El 16% de los atendidos son trabajadores pobres. Se constata que el empleo que se crea no ayuda a mitigar la pobreza.

El arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, encontró ayer rezando por la mañana un texto de San Ambrosio de Milán que dice: «Delante de la puerta de tu casa, grita quien no tiene vestido para cubrirse y tú lo desprecias (...) En tus manos está el destino de muchas personas. Podrías salvarlo de la muerte y te niegas a hacerlo». Aunque San Ambrosio de Milán vivió hace muchos años, nació el año 337, Omella recuperó sus palabras en la presentación de la Memoria de 2016 de Cáritas Diocesana de Barcelona para invitar a reflexionar a políticos, ciudadanos y empresarios, a ver si entre todos es posible sacar de la pobreza a ese tercio de la población que la crisis ha dejado en la cuneta.

Cáritas es la última organización que alerta de que la pobreza se ha cronificado, que la recuperación es desigual y se corre el riesgo de fractura social. El avance que hizo de los primeros seis meses de 2017 es demoledor: ha registrado un aumento del 18% de los hogares que necesitan ayuda, sobre todo, para comer. Mariano Rajoy se defendía de la moción de hace dos días alegando que la economía crece un 3% y que se ha recuperado el empleo que había antes de la crisis, en 2008. Pero también es cierto que el 86,2% de los nuevos contratos son temporales. Eso explica por qué el 16% de las personas que piden ayuda a Cáritas tiene trabajo.

Hay más empleo, sí, pero los sueldos son más bajos y la temporalidad más elevada. Es más, el 60% de los contratos temporales son de menos de seis meses. Además, alerta Salvador Busquets, director de Cáritas, «la economía sumergida ha repuntado». Un 23% de las personas atendidas trabajan sin contrato.

Aunque en términos absolutos, en 2016 se atendió a 22.435 personas, un 6% menos, la cifra engaña porque en los primeros meses de 2017 crecen las personas que vuelven a pedir ayuda tras encontrar trabajo y constatar que no llegan a final de mes. «Nos llegan cada vez más personas que trabajan 5 o 6 horas diarias sin contrato», advierte Mercè Darnell, responsable de Programas y Servicios de la entidad eclesiástica. Gente como Marc, el padre de familia que protagoniza la última campañ de Cáritas «Atrapados en la precariedad». Un hombre a quien la crisis hizo trizas su empresa familiar, dejó sin trabajo y sin ahorros, y ahora que vuelve a tener un empleo, necesita la ayuda de Cáritas para llegar a fin de mes. Los llamados trabajadores pobres aumentaron un 14,1 % en 2016 respecto a 2015.

Los datos del Banco de España son tremendos, el 25% de los hogares más pobres, que en 2008, antes de la crisis, tenía unos ahorros de 14.800 euros, ahora tiene una deuda de 1.300 euros.

Marc y su familia es uno de los tres perfiles que más atiende Cáritas. El segundo es el de una familia monoparental formada por una mujer con hijos. El 31% de las familias hace más de cinco años que reciben ayuda de Cáritas. A la dificultad de encontrar un trabajo y mantenerlo, estas mujeres tienen el problema de conciliar solas. El año pasado, se acompañó a 397 mujeres en la crianza y se dio refuerzo escolar a 550 niños.

El último grupo es el de los refugiados. Cáritas alerta de un nuevo perfil que viene de Venezuela, El Salvador, Nigeria u Honduras. Advierte de que en 2015 no se atendió a ningún hondureño, mientras que en 2016 se atendió a 350. «Vienen con relatos de miedo, violencia e inseguridad», cuenta Darnell. Aumenta un 43% las personas sin permiso de residencia que piden ayuda.

Preocupa también que el 45% tiene un techo pero no un hogar. En 2017, crecen un 22% los realquilados y un 30% las personas sin vivienda. Busquets pidió a las tres administraciones que colaboren en la lucha de una pobreza que ya es estructural. Lanzó un SOS para que se aplique la Renta Garantizada de Ciudadanía tal y como se acordó a partir de septiembre.