Barcelona

El fenómeno «badulaque»

La Razón
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En los últimos años, Barcelona ha vivido la eclosión de un fenómeno que trae de cabeza a algunos comerciantes y asociaciones ciudadanas, especialmente de zonas de la Ciudad Condal como el Eixample o Gracia. Se trata de la proliferación de locales comerciales de menos de 150 metros cuadrados dedicados a la alimentación, habitualmente regentados por inmigrantes, y con un amplio horario comercial. Son los conocidos como «badulaques» o colmados 24 horas.

Así en el área metropolitana de Barcelona, cerca del 70 por ciento de los establecimientos de esta superficie están regentados por inmigrantes, principalmente de origen asiático, según datos de la consultora Nielsen. Se trata básicamente de personas originarias de Pakistán, China, India o Nepal que llegan a Barcelona sin perspectivas laborales y con la intención de trabajar a destajo para acumular el máximo dinero en el menor tiempo posible. Así es habitual que opten por abrir comercios de alimentación, principalmente fruterías, puesto que éstos no requieren una especialización o conocimientos previos y es relativamente sencillo conseguir una licencia para este tipo de comercios.

Oferta ampliada

Con el paso del tiempo y la adquisición de más experiencia en el sector, habitualmente estos establecimientos amplían su oferta con productos complementarios o bien, el propietario opta por solicitar una nueva licencia como establecimiento de alimentación, una gestión que se puede tramitar por internet mediante una simple comunicación con declaración responsable al Ayuntamiento y que tan solo supone el pago de una tasa muy baja.

Además, la regulación comercial de horarios, establece que los establecimientos de alimentación de una superficie inferior a los 150 metros cuadrados y regentados por personas físicas, individuales, es decir que no formen parte de una gran cadena o grupo de alimentación, pueden beneficiarse de un horario de apertura ilimitado y sólo están obligados a cerrar tres días al año.

Estas directrices se ajustan a las pretensiones y disposición de la mayoría de inmigrantes asiáticos que optan por regentar una establecimiento comercial, puesto que son personas habituadas a trabajar muchas horas al día y que suelen recurrir a la propia familia para cubrir todos los turnos.

Si bien, las asociaciones y entidades comerciales de Barcelona no se oponen a este tipo de comercios, son varias las que consideran necesaria las adopción de una serie de medidas administrativas para controlar su proliferación, el cumplimento de la normativa y de condiciones estéticas y de calidad mínimas.

«Hueco comercial»

«La inmigración ha encontrado un hueco comercial y lo está cubriendo dentro de la normativa», señala Miguel Angel Fraile, secretario general de la Confederació Catalana del Comerç, quien destaca que «el 70 por ciento de los barceloneses compra los productos frescos en las tiendas especializadas o en mercados, con lo que la cuota de mercado de los colmados 24 horas es muy reducida, se basa principalmente en las compras de última hora de productos concretos a mediodía o a partir de las 22 horas». «La gente recurre a estos establecimientos para compras de emergencia y nunca para llenar el carro», comenta por su parte Carme Izquierdo, presidenta de Cor Eixample.

Por ello, a priori, estos establecimientos son bien recibidos en cualquier barrio, ya que entre otras cosas frenan el cierre de negocios en el sector, sin embargo hay quien considera que deberían intensificarse los controles e inspecciones para asegurarse que realmente cumplen la normativa. «Reclamamos un control de la actividad de forma intensiva y programada para garantizar que se cumpla la normativa, pero a de ser un control no discriminatorio», reclama Fraile.

Mientras, Sergi Maral, presidente del Eix Comercial Nou Eixample, comenta que «en ocasiones perjudican al resto de comercios porque incurren en competencia desleal». «Hay empleados que trabajan hasta catorce horas seguidas, en ocasiones tienen trabajando a menores de edad y a veces incluso viven en el interior de los comercios», comenta Maral, quien por todo ello exige «mayores controles». «Les ponen multas, pero con lo que ganan en un fin de semana, ya la han cubierto» , añade.

Por otro lado, en el sector comercial existe también cierto malestar por el perjuicio que este tipo de negocios puede suponer para la imagen del barrio y la ciudad.