Literatura

Barcelona

Caperucita en abril

Caperucita en abril
Caperucita en abrillarazon

«Abril es el mes más cruel», escribió el poeta T. S. Eliot, y sobre abril, el de las aguas mil, que ayer se despidió, tenía pensado uno escribir hoy. Pero se entrometió una noticia que llevaba pidiendo paso en la libreta desde que salió, hace ya dos o tres semanas: la retirada de doscientos libros infantiles en una escuela de Barcelona. Por contener estereotipos de género, ese ha sido el argumento esgrimido por la comisión de género del centro educativo para justificar los rigores del escrutinio.

Aunque qué triste tratar a estas alturas de cosas así: ¿no habíamos quedado en que la censura, en cualquiera de sus formas, era algo execrable y una reliquia ignominiosa del pasado?

Y entre los cuentos retirados figura al parecer el de Caperucita Roja, por sexista... Charles Perrault, que fue el primero en recogerlo de la tradición oral y darle fama, despojó el relato de los elementos más perturbadores y truculentos, y otro tanto hicieron luego los hermanos Grimm, que lo dulcificaron aún más y le dieron un final feliz introduciendo la figura del cazador. Pero, claro, lo del rol sexista y los estereotipos de género les debió de pasar desapercibido. Y a uno, por más que vuelve a leer las dos versiones, le pasa lo mismo.

¿Dónde está entonces el pecado de Caperucita? ¿Será porque es valiente y, obedeciendo a su madre, se atreve a cruzar ella sola el bosque para llevarle de comer a su abuela enferma? ¿Porque, en contra de las advertencias maternas, se para a hablar con un desconocido? ¿Porque, la muy ingenua, se deja engañar por el lobo, y dos veces además? ¿Porque va ataviada con una caperuza roja, un señuelo demasiado llamativo y tentador para los predadores al acecho? ¿O será porque es un cazador, rol masculino donde los haya, el que al final la salva?

Decididamente, mejor hubiera sido escribir sobre abril, que no volverá hasta el año que viene.