Castilla y León
Ocaso de un verano
Cuando el sol veraniego da paso a un septiembre con olor de otoño, da comienzo otro tipo de actividad, distinta a la del labrantío y la vendimia, tan propia después del estío.
El éxodo rural se vuelve una realidad y es que, los habitantes estacionales de los pueblos, vuelven a la ciudad en busca de las rutinas que les acompañan durante la mayor parte del año. El trabajo, el colegio o la universidad son los quehaceres que copan la mayor parte del tiempo a lo largo del día. Así los niños, dejan para el recuerdo la libertad del pueblo, las noches cálidas de juegos al aire libre, deseando que el curso escolar corra con prisa y deje paso a un nuevo verano.
La población rural se extingue entre la pasividad y la parsimonia y se me hace extraño que viviendo un día a día, donde la triste tónica son los desahucios, en los pueblos siga habiendo casas cerradas durante todo el año. ¿Por qué no darlas sentido?, ¿por qué no de familias con niños que den vida a los municipios y revitalicen la economía? La falta de preocupación de muchos ayuntamientos rurales, por la ausencia de jóvenes que den dinamismo, es absoluta. Y se acerca el día donde los pueblos, se asemejen a esos pueblos fantasmas del árido desierto. Porque Castilla y León, sin sus pueblos, es el cadáver de un cuerpo sin alma.
Así se vuelve urgente y de vital importancia que las instituciones de los pueblos de Castilla y León. se propongan la elaboración de unas medidas que sirvan de aliciente para que las familias con hijos habiten sus tierras y den vitalidad a los cada vez más ancianos y desiertos poblados de la paramera castellana.
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