Espectáculos
¿Alguien quiere conocer a un payaso?
El Lliure acoge «Rhumans», de los Rhum & Cia
Cuando el filósofo Henri Bergson entró en el auditorio de la Universidad de Oxford, en febrero de 1900, sabía que no iba a ser un día cualquiera. Tenía esa intuición, no sabía porqué.
Cuando el filósofo Henri Bergson entró en el auditorio de la Universidad de Oxford, en febrero de 1900, sabía que no iba a ser un día cualquiera. Tenía esa intuición, no sabía porqué. El auditorio estaba lleno de académicos e intelectuales y algún que otro personaje pintoresco. Nada que no hubiese visto antes, pero no un público fácil. Había viajado a Londres para hablar de sus ideas sobre la risa, que había reflejado en su ensayo «La risa», pero irónicamente no estaba de humor.
Empezó a hablar con un silencio reverencial de la audiencia, que admiraba al maestro, y sintió cierto consuelo y confianza, pero esta sensación no duró. Cuando comenzó a hablar de que la risa era un gesto social que castiga la mecanización de la vida, un payaso se levantó y le gritó, «sí, pero y los chistes, profesor, dónde están los chistes». Henri Bergson nunca había odiado tanto tener siempre razón.
Aún así, y después de contar el chiste del conejo y el banquero, siguió con sus explicaciones. Cuando aseguró que la risa también surge cuando una idea no se adapta a las nuevas situaciones, por ejemplo, cuando una afirmación se repite o se duplica un gesto, otro payaso se levantó y le gritó «sí, pero y los chistes, dónde están los chistes». Maldita sea, los chistes están en todas partes, pensó Bergson, pero se olvidó que los payasos no piensan. Esta vez contó el del caballo flaco y el cohete, pero nadie se rio, lo que era extraño, porque seguía todas sus requisitos para el humor.
Intentó aislarse de todas esas interrupciones y siguió con su conferencia. Entonces explicó que también era gracioso cuando se trata a una persona como una cosa, o viceversa, cuando se humaniza una cosa, y en ese momento un payaso salió de su espalda, se subió en su grupa y gritó, «brum brum, Carlos, trata de arrancarlo». Bergson sabía mucho de la risa, pero no tenía ni idea de los payasos, Murió preparando un libro al respecto.
Alegato a favor del circo
Quien sabe mucho de los payasos, porque ellos mismos lo son, es la compañía Rhum & Cia, que culmina su trilogía dedicada a estos líricos y misteriosos personajes con «Rhumans». Después del éxito crítico y popular de «Rhum» y «Rühmia», ahora llegan al Teatre Lliure de Gracia con una obra que reflexiona entorno al papel del payaso en la sociedad actual. Después de estrenarse en el pasado Festival Grec, ocupará el escenario del Lliure del 5 al 30 de diciembre. «El payaso busca, y casi cada vez encuentra fisuras en la razón y en el resto de personas... Invitamos a reflexionar en la figura del payaso a traves de un collage musical... Porque la risa no es sólo una palabra, es algo más profundo... Y estos payasos, ya lo veréis, no les gusta reírse de nadie, sino con todos... porque la risa lo cura casi todo», asegura Jordi Aspa, director del montaje y uno de los motores creativos del mismo.
La obra mezcla comedia, poesía y música en un espectáculo protagonizado por Joan Arqué, Roger Julià, Mauro Paganini, Pep Pascual y Piero Steiner. A través de una serie de números concatenados se logra dibujar la figura en mayúsculas del payaso y hasta qué punto puede convertir la sociedad en un lugar más decente. Para todos aquellos que dicen tener miedo a los payasos, la obra demuestra que los que no lo son dan mucho más miedo.
ogía de la compañía Rhum & Cia, que en esta ocasión reflexiona sobre el papel del payaso en la sociedad actual.
Jordi Aspa dirige esta obra, que llega al Lliure tras el éxito de “Rhum” y “Rühmia”, dos montajes que dignifican el papel del payaso e indagan en su capacidad expresiva.
