Toros

Sevilla

Miura y Nadal

La Razón
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Sacaba a saludar la difícil afición de Madrid a Dávila Miura con una cerrada ovación minutos después de que el tenista de Manacor, Rafael Nadal, recogiera su décimo título de Roland Garros sobre la arena de París. Resulta curioso que, años antes de que se celebrara el primer campeonato de Wimbledon, en la Inglaterra de 1877, ya había debutado la ganadería de Miura en la capital de España. Una divisa que está tan adentro del ADN español que hasta el mismísimo Gustavo Adolfo Bécquer dejó escrita una de las más bellas crónicas taurinas, al presenciar la lidia de estos toros una tarde de abril en la Plaza de toros de Sevilla. No es fácil mantener una empresa ganadera durante más de 175 años, de generación en generación, con idénticas características a las de hace casi dos siglos. Con mayor antigüedad que las reglas del fútbol o que inventos como la luz eléctrica o la radio, Miura es un nombre que ha sabido mantenerse en primera línea, lidiando en ferias de máximo prestigio desde el año de su fundación, en 1842. Tres sets le bastaron a Nadal para aniquilar a Wawrinka, dando una espectacular lección de superación. Es muy significativo el paralelismo que existe entre el deporte y los toros, dos disciplinas distintas, donde están muy presentes valores como la superación, el compañerismo, la responsabilidad o el éxito. Dávila Miura, independientemente del juego de sus toros, ya estaba haciendo historia al anunciarse con otra corrida del hierro familiar, tras las reapariciones extraordinarias en Sevilla y Pamplona. Igualmente, el tenista mallorquín entró ayer en el olimpo de lo imposible, tras conseguir un nuevo e histórico Grand Slam. Como dijo un comentarista extranjero, la leyenda encarnada en el toro de Miura la volvió a escribir ayer Rafa Nadal.