Barcelona
Genís Sinca: «Es imposible escapar a la familia»
Después de años siendo «negro» de otros escritores, y haciendo biografías por encargo, el periodista Genís Sinca ha decidido que ya era hora de que la gente escuchase su propia voz. Y sí, suena bien. Con «Una família exemplar» (Destino) ha ganado el Premio Josep Pla. La historia del enfrentamiento de dos familias y una boda que nunca debió ser le sirve para escribir una hilarante sátira sobre la necesidad de conocer nuestras raíces y luchar contra la hipocresía y la doble moral.
–La novela nos introduce en dos familias antagónicas, ¿no podemos separarnos de nuestra historia familiar?
–No, es imposible. Todos deberíamos conocer la historia de nuestras familias. Yo no sé nada de mi bisabuelo, podría ser un asesino. Antes se mataba más que ahora, es posible, y esos genes quizá están predeterminando mi vida. Si conociéramos toda nuestra historia familiar, quizá podríamos hacer algo para contrarrestarla, pero si no, estamos condenados a repetirnos.
–La historia habla de una familia de buen nombre, de prestigio, cuyo patriarca, el doctor Bou, acaba por descubrir que su pasado no es tan admirable después de todo.
–La boda de su hija lo une con una familia que detesta, unos arribistas, nuevos ricos, y los juzga con dureza al investigar su árbol genealógico. Sin embargo, al saber el suyo, descubre que no es mucho mejor, o no es tan ejemplar como siempre había querido. Esto es terrible. Vivimos en un mundo que se sostiene en la doble moral y en culpar a los demás de nuestros propios desastres y quería reflejar esto desde lo que yo conozco, desde mi país.
–En la boda deja claro que uno no sólo se casa con un hombre o una mujer, sino con toda su familia y más vale conocerla antes.
–He ido a bodas de amigos en que parte de la familia se conocía en ese momento. Eso es de locos. Hemos de ser responsables de nuestras decisiones, no sólo por nosotros, sino por la gente que tenemos cerca a la que pueden afectar. Eso es compromiso. Tengo amigos que se separan ahora, con dos hijos, cuando todos ya lo sabíamos cuando se casaron. En la escuela debería haber una asignatura de cómo escoger pareja, estudiar todos los pros y contras y ser responsable con la decisión final. Nuestra generación es caprichosa, dubitativa, que no sabe decidirse por nada. Yo veo a muchos amigos míos muy perdidos.
– ¿Sus amigos se verán reflejados en algunos de sus personajes?
–Sí, y me matarán, pero estoy dispuesto a morir, porque será con una sonrisa. Hemos de quitar gravedad a las cosas, por eso el humor es fundamental en la novela, no podría haberla hecho sin ese toque, sin que cada capítulo tuviese algo de lo que reír.
–¿Háblame de Ricard Mirabaix, el catalizador de todo el desastre?
–Es mi malo, mi Javier Bardem en «No es país para viejos», un tipo detestable, uno de esos «malos» que atraen a las mujeres, pero peores, porque tienen remordimientos, y eso hace creer a los demás que en el fondo no son tan malos, que hay algo detrás. Se compromete con la hija de Bou y, bueno, empieza todo.
–¿Habrá segunda parte?
–Sí, es la intención, retroceder en el tiempo, en la posguerra, en una Manresa arrasada y hablar de donde salen los Mirabaix.
– Supongo que la etapa de «negro» literario la deja definitivamente atrás
– Se que algunos se le habrán removido las tripas al conocer el premio. He sido parásito de ratas y es un trabajo tan respetable como cualquiera, pero quería poder firmar una novela, dejar de ser la secretaria y ser el jefe. Ahora que lo he hecho es cuando viene lo difícil.
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