Literatura

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«Petra Delicado no me ha felicitado»

Entrevista a la escritora Alicia Giménez Bartlett

La escritora Alicia Giménez Bartlett
La escritora Alicia Giménez Bartlettlarazon

Alicia Giménez Bartlett, la reciente ganadora del Premio Planeta, da voz en su novela a la nueva generación de españoles que sobrevive de mala manera a la crisis económica.

La crisis económica ha producido entre otras cosas una nueva generación literaria que cuenta lo que les ha pasado a los españoles en estos años de paro, miseria moral y despilfarro político. «Hombres desnudos», la novela con la que ha ganado el Premio Planeta 2015 narra de manera cruda esa realidad opaca.

–¿De verdad que hemos salido de la crisis económica?

–De eso nada, no me lo creo, habrán salido algunos, otros estarán empezando a flotar pero creo que en general se sigue estando mal. La gente dice que ha encontrado trabajo pero son muy precarios, ¿cuánto les pagan? Ha sido como si todo se hubiera venido abajo y no me lo creo.

–En su novela cuenta cómo se ha pasado del pedestal en el que disfrutábamos al barro donde sobrevivimos.

–Lo que sucede es que encima le echan la culpa a gente, a la que se le dice que vivía por encima de sus posibilidades. Pues ya es hora de que nuestras posibilidades suban, ¿no? Siempre hemos sido el país más pobre y más cutre de Europa y de repente un albañil tomaba un vino de marca. ¿Por qué no? No me parece tan malo, lo que pasa es que eso se tiene que afianzar de alguna manera, porque han engañado a la gente. Los bancos decían que te daban diez créditos y te regalaban otro. ¿Hasta qué punto somos culpables?

–En su novela siempre hay una esperanza, ¿no?

–¿Tú crees? La gente es que es batalladora y el que no tiene un poco de este espíritu o se hunde o lo hunden. Aquí hay gente que termina saliendo a flote porque no le queda más remedio.

–¿Para la literatura es un buen momento?

–Los malos tiempos de los países son los buenos tiempos de la literatura. Es como decía Tolstoi: «Todas las familias felices se parecen pero las únicas que son diferentes son las desgraciadas», la que interesa en literatura es la diferencia. Me da la sensación de que cuando pasan cosas gordas, como la Guerra Civil, hay una generación que se encarga del tema. Con la guerra pasó menos porque teníamos una dictadura salvaje que hizo un montón de cortes y censura. En este caso hay libertad y no es así, pero en todo caso creo que es muy pronto para hablar de si hay una generación que se ocupa de la crisis. Lo que pasa es que ésta crisis se ha hecho ya lo bastante grande y larga como para que haya un grupo de escritores que nos ocupemos de lo que está sucediendo en nuestro país.

–En el libro asegura que «el cariño y la necesidad son una esclavitud»

–Bueno, yo es que soy tierna pero dura y cuando alguien te quiere mucho se empieza a tejer una serie de obligaciones y parece que el amado tiene que rendir cuentas por ese cariño. Al final eso es una tela de araña que te va constriñendo cada vez más, obligaciones, una padre que te quiere mucho, mucho termina por ponerte las manos en el cuello o un amor posesivo que al final lo que hace es limitarte. Soy muy cautelosa con los amores, no quiero que me quieran demasiado, sólo en su justa medida. Soy muy dura.

–¿También lo es con sus personajes?

–Dostoievski tenía piedad con ellos y yo intento tenerla, porque hay que tener una cierta piedad, una no puede cargarse a sus personajes aunque sean detestables, como Iván en mi novela, de quien al final me apiado. Yo me apiado de la gente, quizás demasiado.

–¿Cómo le ha sentado el Premio Planeta?

-Para empezar es un pastón por un sólo libro, me abrirá puertas a lectores que no me conocen porque claro, yo llevo tantos años que a los míos no los iba a seducir de nuevo. Puede que haya nuevas traducciones y que haya gente que piense que mira, esta escritora que hacía novela negra nos va a seducir de nuevo. Humanamente me ha sorprendido la cantidad de gente que se ha sentido también premiada contigo y cómo te saludan por la calle. Tengo una casa en el campo, en Vinaroz y resulta que para los 50.000 habitantes que viven allí es como si les hubiera tocado a ellos. Voy al mercado y veo una reacción de cariño que francamente me encanta, me dan unos besos que me dejan descuajaringada.

–¿A cuánto cabe cada vecino en el reparto del dinerito?

–No sé, pero algo les tocará, soy un buena clienta de sus establecimientos.

–¡Ah!, ya eso es otra cosa, ¿verdad?

–Bueno, pero saco a Vinaroz en todas las entrevistas y luego lo que haré es hacer una donación a una sociedad protectora de animales con la que participo. Algo es algo.

–¿Cómo se lleva con Daniel Sánchez Arévalo?

–Muy bien porque es muy buena persona y pese a ser mucho más joven que yo tiene unas vivencias muy grandes. Los dos somos después poco habladores, discretos y nos respetamos nuestros tiempos.

-¿Le ha felicitado ya Petra Delicado?

–No me ha felicitado, la cabrona me pide que la ponga de nuevo en funcionamiento. En cuanto pueda lo haré. Cuando me dieron el Nadal pensaban que no volvería a la novela negra, pero es un género que me encanta y al que no voy a renunciar. Volví entonces y volveré ahora.