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«Con todo afecto le saluda, Margarita Xirgu»

Un libro recoge las cartas que la gran actriz catalana escribió a lo largo de su carrera.

Federico García Lorca , Margarita Xirgu y Cipriano Rivas Cherif, en 1934, tras el estreno de «Yerma». Foto: Archivo
Federico García Lorca , Margarita Xirgu y Cipriano Rivas Cherif, en 1934, tras el estreno de «Yerma». Foto: Archivolarazon

Un libro recoge las cartas que la gran actriz catalana escribió a lo largo de su carrera.

Margarita Xirgu nunca escribió unas memorias. Por eso, la publicación de las cartas que ella escribió a lo largo de su larga y fructífera carrera viene a suplir esa ausencia. Eso es lo que encontrará el lector que se acerque a las interesantísimas páginas de un libro tan fascinante como cuidado. Se trata de «Epistolario», un volumen con las misivas de la gran intérprete bajo el cuidado de Manuel Aznar Soler y Francesc Foguet i Boreu, editado por Biblioteca del Exilio de Editorial Renacimiento. Es una oportunidad única de poder saber de primera mano de la relación de la Xirgu con algunos de los principales nombres de la escena como Cipriano Rivas Cherif, Federico García Lorca, Benito Pérez Galdós, Max Aub, Eduardo Marquina, Miguel de Unamuno o Adrià Gual, entre otros. A ellos se le suman las cartas enviadas a su familia y las escritas por Miguel Ortín, el actor y segundo marido de la actriz de referencia de autores como Lorca de quien estrenó «Mariana Pineda», «La zapatera prodigiosa», «Yerma» y «La casa de Bernarda Alba».

El libro es el resultado de seis años de trabajo en numerosos archivos. Es un autorretrato de un mito teatral a partir de las cartas y tarjetas postales escritas a lo largo de seis décadas: desde el 6 de mayo de 1909 en Barcelona hasta el 3 de abril de 1969 desde Punta Ballena (Uruguay), muy pocos días antes de la muerte de la Xirgu.

En este epistolario nos encontramos a una actriz sincera y que admite que se expresa mucho mejor sobre un escenario que escribiendo una carta: «Usted sí que tiene que perdonarme a mí, lo mal que escribo y sólo así puedo escribirle, dejándome llevar de mis nervios, sin poder disimular mis sentimientos». Incluso llega a asegurar que «soy tan torpe para escribir que no sabría cómo contárselo».

También nos encontramos a una Xirgu terriblemente exigente con su trabajo, algo que no duda en expresar en sus cartas, como cuando le admite a Lorca, en una nota de 1928, que «no le escribí antes porque trabajo mucho y no me queda tiempo para nada». Precisamente la actriz lo dio todo por el poeta granadino, apostando por él cuando todavía era un nombre desconocido para el teatro y llevaba a sus espaldas un primer estreno que fue un fracaso estrepitoso. «Mariana Pineda» fue la primera obra lorquiana con la que se atrevió la actriz, pero pese a la riqueza del texto y los decorados de Dalí, las cosas no salieron tan bien como se esperaban. Eso es lo que se constata en una carta que la Xirgu redacta desde Zaragoza, el 4 de mayo de 1928 a su amigo y confidente el escritor Joaquín Montaner: «Siguen los grandes entradones por las tardes, las noches son más flojas. Ayer, con “Mariana Pineda”, hubo el abono pelado y, por la noche, nadie».

El epistolario también nos ayuda a conocer mejor el compromiso político y social de Margarita Xirgu, alguien que siempre estuvo al lado de la Segunda República y que acabó muriendo en el exilio. De la mano de una nota enviada a Francisco Graña Garland, periodista y empresario peruano, podemos leer confesiones como que «jamás pertenecí a ningún partido político. Mi amistad con personalidades políticas fueron siempre relacionadas con el teatro, ignorando en muchos casos su ideología». También escribe en esa carta que «en abril de 1931 se proclamó la República: mi trayectoria artística siguió siendo la misma y, como no tenía ningún compromiso con partido alguno, lo único que me interesaba era tener la misma libertad que hasta entonces había tenido, continuando la amistad con los buenos amigos, sin reparar en ideologías políticas. Desgraciadamente, al poco tiempo de instaurada la República, los enemigos de ésta pretendieron que cambiara mi manera de proceder y emprendieron contra mí una campaña verdaderamente indigna».

A Graña también le da los motivos por los que no quisoe regresar a España: «Creo que Dios me iluminó evitándome ver con mis propios ojos la tragedia de una guerra civil espantosa en mi país. Pero, en aquel entonces, por qué no decirlo, la explicación que yo me daba a mí misma, era cierta amargura por la campaña ignominiosa que se me había hecho y no quería de ninguna manera aparecer como una actriz que necesitaba del favor de los amigos que estaban en el Gobierno».