Exposición
Cuando la modelo coge la cámara
La Fundació Miró acoge una gran exposición sobre la fotógrafa Lee Miller y su papel principal en la conexión de los surrealistas con los artistas británicos.
La Fundació Miró acoge una gran exposición sobre la fotógrafa Lee Miller y su papel principal en la conexión de los surrealistas con los artistas británicos.
El país todavía se encontraba en shock, después de la evacuación de los soldados británicos de las costas francesas de Dunkerque. La II Guerra Mundial había cambiado todas las reglas del juego, convirtiendo la realidad en una pesadilla infinita. ¿Alguien podía descreer de aquella terrible verdad e intentar mirar a otro lado? Sólo una semana después, en aquel junio negro, en célebre restaurante «The Barcelona», en el barrio del Soho londinense, se realizaba la última reunión de los surrealistas en Gran Bretaña para preparar la exposición «Surrealism Today», que cerraría esa segunda casa que los surrealistas encontraron por sorpresa en Londres en los años 30. Allí estaba Lee Miller y Roland Penrose, los grandes instigadores, pero también otros grandes artistas ingleses como Eileen Agar, Henry Moore, Conroy Maddox, Josh Banting, Paul Nash o Humphrey Jennings.
Los surrealistas ingleses se reunían una vez al mes en aquel restaurante, «The Barcelona», y por allí pasaron nombres como Max Ernst, con una joven Leonora Carrigton a la que acababa de conocer. El grupo había tejido lazos estrechos con los monstruos del género al otro lado del canal de la Mancha, de Man Ray a Joan Miró, Yves Tanguy, Picasso, De Chirico y un larguísimo etcétera, y habían conseguido levantar un dinámico movimiento surrealista. No hace falta decir que Londres, donde todo es más oscuro, más ordenado y más reprimido que en París, era un escenario mucho más adecuado para que el surrealismo hiciese sus juegos y estragos.
Pero la II Guerra Mundial era una realidad demasiado fuerte incluso para los poetas y artistas. Las extrañas fotografías que Lee Miller realizó sobre la fantasmagórica decoración de la casa de campo de Ernst y Carrington en el sur de Francia, en Saint-Martin d'Ardèche, fueron una de las obras que se pudieron ver en la última exposición surrealista en Gran Bretaña. La galería Zwemmer de Londres cerraba así un gran explosión de talento y confusión que la guerra voló por los aires. Esas gárgolas espectrales dibujando sus sombras escabrosas en la tiza era una manera de escribir el final de una época y el inicio negro de otra. Por suerte, el surrealismo siempre brota incluso por las rendijas más lúgubres del barro y la podredumbre.
La Fundació Miró acoge ahora la exposición «Lee Miller y el surrealismo en Gran Bretaña» que revela uno de esos episodios del surrealismo que la historia había arrinconado a un lado, la importancia de Londres en la internacionalización de una de las vanguardias más globales de la historia. Patrocinada por la Fundación BBVA, la muestra reúne hasta 200 piezas entre fotografías, cuadros, objetos, esculturas, collages y documentación que pretenden ensalza la figura de Miller como el ancla que unió Gran Bretaña con el continente. La artista empezó como modelo y acabó convertida en creadora y creación, dejando a su paso imágenes icónicas. «Si pensamos en el momento actual, con los jóvenes poniéndose delante de la cámara y recreando una puesta en escena a veces teatral, podemos decir que Lee Miller fue una pionera en la idea de que ser artista no es construir solo un mundo, sino en construir una personalidad para vivir en ese mundo. El fotógrafo como parte del relato más extendido», señaló ayer Marko Daniel, director de la Fundació Miró y que no duda en tildar a Miller como la primera instagramer de la historia.
Una caja llena de genios
El recorrido expositivo pone en relación la obra fotográfica de Miller, de 1929 hasta el final de la II Guerra Mundial, con piezas de los grandes nombres del surrealismo como Max Ernst, Leonora Carrington, Man Ray, Yves Tanguy, Eileen Agar, Roland Penrose (su marido), Paul Nash, Salvador Dalí, Giorgio de Chirico, Joan Miró, Pablo Picasso, Maruja Mallo, Francis Picabia, Ángel Planells o Dora Maar. El resultado es la construcción de una red hipnótica que atrapa al visitante a unos años tan extraños como vibrantes en que el arte parecía tener una fuerza transformadora que sólo la crueldad de la Guerra silenció. «La exposición muestra la genial colisión de estos artistas entre sí y el resultado de una relación que borró fronteras. Documentamos la vida de Miller a partir de su propia vida, siendo una pionera a la hora de conectar arte, moda y periodismo», afirmó Eleanor Clayton, comisaria de la muestra.
De esta forma, el recorrido de la exposición nos lleva a sus primeros pasos como fotógrafa como ayudante y aprendiz de Man Ray, llegando incluso a hacer los encargos que el artista no quería hacer. A partir de aquí vemos cómo poco a poco va consiguiendo su imaginario particular hasta que en 1937 Roland Penrose la convence a ir a vivir con él a Londres. Ella creía ingenuamente que París seguía siendo el centro del universo, pero Penrose la convence, se casa con ella, y juntos convierten Londres en la gran capital surrealista. «Su ojo siempre estuvo atraído por lo extraño dentro de lo cotidiano, lleno de imágenes surrealistas, cuerpos distorsionados, animales extraños y formas», aseguró Clayton.
En 1936 Penrose organiza la primera exposición internacional del surrealismo y comienza esta historia de amor que se interrumpirá en 1940. En esos años, para poder sobrevivir, Miller se convierte en fotógrafa de moda para la revista «Vogue», con imágenes que no abandonan su inspiración surrealista. Pero el gran salto lo realiza cuando se convierte en fotógrafa de Guerra. Primero realizará instantáneas que documentan los bombardeos de Londres y a partir de finales del 42 viajará al continente como reportera, a pesar de que a las mujeres periodistas no se les permitía adentrarse en primera línea de batalla, y allí también se enfrentará al horror. «Puede ser que el impacto de lo que vio esos años fuese lo que redujo su producción a partir de entonces puesto que era difícil sobreponerse a tanto horror», comentó la comisaria.
Una imagen provocadora
Con el final de la guerra, en 1945, realizará una de las fotografías que marcarán su trayectoria. Encerrada en el piso de Munich de Adolf Hitler, se fotografiará dentro de la bañera de su cuarto de baño junto a una fotografía del propio Hitler. «Incluso en sus imágenes de guerra hay cierta construcción teatral y lo más seguro es que fuese ella quien añadiese el marco de la foto a esa bañera. El resultado fue una instantánea provocadora», aseguró Clayton.
Así se cierra una exposición que lustra la figura de Miller y rescata auténticas maravillas como su retrato del fotoperiodista David E. Sherman con una máscara antigas al lado de una cámara, lo que une a los dos elementos de la imagen en un único monstruo. O el retrato de Magritte sentado junto a su gabardina y bombín característico de sus cuadros. También se entiende el sentido del humor de Lee con instantáneas como la de Henry Moore abrazado a una de sus esculturas bajo el título «Mother and child» o la foto de una calle de Londres donde llace una bomba sin explotar bajo el título «No almorzarás en la calle Charlotte en el día de hoy».
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