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Cuando el arte se mueve

La Pedrera reúne lo mejor de los artístas cinéticos, de Calder a Duchamp, Vasarely Apollonio o Bury.

Las obras de arte cinético llegan a intervenir en el suelo de la Pedrera y conversan muy bien con la propia arquitectura de Gaudí.
Las obras de arte cinético llegan a intervenir en el suelo de la Pedrera y conversan muy bien con la propia arquitectura de Gaudí.larazon

La Pedrera reúne lo mejor de los artístas cinéticos, de Calder a Duchamp, Vasarely Apollonio o Bury.

«¡Lina, pasa la pelota!», gritó Jorge tan alto que sintió que la sangre le abandonaba el cuerpo y se iba a vender manzanas. «¡Lina, quieres pasarme la pelota!», volvió a gritar, esta vez con la voz rota y los ojos llorosos. ¿Por qué no le pasaba la pelota de una vez? «Linaaaaaaaa, Liiiiiiiiina, laaaa pelotttttaaaaaaa», insistió, haciendo gestos con las manos. Lina, harta de tanto grito, dejó lo que estaba haciendo, se acercó al chico, que ahora tenía de espaldas, y le chilló a la oreja, «¡qué pelotAAAAAA!».

A Jorge se le tumbó el corazón y empezó a rebotar por las escaleras del susto. Si ella no tenía la pelota, quién la tenía, porque él estaba seguro que la había visto junto a ella, que se la había pasado, que estaban jugando juntos a la pelota, pero para jugar a la pelota lo primordial es que hubiera pelota y Lina tenía razón, allí no había nada de nada. «¡Dónde está la pelota!», lloró, porque de verdad quería que hubiera una y poder jugar con ella.

Su padre, en ese momento, se acercó al niño y le arreó tal colleja que su cabeza giró, giró, giró, giró y al final hizo un hoyo en uno en el mismísimo Masters de Augusta. «Quieres callarte de una vez», le espetó su padre, «es que has perdido la cabeza». «No, papá, he perdido la pelota», insistió el niño desesperado.

En ese momento, todas las personas del museo le miraban con cierta lástima. A Jorge le gustaba el aprecio de sus semejantes, como no, pero prefería jugar a la pelota, así que le traía sin cuidadolo qué pensase aquella gente. «Nos estás haciendo pasar una vergüenza enorme», le dijo entonces su padre, «así que cállate de una vez».

Jorge no tuvo más remedio que obedecer. Se acercó a una obra que colgaba del techo. Estaba formada por unas pequeñas bolas pegadas a una serie de ramas superpuestas unas a otras, como un árbol feliz que girase como un tiovivo hipnótico. Jorge leyó el nombre de la obra, «Typographie», de Alexander Calder y pensó si ese tal Calder sería el que le había robado la pelota. No podía ser, pero lo cierto es que aquella obra le hacía dudar hasta de su propia sombra. Empezó a mirar el resto de obras de aquella exposición. Eran como juegos del escondite en que cuando no desaparecía él, desaparecía el mundo. De repente, miró una obra de un tal Vasarely y sintió como un fuerte pelotazo en toda la nariz. Vaya si le dolió, pero tanto le daba, aquel arte era como jugar a la pelota y era bestial.

La Fundación Catalunya La Pedrera acoge hasta el 27 de enero la exposición «Obras abiertas. El arte en movimiento, 1955-1975», una imponente retrospectiva que reúne lo bueno y mejor del arte cinético, una de las últimas vanguardias históricas que intentaron cambiar el papel del espectador de la obra de arte y convertirlo en creador principal.

La exposición, que se inicia con dos obras de los protopadres del movimiento, Marcel Duchamp y Alexander Calder, reúne a 37 artistas que sobre todo en los años 60 estremecieron los cimientos del arte contemporáneo. «Renovaron el sistema de relaciones entra la obra y el espectador. la hicieron más activa, propositiva, en la que no trabajaba solo el ojo, sino todo el cuerpo, con obras vivas, en movimiento», señala Jordi Ballart, cocomisario de la uestra con Marionna Gelussi.

El título de la exposición surge del célebre ensayo de Umberto Eco, «Obra Abierta», y hace referencia a esencia múltiple y cambiante de todas de estas piezas. Entre los artistas que podrá disfrutar quien se acerque a La Pedrera está Marina Apollonio, Carlos Cruz-Díez, Hans Haacke, Mona Hatoum, Julio Le Parc, Nicolas Schöffer, Jesús Rafael Soto, Jean Tinguely o Victor Vasarely. La muestra se complementa con la visión que este movimiento tuvo en Cataluña y España con obras de Leandre Cristòfol, Ángel Duarte, Jordi Pericot, Eusebio Sempere y Francisco Sobrino.

La muestra se inicia en el patio interior de La Pedrera con la intervención de Apollonio «Spazio ad attivazione cinética» (1966-2018), una espiral en blanco y negro sobre el suelo que el público puede pisar y que, vista desde arriba, emula el movimiento de las esferas. A partir de aquí el recorrido de la muestra se divide en cuatro ámbitos. El primero, «Del ojo al cuerpo», muestra cómo estas obras ayudan a hacernos dudar de nuestra noción misma de realidad. A partir de aquí vemos como estas obras invitan a la inestabilidad, a ir más allá del marco, jugando con las geometrías, y cómo intentan hacer visible lo invisible.

Dónde: fundació Catalunya La Pedrera. Provença, 261-265.

Cuándo: Hasta el 27 de enero.

Cuánto: 5 euros.