que se construye para la «Era de los Descubrimientos», queremos seguir descubriendo cosas, dar noticias como intermediarios entre artistas y público y al revés de lo que hoy son las artes escénicas a nivel andaluz, nacional e internacional.
–¿Qué es el «toque Central»?
–Bueno, pues es ese toque de riesgo, de intentar ir de la mano de los artistas y buscar al público con ganas de descubrir y no repetirse en cada espectáculo, para que arriesguen. Nuestra programación es, como nos gusta llamarla, «radicalmente contemporánea», en el sentido de ir a la raíz de lo que se hace hoy en día. Repetirse es ir hacia atrás, no quedarse en el mismo sitio, en el riesgo siempre hay avance, crear espectadores curiosos, que tengan normalizada la escena andaluza y sevillana. Siempre hemos tenido claro que debíamos hacer una programación sin complejos en el sentido de que lo que le gusta a un ciudadano de Bruselas o de París nos puede gustar a los andaluces también. Eso nos sirve además para descentralizar las artes escénicas de Madrid y Barcelona, para expandirnos hacia el extranjero.
–¿Tenemos muchos complejos todavía los andaluces a la hora de enfrentarnos a las artes escénicas contemporáneas?
–Es un problema que viene desde la enseñanza. Hablo de artes escénicas porque hay una enorme hibridación: danza, teatro, canto, audiovisual. En las aulas no se habla de artes escénicas sino de teatro o de literatura dramática, con lo cual es necesaria una reeducación ante el espectáculo escénico real. Hay espectadores que llegan y piensan que «eso no es teatro o danza» cuando esta mezcla está normalizada en el resto de Europa desde finales de los años setenta. Eso no ocurre en las artes plásticas, donde está mucho más aceptada esa convivencia entre tradición y modernidad, que es donde más nos enriquecemos. En Andalucía tenemos un ejemplo muy claro con una de las mejores compañías de danza contemporánea del mundo que curiosamente parte de nuestras raíces y se llama Israel Galván, que viene del flamenco.
–En la presentación de la temporada rescata esta cita de Flaubert: «No son las perlas las que hacen el collar, es el hilo». ¿Qué prefiere ser perla o collar?
–Me gusta ser collar y disfrutar a veces de las perlas, sin una cosa no hay otra pero cuando alguien se compra un abono de 20 espectáculos se queda con el hilo en principio y vas disfrutando de las perlas que van apareciendo.
–¿Le ha quedado algo por incluir en la programación que se ha quedado fuera?
–Siempre hay algo. Pues por ejemplo me hubiera gustado traer un espectáculo de un gran director que hace teatro y música, que sólo ha venido una vez al Central y que se llama Christoph Marthaler. También lo combinaría con el sueño que se va a hacer realidad en el nuevo espectáculo de Jan Fabre. Lo uno por lo otro.
–Habla de «Monte Olympo», que se representará durante 24 horas el próximo mes de marzo. ¿De qué se trata esta propuesta?
–Creo que Fabre es el único que puede hacer algo así en este momento, creo que lo único que se le acerca es la representación del «Mahabharata» de Peter Brook o la trilogía de Wajdi Mouawad, que duraron once horas. Se trata de 24 horas de fiesta dionisíaca, que en el siglo IV antes de Cristo se celebraban en marzo, curiosamente también se van a celebrar en ese mes, duraban tres días sin parar de beber ni comer hasta terminar en una gran bacanal. Este espectáculo, basado en las 30 tragedias griegas, hará lo mismo, aunque el público podrá ir y venir al teatro.
–En la tragedia el héroe es incapaz de cambiar su destino, en su caso parece que le que pasa lo mismo tras más de dos décadas al frente de la dirección artística.
–De esta especie de tragicomedia a la que me dedico (risas). No he dejado de ser docente (antes de ostentar este cargo era profesor en la Universidad de Granada) y siempre he pensado que hay que ofrecerle a los demás lo que se sabe. Por eso disfruto con nuestras escuelas de espectadores, es un enriquecimiento porque ten en cuenta que las artes escénicas son de las pocas representaciones irrepetibles y eso es una especie de artesanía.
–¿Cómo ha sido la evolución del teatro en estos 23 años?
–Lo primero que había que hacer era acercar el teatro a la ciudad, porque parecía que estaba muy lejos. Después el haber conseguido que la gente de la ciudad haya aceptado las aventuras que les proponemos, porque logramos quitarle el miedo a la palabra contemporáneo fidelizando a los abonados con una programación sin complejos.
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