“Rhumans”, que ya se pudo ver este verano en el festival Grec de Barcelona, cuenta sobre el escenario con el payaso musical Pep Pascual, Joan Arqué como conductor del espectáculo, la parodia cabaretera de Mauro Paganini y la comicidad llena de matices de Piero Steiner y Roger Julià.
En esta ocasión la dirección corre a cargo de Jordi Aspa, que ha dado al montaje un tono más nostálgico, poético y pausado que los anteriores.regario. Eran capaces de renunciar a lo que hiciese falta para demostrar que su nervio y voluntad eran una fuerza mayor que cualquier idea burguesa de confort y bienestar. No querían estar bien, querían estar enamorados, que es muy diferente. De ahí su fama de sucios, degenerados y vagabundos. Porque eran sucios, alcohólicos, pasionales, histéricos, extremos. Y a veces, sólo a veces, hasta daban miedo.
En el siglo XXI, los bohemios no son lo que eran, no tendría sentido, son lo que son, que es lo único que tienen que ser. Tienen muchos nombres nuevos, como modernos, hipsters, boombucks etc, y sí, tienen la barba, y a veces hasta el aspecto sucio, pero sus deseos no son de belleza, amor y verdad, no, son demasiado cínicos, prefieren la complacencia, la congregación, el aplauso, almacenar experiencias ya vividas, no crear nuevas. Y aún así, todos los bohemios del siglo XIX pagarían lo que fuera por ser los bohemios del siglo XXI. Los tiempos cambian, pero no tanto.
El escritor Henr Mugler dibujó las vidas de aquellos artistas sin fortuna en «Escenas de la vida bohemia» que luego Puccini convertiría en el sumum del verismo en «La Bohème». Allí nos encontrábamos a personajes como Mimi, una modista de vida trágica con apariencia frívola o Rodolfo, su joven enamorado, poeta capaz de despertar todas las furias con su insensatez y falta de tacto. Junto a ellos, pintores, músicos, cantantes, filósofos, viviendo al límite de sus fuerzas esa idea de belleza, amor y verdad. En el siglo XXI, nadie debería reconocer esos personajes porque ya no existen.
Por ello, para ganar nuevo público para la ópera, Emiliano Suárez tuvo la idea de modernizar la ópera de Puccini, adaptarla a los tiempos, y abandonar los grandes coliseos líricos para buscar emplazamientos más cercanos y directos. Bajo esta premia nació «La Bohème versión garage», que después de triunfar en Bilbao ahora llega al Espacio Palo Alto, una antigua nave industrial de 350 metros cuadrados, para intentar captar un nuevo público para la ópera. «La ópera de La Coruña me ofreció montar una nueva versión de la ópera de Puccini, pero después de un duro trabajo el proyecto se cayó y no se realizó nunca. A partir de ahí me di cuenta que lo que necesitaba era buscar espacios alternativos para la ópera y empezamos a trabajaar en una nueva idea de proximidad en el mundo de la lírica», explicó ayer Suárez en el Liceu, uno de los benefactores de este proyecto.
Un buen elenco
Así, ahora nos encontramos con una Mimi que es estilista de una revista de moda o un Rodolfo que es un guionista de cine alcohólico y frustrado, y todo a ras de tierra, con el público a escasos metros, en funciones que sólo haceptan 300 espectadores. El elenco está protagonizado por Mariola Cantarero, Aquiles Machado y Stefano Palatchi que no dudó ni un segundo en aceptar este nuevo reto. «Son todo voces de gran prestigio y verlos de tan cerca que casi puedes tocarlo es todo un privilegio», señala el bajo catalán. La obra está muy adaptada y reducida a la hora y media para concentrar una de esas historias de amor que los bohemios de ayer, y los de hoy, adoran.Quodiissul ut comnostem ditiquid condemus, nem P. Ad iusque incul horum in dies aucessa aci publi, condit dellariQuonsuntiae ingul untim is non sulviti icaestra? Nos erorumus
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