Teatro

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El mejor Valle-Inclán

Mariano Anós es Max Estrella, aquí sobre la mesa flanqueado por el resto del elenco de actores
Mariano Anós es Max Estrella, aquí sobre la mesa flanqueado por el resto del elenco de actoreslarazon

En la historia universal del teatro existen pocos personajes como Max Estrella. Este poeta «loco, ciego y furioso» de «Luces de Bohemia» y su recorrido nocturno por el Madrid canalla de principios del siglo XX, lleno de delincuentes, prostitutas, trabajadores desesperados, policías y periodistas es uno de esos clásicos cuyo eco resuena cada vez con más fuerza en el presente. El actor Mariano Anós es la última reencarnación de Max Estrella. Su interpretación es el motor de la premiada adaptación del Teatro del Temple, un prodigio de austeridad para reiventar el género que dio fama a Valle-Inclán, el esperpento.

Trece escenas

El Teatro Goya acoge hasta el 30 de junio un montaje que ya han podido ver 80.000 personas, finalista de los Premios Max y ganador del Premio Valle-Inclán, con más de seis años de recorrido. Dirigido por Carlos Martín, Jorge Basanta coprotagoniza la obra como Latino de Hispalis. El elenco lo forman ocho actores, que interpretan la cincuentena de personajes grotescos que se cruzan en la odisea urbana del poeta ciego. «Hacemos de la necesidad una virtud. Sólo un pequeño cambio en los actores los transforma en otro personaje y se subraya así la teatralidad del texto, que llega de forma más directa y contundente al espectador», aseguró ayer Martín.

La puesta en escena destaca por la modernización del texto, en un escenario atemporal, que podría pasar hoy mismo. Trece placas movibles, que manipulan los propios actores, son las que marcan el cambio de escena y ubicación. Todo está construído con los mínimos elementos para centrar la atención en la grandeza de las palabras de Valle-Inclán. «Son trece situaciones escénicas, muy dinámicas, que marcan un recorrido muy concreto. Demuestran que todavía es posible la magia, el intelecto, la poesía y se relaciona a la perfección con la esencia del texto», afirma Alfonso Plou, dramaturgo responsable de la adaptación.

Esta puesta en escena ágil y desacomplejada consigue que el texto hable directamente del más rabioso presente. «Vivimos en una época esperpéntica. Valle-Inclán nunca tuvo tanta vigencia. Habla de una época que se acaba, dentro de una sociedad en fractura, que hace lo que sea por sobrevivir. Los jóvenes nunca habían disfrutado tanto con Valle-Inclán», aseguró Martín.