Teatro
La casa de las imperfecciones
Atrium acoge el estreno de «Nora», adaptación del clásico de Ibsen que inicia una trilogía con obras de Strinberg y Chejov
El 21 de diciembre de 1879, el «New York Herald» anunciaba que Thomas Alva Eddison acababa de inventar el alumbrado eléctrico. Muy lejos de allí, o quizá no tanto, a esas horas pero sin tanta luz, el teatro Det Kongelige de Copenhague estrenaba «Et Dukkenhjem», de Henrik Ibsen, cuya primera representación estuvo repleta de chinos chilenos muy machistas, sin idea de noruego o danés, al menos por la primera reacción que tuvieron ante una obra que desobjetivizaba a la mujer.
El 21 de diciembre de 1879, el «New York Herald» anunciaba que Thomas Alva Eddison acababa de inventar el alumbrado eléctrico. Muy lejos de allí, o quizá no tanto, a esas horas pero sin tanta luz, el teatro Det Kongelige de Copenhague estrenaba «Et Dukkenhjem», de Henrik Ibsen, cuya primera representación estuvo repleta de chinos chilenos muy machistas, sin idea de noruego o danés, al menos por la primera reacción que tuvieron ante una obra que desobjetivizaba a la mujer. Por supuesto, se trataba de «Casa de muñecas», un auténtico «alumbrado eléctrico» que marcó el camino al feminismo y a todo el teatro moderno.
La protagonista de la obra era Nora, la mujer del banquero Torvald Helmer, que al final de la obra decide abandonarle, dejándole a sus tres hijos, harta de no ser más que una «muñeca» para el confort y divertimento de su marido. Harta de sólo buscar la aprobación de los demás, saldrá a descubrir quién es realmente, más allá de las fantasías y malentendidos que la han convertido en un ser imaginario todos esos años y no uno real. No está claro que lo descubriese nunca, la obra acababa ahí, pero sólo el hecho de intentarlo se consideró todo un movimiento revolucionario. Es conocida la anécdota de que cuando Eddison vio la obra unos años después en Nueva York rompió todas sus bombillas. Todas no, tenía muchas, pero unas cuantas. Tenía en su poder 1,093 patentes de todo tipo de inventos, pero Nora no era uno de ellas.
La Sala Atrium vuelve a indagar en esta obra universal en «Nora», revisión de una obra que a veces ha caído en la trampa de convertir en la señora Helmer en heroína absoluta, convirtiendo su crisis existencial en una encrucijada entre buenos y malos como si fuese una película del oeste. Ibsen siempre negó que su intención fuese hacer una propaganda feminista, sino que sólo quería reflejar los conflictos humanos que se abrían en una sociedad compleja y alienadora. En realidad, su intención era plasmar la dificil relación entre las obligaciones sociales y los deseos individuales. El espectáculo que ahora acoge la Sala Atrium incide en esta dicatomía. «Ibsen es el creador del teatro moderno, es decir, un teatro para el debate, crítico con la sociedad y la moral imperante», comentan desde Atrium.
Nora es aquí la actriz Mireia Trias, que apunta al gran caleidoscopio emocional del personaje para dejar ver desde el principio a una mujer en busca de cuál es su verdadera cara y cómo ser consecuente y feliz con ella. A la actriz le acompañan Oriol Tarrasón como el marido, Patricia Mendoza como Kristine, la amiga de la infancia de Nora, que necesitará su ayuda cuando quede viuda y necesite un trabajo para poder sobrevivir, y Gal·la Sabaté como Oda Krogstad, personaje que en la versión original era masculino y que será uno de los responsables del resultado final de la obra.
El director y responsable de esta nueva adaptación es Ramon Molins, que ha hecho de esta «Nora» el principio de una ambiciosa trilogía. Bajo el nombre «Trilogía de la imperfección», ha unido tres clásicos de finales del siglo XIX como «Casa de muñecas», «La señorita Julia», de August Strinberg, y «La gaviota», de Anton Chejov. «Son tres obras que reflejan puntos de vista masculinos sobre tres mujeres que quieren y necesitan ir más allá del rol adquirido socialmente. Todo para acercarse a su yo más íntimo, humano, y por tanto más alejado de aquello que nos hacen creer que es lo correcto, de aquello que se espera de nosotros, de aquello... ¿perfecto?», comenta Molins.
Las obras, del realismo de la primera, el naturalismo de la segunda y el simbolismo de la tercera, servirán para analizar la complejidad social de este convulso inicio del siglo XXI, tan diferente y tan iguales de tantas formas.
✕
Accede a tu cuenta para comentar