SAT Sindicato Andaluz de Trabajadores

Más de los nuestros que malos

El Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT, antiguo SOC y siempre IU), vanguardia agraria de esta izquierda posmoderna andaluza que encarna la confluencia Rodríguez & Maíllo, se ve de repente convertido en el señor cuasi feudal de «Germinal», la novela en la que Émile Zola denunció la explotación de los mineros en las cuencas de la triple frontera germano-franco-belga a finales del siglo XIX. La cruel lógica del capitalismo más perverso, palabra que no en vano procede de la misma familia léxica que «pervertido», se ha cebado con diez temporeras marroquíes, primero sexualmente abusadas por su capataz en Huelva y luego (presuntamente) explotadas como siervas de la gleba por un cuadro de la formación de Cañamero y Sánchez Gordillo. La empresa SAT les trocaba horas de trabajo por manutención y alojamiento por ella misma proporcionada a precio de mercado, con sus correspondientes plusvalías, e incluso dictaba condenas: nueve peonadas sin seguro en el huerto particular del comisario político por el deterioro accidental de un teléfono móvil. Los pecados personales de J.B.B., que ésas son las iniciales del denunciado, habrán de ser purgados en sede judicial; al contrario que la responsabilidad política de un sindicato que, según consta en las diligencias, usó «mediáticamente» a las desventuradas magrebíes «para promocionarse» y, lo que es más grave, «organizó un acto público» con el compromiso de «destinar el importe obtenido a sufragar los gastos de las jornaleras» pero éste «no les ha llegado». La miríada de asociaciones presumiblemente feministas y aparentemente humanitarias que rasgó sus vestiduras cuando estas trabajadoras sufrieron la primera sevicia calla de manera atronadora ahora que les han infligido sevicias adicionales. Si los malos son de los nuestros, no son malos.