Literatura

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Esto no son vidas de santos

Malcolm Otero y Santi Giménez publican su nuevo libro «El club de los execrables»

Winston Churchill. En «El club de los execrables» descubrimos que el más famoso primer ministro británico fue corrupto, racista y cruel. Prueba de esto último es una de sus más desafortunadas frases: «No entiendo esta aversión contra el uso del gas. Estoy completamente a favor de usar gases venenosos contra las tribus incivilizadas». Incluso vio con buenos ojos la llegada de Franco al poder porque era la única manera de que en España no gobernaran su peor pesadilla: los socialistas.
Winston Churchill. En «El club de los execrables» descubrimos que el más famoso primer ministro británico fue corrupto, racista y cruel. Prueba de esto último es una de sus más desafortunadas frases: «No entiendo esta aversión contra el uso del gas. Estoy completamente a favor de usar gases venenosos contra las tribus incivilizadas». Incluso vio con buenos ojos la llegada de Franco al poder porque era la única manera de que en España no gobernaran su peor pesadilla: los socialistas.larazon

Desde hace unos años, el editor Malcolm Otero y el periodista Santi Giménez se dedican a profanar tumbas de grandes personalidades de todos los tiempos. Lo han hecho desde las ondas de RAC-1 y en dos libros.

Desde hace unos años, el editor Malcolm Otero y el periodista Santi Giménez se dedican a profanar tumbas de grandes personalidades de todos los tiempos. Lo han hecho desde las ondas de RAC-1 y en dos libros. Ahora aparece un tercero, «El club de los execrables», publicado por Ediciones B, donde reúnen a sus víctimas favoritas. Ellos son Mahatma Gandhi, James Joyce, Winston Churchill, Pablo Picasso, Albert Einstein, James Dean o Fidel Castro, entre muchos otros.

Todas ellas tienen la particularidad de estar muertas, por lo que es imposible que ellas puedan defenderse. Así que solamente cabía una posibilidad de reunir a Otero y Giménez con los protagonistas de su libro: llevarlos al Museo de Cera de Barcelona. Y hasta ahí se fueron los dos autores acompañados de un fotógrafo y el redactor de estas líneas. El objetivo era que se arrepintieran de sus palabras, que se echaran atrás al encontrarse con la versión en cera de Hemingway, Neruda o Einstein. Pero no hubo manera y se mantuvieron en sus trece porque lo que han escrito no son vidas de santos.

Así que nos tenemos que hacer a la idea de que algunos de estos mitos fueron de mucha carne y demasiado hueso. Por ejemplo, según los autores de «El club de los execrables», Marlon Brando era inestable, agresivo y egocéntrico, un tipo extravagante que además de comprarse un atolón en la Polinesia, llenó su casa de micrófonos con los que grabar todo lo que pasaba. Su dieta era también de lo más peculiar: dos pollos enteros, trescientos gramos de beicon, una bandeja de patatas fritas, dos pasteles de manzana y helado.

En la misma sala del museo en la que está el protagonista de «El padrino» hay otras dos víctimas de peso de estos desmontadores de mitos. Uno es Charlie Chaplin y el otro es todo un Premio Nobel de Literatura: Ernest Hemingway. De este último, se recuerda que fue machista, acomplejado y violento, que usaba a las mujeres como si fueran un kleenex para despreciarlas una vez que se cansaba de ellas. Por eso el libro nos recupera algunas de las desafortunadas frases del escritor como «nunca he visto que una mujer se olvide las joyas en un accidente de avión o en un naufragio».

En otro espacio del museo nos topamos con Einstein y uno espera la salvación, pero Otero y Giménez me recuerdan que el físico alemán era misógino, aprovechado y maltratador y que, pese a que era un pacifista, de alguna manera está detrás de la construcción de la primera bomba atómica.

No hay nada que hacer.

«El club de los execrables»

M. Otero/S. Giménez

Ediciones B.

408 páginas

18 euros