Cambios climáticos
París, a la firma
En esta semana, concretamente el próximo 22 de abril, estará disponible para su firma el Acuerdo de París sobre el cambio climático alcanzado en el mes de diciembre pasado. Están invitados a la ceremonia y a la firma todas las partes de la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático. Una vez firmado, la rapidez con la que el acuerdo entrará en vigor en cada país dependerá de la práctica que tenga establecida para este tipo de compromisos internacionales. Las prácticas varían entre la ratificación, aceptación, aprobación o adhesión.
El acuerdo será exigible el trigésimo día contado desde la fecha en que no menos de 55 partes en la convención, cuyas emisiones estimadas representen globalmente un 55% del total de las emisiones mundiales de Gases de Efecto Invernadero (GEI), hayan depositado sus instrumentos de ratificación, aceptación, aprobación o adhesión en la sede de la ONU.
Es en este marco internacional en el que se da un nuevo impulso al proceso de descarbonización de las economías mundiales que pasa por conseguir el desacoplamiento entre el crecimiento económico y las emisiones de GEI, o lo que es lo mismo, conseguir crecer sin que ello conlleve una mayor emisión de este tipo de gases. Esto permitiría alcanzar lo que se denomina estabilización climática.
Previo al inicio de la Cumbre de París, los países asistentes enviaron sus «Acciones Nacionalmente Apropiadas de Mitigación» (NAMAs por su acrónimo en inglés). Esto supuso una eficaz herramienta diplomática para comenzar una negociación difícil conociendo el compromiso de partida de cada país.
Lo interesante es saber cuál o cuáles son las hojas de ruta de los países para conseguir el desacoplamiento entre el crecimiento económico y el aumento de emisiones de GEI. Un artículo reciente de Nate Aden publicado por el «World Resources Institute» sostenía que 21 países, entre ellos España, estaban ya reduciendo sus emisiones de GEI, al tiempo que conseguían un crecimiento económico positivo. El periodo que tomaba es el que va de 2000 a 2014 pero las conclusiones no son del todo correctas. He tenido la oportunidad reciente de publicar junto con otros colegas dos estudios sobre esta cuestión para la economía española en sendas revistas científicas internacionales y el desacoplamiento sólo se produjo en un año. Los resultados que ya conozco para otros países tampoco permiten ser tan optimistas.
Sin embargo, que la transición hacia economías bajas en carbono (técnicamente economías con desacoplamiento) no se haya logrado, no impide que existan hojas de ruta que conducen a ellas y precedentes que ya pueden mostrarse como logros (véanse los casos del Reino Unido y Suecia). Es importante subrayar el plural porque no hay un único camino hacia las economías bajas en carbono, sino varias hojas en cada una de las cuáles el conjunto de medidas tienen un peso diferente.
De lo que no cabe duda es de que la industria de las energías renovables vuelve a tener un escenario de desarrollo ciertamente importante. No lo es menos que las industrias de base tecnológica orientadas a la mejora en la eficiencia energética lo tienen también. En las primeras, España aún mantiene una posición de ventaja internacional aunque cada vez más patentes se están registrando en otros países. Algo similar puede decirse de la industria que desarrollan técnicas de secuestro o almacenamiento de las emisiones de GEI y de las que desarrollan sistemas inteligentes («Smart») aplicados a las redes eléctricas y al planeamiento urbano. Al menos estas cuatro industrias tienen un futuro muy prometedor.
Parte de su futuro va a depender mucho de en cuánto se cifren las ayudas al desarrollo, se gestione la cooperación internacional y actúe la diplomacia española. La razón del papel conjunto de la ayuda al desarrollo y la diplomacia se deriva de que muchos países de los que no figuraron en el Anexo I del Protocolo de Kioto enviaron dos niveles de compromiso. Estos países son aquéllos que no asumieron compromisos obligatorios. Efectivamente, muchos de ellos han enviado sus «Acciones Nacionalmente Apropiadas de Mitigación» con dos niveles de compromiso, uno vinculado a no recibir ayuda internacional y otro más ambicioso en el que se considera la recepción de fondos internacionales para transitar sus economías hacia el desacoplamiento.
En el caso concreto de Chile, que es el que conozco por razones profesionales, se compromete al 2030, a reducir sus emisiones de CO2 por unidad de PIB en un 30% con respecto al nivel alcanzado en 2007. Sin embargo, si Chile lograse la obtención de aportes monetarios internacionales («grant») el país se compromete al 2030, a aumentar su reducción de emisiones de CO2 por unidad de PIB hasta alcanzar una disminución entre 35% a 45%.
Por tanto, es evidente que si las industrias señaladas tienen un importante respaldo en el Acuerdo de París una vez puesto en marcha, sus oportunidades se verían favorecidas por la aportación de fondos internacionales y por la labor diplomática española que siempre ha mantenido buenas relaciones con países que están decididos a crecer económicamente sin emitir cantidades crecientes de GEI.
* Profesor Titular de Economía de la Universidad de Sevilla. Director de la Cátedra de Economía de la Energía y Medio Ambiente. Investigador asociado Universidad Autónoma de Chile
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