Andalucía

Venganzas, rituales o ganas de acción, las mechas que prenden bosques

En el primer semestre del año, 58 personas han sido investigadas por provocar fuegos

Venganzas, rituales o ganas de acción, las mechas que prenden bosques
Venganzas, rituales o ganas de acción, las mechas que prenden bosqueslarazon

En el primer semestre del año, 58 personas han sido investigadas por provocar fuegos

Las campañas de concienciación parecen estar surtiendo efecto y aunque la mano del hombre está detrás de la mayoría de los incendios forestales, cada vez son menos los causados por negligencias (un 20,32% en lo que va de año). Son los más fáciles de investigar porque detrás «hay una actividad que deja restos», tradicionalmente quema de rastrojos, una barbacoa u hoguera o trabajos de soldadura, aunque en los últimos tiempos la «moda» de ritos y celebraciones en el campo con velas o lámparas de papel se han convertido en un nuevo peligro. Una bengala parece estar tras el último incendio en Sierra Nevada. En el caso de las negligencias, llegar al culpable también es «más fácil» porque son los propietarios de las fincas u operarios contratados y, además no suelen huir. Todo lo contrario ocurre con los incendios provocados intencionadamente (11,91%), donde la casuística es muy diversa y aunque suele llegarse a determinar con rotundidad que el fuego fue provocado, resulta más difícil reunir las pruebas para demostrar quién lo ha hecho y llevarlo a juicio.

El año pasado, se incoaron 175 procedimientos por este delito en Andalucía y fueron condenadas 25 personas y otras diez absueltas. En el primer semestre del año, 58 personas han sido investigadas por incendio forestal, según la Guardia Civil, que ha abierto hasta junio 280 pesquisas. El Seprona sigue la pista a dos posibles implicados en el incendio de esta semana en Zahara de la Sierra (Cádiz) que varios testigos declararon haber visto en la zona.

El Código Penal castiga este delito con entre 1 y 5 años de prisión y de 12 a 18 meses de multa, que puede llegar hasta 6 años de cárcel y 24 meses de multa si el incendio «alcanza especial gravedad» o el autor ha actuado para obtener un beneficio económico con los efectos derivados del fuego. En caso de que se pongan en riesgo vidas humanas las penas aumentan a entre 10 y 20 años de prisión.

Ante un incendio, los primeros en llegar son los bomberos forestales pero casi a la par van los efectivos de la Brigada de Investigación del Infoca porque, como señala su coordinador en Sevilla, Andrés Maqueda, «para nosotros es fundamental estar lo antes posible» para recabar pruebas que las llamas pueden destruir. Su primer trabajo es medir el perímetro de la superficie quemada y buscar el origen siguiendo «el rastro que deja el fuego». Eso da ya una primera pista por cuanto en las negligencias las ubicaciones del foco son más al azar que en los intencionados donde «se busca hacer daño» y para ello se elige el lugar en función de las condiciones del terreno o el clima. Y luego es clave ver si en ese punto de inicio hay señal de actividad. A partir de ahí, recogen «evidencias científicas», desde restos de acelerantes o mechas a huellas de neumáticos. Y elaboran un informe en el que determinan la causa y en algunos casos apuntan la posible autoría, aunque esto último deben completarlo las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado con toma de declaraciones y pruebas testificales para llevar a alguien ante un juez. La parte más complicada. El año pasado, la propia Fiscalía abrió 25 diligencias de investigación y acabó archivando 23.

Aunque los conflictos cinegéticos o de lindes y las venganzas en el medio rural siguen siendo las principales causas de los intencionados, en sus doce años de experiencia, Maqueda ha visto de todo: «Desde el clásico gamberrismo de los chavales en una noche de botellona a niños que quieren ver los helicópteros echando agua porque es muy guay, o un jubilado en Tarifa al que la administración no le dio permiso para una actividad y provocó varios fuegos».

Los investigadores también se han topado con extraños «rituales religiosos o satánicos con velas que han prendido, porque encontramos restos de animales despellejados», como dos casos recientes en Granada o Sevilla. Menos siniestros pero igual de peligrosos son otro tipos de ritos de «moda» en los últimos años: celebraciones donde se lanzan lámparas de papel de tipo oriental al cielo. «Es peligrosísimo porque no controlas la dirección y no sabes donde acaban cayendo y pueden prender», avisa Maqueda. Con todo, «los accidentes impredecibles también ocurren» (3,3% de los casos). Este año se declaró un fuego «porque a un camión se le rompió un disco de freno que saltó al campo y prendió».

Por eso no hay un perfil claro para los causantes del fuego «porque todos podemos provocarlo en un momento». Apenas el 0,6% se originan por causas naturales como rayos.

No todo incendiario es un pirómano

Un incendio provocado puede haberlo sido por una negligencia o de forma intencionada y en este segundo caso aunque se ha generalizado el término pirómano, lo cierto es que son pocos los autores de fuego que entran dentro de este perfil que requiere que exista un trastorno mental ante el que la visión del fuego provoca una excitación. De hecho, una de las claves para detectar a un verdadero pirómano es que se queda a ver las llamas (en ocasiones se localiza su puesto de observación), frente al incendiario que huye para que no le pillen. Y suelen ser reincidentes y actuar en la misma zona siguiendo un determinado patrón.