Política

Elecciones municipales

La rendición de cuentas de Colau

Con la vivienda, la inseguridad, el «procés» o el turismo como telón de fondo, los barceloneses pondrán a prueba la gestión de la alcaldesa el próximo 26 de mayo.

Ada Colau, en un reciente acto de precampaña
Ada Colau, en un reciente acto de precampañalarazon

Con la vivienda, la inseguridad, el «procés» o el turismo como telón de fondo, los barceloneses pondrán a prueba la gestión de la alcaldesa el próximo 26 de mayo.

Cuatro años han pasado de la sorprendente llegada a la alcaldía de Barcelona de Ada Colau. En aquella ocasión logró una ajustada victoria para sorpresa de todos. Cuatro años después rendirá cuentas sin que su mandato haya servido para darle cierta ventaja sobre sus competidores. Más bien todo lo contrario. Salvo el CIS, todas las encuestas sitúan una ERC que parte con ventaja, un PSC pujante y la incógnita de si BComú resistirá el envite. Los augurios son inciertos, si bien la junta electoral obligó a la alcaldesa a cerrar la web de balance de mandato, pero, pese a sus devaneos con el independentismo y los problemas de inseguridad, parte con la ventaja de ser considerada como el mal menor por buena parte de los barceloneses.

Colau, en cualquier caso, alcanzó la alcaldía de la capital catalana gracias a su aura de activista y a sus promesas en materia de vivienda. España vivía una crisis económica y política que sirvió para que, al calor del 15M, varios partidos de nueva cuña se colaran en las instituciones. El desbarajuste en la política catalana fue notable. El independentismo perdía de un plumazo la capital de Cataluña en pleno «procés» y tanto el PSC como ERC, sus posibilidades de capitalizar el descontento. La realidad, sin embargo, es más tozuda que un puñado de promesas. Colau se encontró gobernando con apenas once concejales de 41, sin experiencia y con buena parte del pleno municipal de uñas. Entre sus planes más ambiciosos del programa electoral, Colau prometía construir 4.000 viviendas de alquiler asequible hasta 2019. Prometía, también, medidas en la lucha contra los desahucios, regular el turismo y los alojamientos vacacionales, introducir la perspectiva de género en sus políticas, replantear los grandes proyectos urbanísticos, mejorar el transporte público y medidas que hicieran de Barcelona una ciudad pionera en la lucha contra el cambio climático.

Respecto al turismo y los alojamientos turísticos, Colau puede apuntarse un tanto, al menos de cara a su electorado, pese a que los desahucios se han multiplicado. Aprobó la moratoria hotelera, para esponjar los barrios más céntricos de la ciudad, y ha perseguido hasta la extenuación a los alojamientos ilegales. El resultado, sin embargo, dista mucho de las promesas. Terminará el mandato con 700 viviendas construidas y otras tantas compradas. Muy lejos de su promesa que la supedita a repetir en el cargo durante una legislatura más, en la que confía en terminar unos 4.000 pisos.

En materia de movilidad, la gestión de la alcaldesa deja una sensación agridulce. El crecimiento de los carriles bici es innegable, así como también la implantación del nuevo Bicing. Así, cierra el mandato con más de 200 kilómetros en carriles bici, muy cerca de los 300 que se marcó como objetivo para 2020. No obstante, su gran proyecto, la interconexión de los tranvías, aguarda en un cajón víctima de las rencillas entre partidos, ERC se ha puesto de perfil pese a llevarlo en su programa, y de las dificultades de negociación de la propia alcaldesa.

A falta de grandes proyectos urbanísticos, con la excepción de Glòries, Colau ha aplicado una técnica casi quirúrgica en la ciudad. La alcaldesa, a grandes rasgos, ha ido peatonalizando los barrios de Barcelona y salpicándolos de pequeñas zonas verdes. Y así llegó la superisla, una idea que CiU pactó en su día, sin demasiado convencimiento, y Colau ha llevado a cabo en Poble Nou. Pese a las reticencias de la oposición, Nueva York o Buenos Aires han tomado nota de ella.

Colau, no obstante, encontró una china en su zapato en la inseguridad de la ciudad, con los narcopisos y el top manta como grandes exponentes. No en vano, en el último barómetro municipal, la inseguridad ha escalado hasta el primer puesto entre las preocupaciones de los barceloneses. Si bien es cierto que la Generalitat, por incapacidad o por partidismo, ha obviado el problema, la gestión del espacio público corre a cuenta del Ayuntamiento y los zocos improvisados de manteros se han convertido en una constante pese a las redadas esporádicas. Según los datos que maneja el PP, los manteros se han quintuplicado en Barcelona, pasando de 400 a 2.000 desde la llegada de Colau. Así las cosas, los barceloneses, el próximo 26 de mayo, tendrán la última palabra.