Religion

Blázquez anima a los jóvenes a acompañar «al enfermo y al que vive desesperanzado»

El cardenal abre las XXXI Jornadas Diocesanas del Enfermo, organizadas por la Pastoral de la Salud

El arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, conversa con un grupo de médicos del Hospital Universitario «Río Hortega»
El arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, conversa con un grupo de médicos del Hospital Universitario «Río Hortega»larazon

Con la visita a enfermos del Hospital Universitario «Río Hortega» de Valladolid que realizaba ayer el cardenal arzobispo Ricardo Blázquez, y la eucaristía que presidía en la capilla del centro hospitalario, daba comienzo la edición número 31 de la Semana del Enfermo. Una iniciativa que organiza la Pastoral de la Salud de la Archidiócesis vallisoletana con el lema: «María, icono de la confianza y del acompañamiento», como ejemplo de servicio.

Por delante, siete intensos días con numerosas actividades, entre conferencias, mesas redondas, oraciones, misas y encuentros de enfermos y familiares, en las que se pondrá encima de la mesa la labor evangelizadora y el compromiso de la comunidad cristiana con los enfermos y los que sufren. También se mostrará el trabajo en las comunidades religiosas, parroquias, agentes de pastoral laicos o capellanías de los hospitales, y se insistirá en la necesidad de sensibilizar a la sociedad de la importancia del acompañar a enfermos y familiares y especialmente a los jóvenes, como recordaba Blázquez. «Los agentes de pastoral de la salud hemos de responder a la llamada de Jesús con cercanía y sensibilidad, y poniendo en práctica las obras de Misericordia visitando a los dolientes, consolando a los tristes e iluminando a aquellos que están desorientados y desesperanzados», señala por su parte a LA RAZÓN Sor María Teresa Peña, delegada diocesana de la pastoral de la salud de Valladolid. Una mujer, enfermera también, que anima a los jóvenes a comprometerse más con los que sufren. «A la juventud se la ve poco en las parroquias», lamenta, a la vez que alerta del rechazo social generalizado que hay actualmente a cuidar de los enfermos y los ancianos, «a pesar de que vivimos en una sociedad envejecida», dice.

Y aunque esta Hija de la Caridad reconoce que tienen poco contacto con jóvenes, considera que de cara a las jornadas del próximo año sería bueno poder contar con algún de ellos, «para que nos cuenten cómo ven ellos la enfermedad y qué entienden por acompañamiento». Sor María Teresa Peña advierte de que hay muchos hogares en donde se vive el sufrimiento y la enfermedad, y apunta que en muchas de estas casas «no nos abren la puerta, ya sea por intimidad de las familias o porque no se dan cuenta de que no vamos a pedir dinero sino a ayudar, a acompañar al enfermo por el compromiso que tenemos con la Iglesia y con Dios de atender al que lo necesita y no pasar de lado». Sin embargo, destaca que las familias que sí que les abren la puerta «están satisfechas» de que la pastoral de la salud esté con ellos «porque necesitan que les escuchen y les acompañen, por el respiro que les damos y porque hay muchos casos, tremendos, de personas que están solas y que carecen de las necesidades materiales básicas como comer o poder pagar las facturas de la luz». Cuenta la religiosa que con quienes más trabajan a diario son con los grupos parroquiales, «a los que no se les escapan ningún enfermo». Y destaca la importancia de estos grupos a la hora de poner en conocimeinto de todos quiénes están enfermos y necesita acompañamiento.

Rezar y no acusar

Emotiva era la visita que realizaba Ricardo Blázquez a varios enfermos que están ingresados en el «Río Hortega» de Valladolid, por los que el cardenal rezó después en la eucaristía que presidía en la capilla del centro sanitario.

En su homilía, el arzobispo agradecía la labor de autoridades y personal sanitario por la posibilidad que abren a los enfermos y familias que lo deseen de poder aprovechar el servicio religioso cristiano que en el Hospital se lleva a cabo, así como a la Pastoral de la Salud por su labor hacia ellos. «Todos tenemos corazón y necesitamos ser tratados con afecto, que se nos recuerde y nos ayuden a ver el horizonte de nuestra vida», decía Blázquez, al destacar el «reposo» que supone para los enfermos, en medio de sus sufrimiento, poder poner su vida en manos de Dios. «¡Qué serenidad se recibe, cuando en los últimos o intermedios estadios de la vida recibimos la fuerza de la fe». Asimismo, alertaba de que ante estas situaciones «nos surgen profundos interrogantes que no se resuelven con el quirófano o la atención médica en las habitaciones».

Blázquez destacaba la labor que la Pastoral de la Salud hace a este respecto «como reflejo de la bondad de Dios», y advertía de las preguntas que solemos hacer a Dios cuando se llega una situación delicada. «A veces tendemos a descargar los pesos de nuestra vida en Dios», decía el purpurado, quien llamaba a no interrogar ni acusar al Señor sino a rezar y a poner nuesrra vida en Él.