Sevilla
Un aparejador para evitar el derrumbe
El diputado autonómico Jaime Raynaud, rara avis de la política hodierna por poseer una profesión ajena a la mamela, dirigirá la campaña de Beltrán Pérez, candidato con el que el Partido Popular pretende recuperar la alcaldía de Sevilla. Veterano en las lindes de los setenta, exdirectivo del Betis del primer Lopera, pepero de procedencia ucedea y portavoz en el Ayuntamiento de la capital durante la larga travesía de la derecha por el desierto del municipalismo andaluz, su primera tarea será recomponer una formación que amenaza derrumbe deteriorada por la aluminosis de la división interna y carcomida por las termitas demoscópicas, escrito sea en la jerga arquitectónica que le es tan cara: quizá haga más falta, para impedir su demolición en las urnas, un santo milagrero que un aparejador. El liderazgo de Moreno Bonilla, nacido con la tara original del dedazo genovés, se puede tildar ya sin pecar de imprudente de pésimo para el PP andaluz en general y directamente catastrófico para el sevillano en particular, donde el aparato ha impuesto a una burócrata de tercera división sobre una facción criticable en muchos aspectos, si se quiere, pero de acreditada solvencia electoral. En las encuestas de Tomares, por ejemplo, no hay cocina que pueda con José Luis Sanz, y mira que tienen ganas sus compañeros (¿?¡!) de que se la pegue... Un votante irreductible de los conservadores me abordó alarmado el Domingo de Resurrección a la salida de la Maestranza: «Se ha sentado Zoido al lado de Beltrán Pérez, se han saludado con un gélido apretón de manos y no se han dirigido la palabra en las tres horas de corrida». La anécdota refleja exactamente el estado de las cosas. Raynaud, un caballero sobre quien nadie podrá decir jamás una mala palabra, deberá juntar los añicos del jarrón despedazado.