Sevilla

Se respira tranquilidad

¿Cómo verán tantos hombres y mujeres que no son de salir a protestar la España actual?

La política ha perdido, ha olvidado, a la mayoría, a la que todo político dice defender. el pueblo. Se ha hecho realidad aquello que adjudican al hábil Alfonso Guerra: «El que se mueva no sale en la foto». En estos momentos el que no sale a la calle, no cuenta, no sale en la foto. De sobra sabemos que las mediciones de asistencia a manifestaciones públicas tienen una contabilidad muy partidista. Los organizadores nunca van a bajar del millón. Oficialmente, como la protesta suele ir en contra de los que gobiernan, dirán que no pasaron de 60.000. Los neutrales dejarán los asistentes en 120.000 personas. Aunque, efectivamente, hubiese un millón de asistentes a una protesta, nos olvidaríamos de que España la componen 46.529.868 millones de personas censadas. ¿Como verán tantos millones de hombres y mujeres que no son de salir a protestar la España actual? Si está uno medio informado, estamos en uno de los lugares menos apetecibles para vivir. La precampaña a la elecciones andaluzas, que de alguna forma sirve de ensayo a todas las que nos esperan, ha empezado en plan reyerta de barrio marginal. Sólo hay que ver ciertos carteles, oír ciertas voces y Andalucía es lo más parecido a Honduras o Venezuela. Las pateras de los andaluces que desesperadamente huyen a Marruecos se cuentan por miles, siendo un gravísimo problema para el reino marroquí.

Mi admirado Carlos Colón me va a permitir que copie literalmente unas frases de su artículo de ayer. Es muy difícil dejar las cosas tan claras sobre la comparecencia de la presidenta de Andalucía en el Senado: «Ni todos los andaluces que votan al PSOE están comprados, ni el PP pierde por ello elección tras elección. Tampoco hablamos los andaluces con 'gracejo' ni de una forma 'graciosa' sino con nuestra rica habla. Y callamos o hablamos cuando nos da la gana y no cuando Susana Díaz alza la mano». Carlos Colón le dirige certeramente todo su brillante artículo al señor Aznar, senador del PP, que fue una especie de inquisidor en la comisión de investigación de la financiación de los partidos políticos en la Cámara Alta. Todo lo anterior lo contrapones con lo que manifiestan distintas personalidades que vienen a España, a Andalucía, que según su criterio –seguro que menos contaminado por el partidismo– ven un país estupendo, a pesar de los problemas que toda sociedad padece. Coinciden muchos en que se ha apoderado de buena parte de los ciudadanos una especie de fatalismo donde casi todo es malo. El cantante, autor y sobre todo gran poeta argentino Andrés Calamaro decía en una reciente entrevista «Aquí se respira tranquilidad, se come bien y con tiempo para una buena digestión. Hay acceso a la cultura, tienen un mes de vacaciones, tienen buenas infraestructuras, se viaja bien por tren y carretera, no saben lo que tienen, pero lo quieren cambiar». Respecto al Rey, afirma: «Es un Rey, y se le nota, garante de los principios democráticos. Para mí sería fácil plantarme como republicano, pero como argentino sé lo que es una república frágil, una democracia rota». ¿Realmente, como dice Calamaro, nos hemos cansado de lo que tenemos?, ¿hemos entrado en la crisis de los 40 de la convivencia?, ¿nos ha brotado de nuevo ese espíritu cainista, o nunca se fue del todo, ni habíamos perdonado y mucho menos perdonado tanta gente joven que tiene una libreta de agravios que ha heredado de padres y abuelos y que quiere vengar a sangre y fuego? Creo o quiero creer que no. Me quedo con los cientos de miles de personas que llenaban avenidas, plazas, puentes y callejones el sábado pasado en Sevilla, para ver pasar el bellísimo paso de palio que portaba a la Esperanza de Triana. Con esa Esperanza me quedo.