Andalucía
Un coto vedado a urbanitas
Aracena huele a campo y a ungüento. En estas fechas, con el aire serrano, que es todavía invernal, los olores se hacen aún más intensos. La crema solar de los visitantes extranjeros se mezcla con la leña y con el rastro del animal, que en este municipio onubense reluce en abundancia. En la cima del pueblo, desde el castillo, queda a la vista toda la comarca y ya se adivina el cambio. Este fin de semana se oirán desde aquí los últimos disparos. Hasta octubre. Comienza la veda de caza mayor en Andalucía.
El jabalí es un animal preciado en la comarca y su carne, dicen los lugareños, es un alimento exquisito en medio mundo. El periodo hábil para la caza de estos animales expira este fin de semana después de seis meses de vigencia; también el del venado, el gamo y el muflón en la suma de los siete millones de hectáreas en los que puede cazarse en Andalucía. El cazador, a partir de ahora, vigila el campo contra los furtivos. Por mero pragmatismo, protege la naturaleza, cuidando que pervivan sus costumbres, su naturaleza.
«La caza es parte de los cuidados que necesita el medio», aclara Daniel, biólogo y cazador. Para Daniel, «el hombre, súper-depredador, en la cima de la cadena trófica, ha sido cazador desde el origen de los tiempos y, por la supervivencia del medio, controla los excesos y los defectos de las poblaciones animales» y termina con un gesto: «Eso ha sido así hasta ahora, hasta el siglo XXI». Es el sencillo guion de la naturaleza, viene a decir. Es el hombre que se come el jabalí, que se ha comido el cernícalo, que se ha comido el ratón y que se ha comido una hormiga, si hace falta.
En el siglo XXI, sin embargo, un importante sector de la sociedad, principalmente en los países desarrollados, ha dejado de comprender ese simple hilo y no sólo no entiende el sentido de la caza sino que la señala, la persigue y la incrimina. «Hay animalistas que han perdido el sentido, ven el mundo con el prisma de un cuento de dibujos animados y combaten con el desnorte de las sociedades deshumanizadas», razona Daniel. «Es fácil criticar cuando se es un funcionario urbanita o se vive de una subvención».
La progresiva despoblación de los pueblos, precisamente un mal que la caza ayuda a mitigar, ha distanciado aún más el mundo urbano y el rural. Por eso apenas se atisbó desde las capitales de provincia la bolsa de hartos, el magma de indignados que acabaría proporcionando el vuelco electoral en la comunidad autónoma. Sí lo hicieron en Vox. Sintieron la llaga y apretaron.
La herida terminó de abrirse en la primavera de 2018. Los cazadores de toda España se echaron a la calle no sólo para reivindicar sus derechos sino para reclamar justicia. Rafael, de 58 años, estuvo en la concentración de Sevilla. Fue un 15 de abril, recuerda. «No somos asesinos, por mucho que nos lo digan para insultar», dice este cazador de Umbrete que se considera «harto de la mentira y la manipulación, harto de los insultos, harto del silencio de la Administración, harto de los complicados reglamentos...».
Es una pequeña finca cercana al polígono Pivo. Rafael guarda su escopeta de dos cañones en una especie de trastero fuera del cortijo que reconcentra el olor a campo y metal. Tiene dos escopetas de perdigones y un rifle. De una percha cuelga unas cartucheras con proyectiles y una chaqueta de camuflaje. Un mastín ladra muy cerca de la puerta. «Mi hermano, que tiene una tienda en Huelva, me deja las prendas a buen precio», cuenta antes de pararse a explicar la última vez que alcanzó a una liebre. En la pared del trastero hay una foto con conejos inertes. La caza en Andalucía genera cada año recursos por un valor de 3.000 millones de euros y unos 45.000 puestos de trabajo, directos o indirectos. La provincia de Sevilla, junto a la de Almería, constituyen dos suculentos focos cinegéticos en la región. En ambas provincias el crecimiento de Vox fue superior al del porcentaje promedio. Los políticos toman nota y el PSOE, después de aquellas extravagantes afirmaciones de la ministra Teresa Ribera, no duda un instante en perfilarse en favor de iniciativas con monterías de por medio. Esta semana mismo, los socialistas apoyaron con decisión una moción en el Senado dirigida a reconocer el valor de la caza y la tauromaquia. Podemos, a nadie extraño, votó en contra. Son los urbanitas de las Cortes.
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